2 pueblos costeros para 2 jornadas de turismo rural en Asturias

Pimiango y Porrúa: dos pequeños pueblos de la zona costera del oriente de Asturias que –unidosconfiguran una ruta rural de fin de semana cargada de buen paisaje, playa, etnografía y cultura

Tiempo de lectura: 10 minutos

El turismo rural está en boga: una escapada de fin de semana a cualquier rincón asturiano puede suponer un plan perfecto para desconectar, conocer playas, caminar la montaña, admirar buenos paisajes y conectar con esas esencias rurales que habitan en los sitios más pequeños de Asturias.

Sin embargo, planear una escapada que incluya itinerarios y visitas bien orientadas, destinadas a conocer de cerca esa ‘esencia rural’ llena de paz y tradición puede convertirse en algo difícil, teniendo en cuenta que la red de pueblos, aldeas, oficios y costumbres que habitan el territorio asturiano es muy amplia y variada.

Para ello, este artículo está enfocado en ser una ‘pequeña guía’ para un fin de semana de turismo rural en el oriente asturiano e incluye dos pueblos encantadores: Pimiango (en Ribadedeva) y  Porrúa (en Llanes).

El mar Cantábrico, los oficios tradicionales, los bellos miradores, las cuevas prehistóricas, la etnografía, los quesos artesanos,  las verdes montañas, el pasado indiano y la vida de pueblo tranquila son los absolutos protagonistas en esta ruta rural de dos días por la Asturias costera más oriental.

Vistas hacia el mar cantábrico desde la entrada de la cueva del Pindal, en Pimiango (Ribadedeva). | Xuan Cueto

Día 1: Pimiango (Ribadedeva)

En Pimiango (Ribadedeva) hay una energía especial: no es algo subjetivo sino algo que se siente nada más llegar y que avala su propia historia, llena de leyendas en las que la magia telúrica tiene mucho peso.

Además, está en un lugar privilegiado: en la zona más oriental de Asturias (ya rozando con la vecina Cantabria), enclavado sobre acantilados que miran el mar Cantábrico a la vez que a los Picos de Europa, y rodeado de playas y verdes montes.

Y aunque su población no rebasa el centenar de personas, en Pimiango hay mucho para ver y disfrutar: tanto que se puede reservar un día entero para visitarlo y gozar de sus muchos encantos.

Una cueva prehistórica, un monasterio antiquísimo, bosques de encinas, miradores increíbles, una ermita llena de leyenda y belleza, una librería-café, callejuelas cuidadas, un faro colgado de un monte agreste… perderse por Pimiango es un verdadero gusto.

Ermita de San Emeterio o Santu Medé, uno de los lugares imprescindibles en una visita a Pimiango | Xuan Cueto

Mapa de ruta para conocer Pimiango:

La ruta esencial para recorrer Pimiango puede comenzar andando el pequeño pueblo, repleto de esquinas, callejuelas, casas tradicionales y hasta una edificación conocida como “El Palacio” que tiene mucho vínculo con la historia del concejo.

El periplo por la cuidada población puede ser también una excusa para abastecerse de productos gastronómicos locales y hasta para disfrutar de un café tranquilo en un negocio muy original: una librería de segunda mano (la Librería de Pimiango) en la que además de libros disponibles para leer y comprar suele haber exposiciones, presentaciones, charlas, conciertos…

Tras el paseo inicial, la siguiente parada de este ‘tour rural’ por Pimiango pasa por acercarse hasta la zona del Centro de Recepción de la Cueva del Pindal, un lugar perfecto para dejar el coche y comenzar una agradable caminata entre tres lugares clave de este sitio: la cueva del Pindal, la ermita de San Emeterio y el Monasterio de Tina.

Para empezar, la cueva del Pindal, un templo de arte rupestre en primera línea de costa que fue descubierto en 1908 y alberga pinturas únicas. Cien años después de su descubrimiento, las pinturas y grabados de esta cueva fueron incluidos en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, formando parte de la declaración ‘Cueva de Altamira y Arte Rupestre Paleolítico de la Región Cantábrica’.

La entrada de la cueva está mirando al mar, en un sitio que no pasa inadvertido al ojo ni a las emociones.  Y la cavidad, abierta al público y visitable mediante reserva previa, acoge un gran pasillo a través de las sombras que termina en un panel principal pintado durante el Paleolítico Superior que está lleno de símbolos y figuras animales: un pez, un mamut, caballos, ciervos…

Primeros pasos por el interior de la cueva del Pindal, en Pimiango | Xuan Cueto

Muy cerca de esta impresionante cueva, cruzando un pequeño bosque de encinas retorcidas que miran el mar, se encuentra otro lugar imprescindible: Santu Medé o San Emeterio; una preciosa ermita, con forma de sencilla iglesia, cargada de leyendas y bellezas que data del siglo XIII.

Ubicada en un espacioso prado, la zona también está dotada con una antiquísima fuente cuya agua –se dice- alivia los dolores óseos. Y aunque por fuera pueda parecer un templo eclesiástico más entre los muchos que existen, lo cierto es que la Ermita de San Emeterio es uno de esos lugares que se clavan en la retina y ya no nunca se olvidan.

El templo de San Emeterio o Santu Medé está enclavado en un bello entorno natural. | Xuan Cueto

Para terminar la pequeña caminata, desde la propia ermita de San Emeterio se puede coger un sendero que se adentra –bajando- en un bosque profundo hasta llegar a la altura de un riachuelo y una pequeña cascada de agua dulce. Luego, el camino sube ligeramente y vuelve a lo alto de los acantilados para acabar en el Monasterio de Tina, otro monumento de piedra cargado de historia, ubicado en una zona en la que se siente vibrar una potente energía invisible.

El enclave (del que se conservan ya sólo ruinas entre vegetación) tiene su origen en el siglo VII, aunque se sabe que fue erigido sobre un lugar muy frecuentado por los ascetas desde antiguo por su potente carga telúrica.

Además del edificio, austero y realmente bello, la zona en la que se levantó es un precioso bosque enredado que termina justo al borde de los acantilados, con muy buenas vistas a la rasa costera y al inquieto mar cantábrico: un lugar de cuento lleno de magia invisible y de detalles inolvidables.

Monasterio de Tina, un lugar cargado de magia y energía en Pimiango, Ribadedeva | Xuan Cueto

Tras el periplo, la ruta rural de un día por Pimiango puede concluir magistralmente acercándose a sus zonas de miradores, situados en lugares estratégicos para que el visitante disfrute de las increíbles panorámicas que rodean el lugar.

 Pimiango cuenta con dos miradores clave: uno de ellos (llamado Mirador del Picu) está equipado con un área recreativa y se accede a él por carretera desde el mismo pueblo. Un lugar muy bien pensado desde el que se puede disfrutar de una increíble panorámica de los Picos de Europa (con el Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes destacando) combinada con otra del paisaje de la Costa Cantábrica (en la que destaca el faro de San Emeterio, el más aislado de la costa asturiana, levantado sobre la punta del Cabo de San Emeterio).

Además, y a través de una senda peatonal de poco más de 1 kilómetro, se puede acceder también al llamado mirador del Picu´l Cañón, alzado sobre el punto más oriental de Asturias y con increíbles vistas que abarcan la fronteriza ría de Tina, así como territorios de la vecina Cantabria.

Mirador del Picu´l Cañón. | Xuan Cueto

Día 2: Porrúa

Muy muy cerca de Llanes pero como sumergida en un tiempo distinto al resto de la comarca se encuentra la población de Porrúa, plantada a medio camino entre las montañas de la sierra del Cuera y la costa cantábrica oriental y uno de los mejores lugares de esta zona para conectar con las esencias rurales.

No hace falta mucho tiempo para ver a las claras que este pequeño pueblo (en el que viven alrededor de 400 personas) reúne todas las idiosincrasias de los pueblos rurales de Asturias; además, Porrúa lleva la tradición por bandera y sus emblemas principales son la etnografía, los oficios tradicionales, la ganadería, la cultura asturiana, el folklore  y la vecindad cercana.

El pueblo de Porrúa, en Llanes, es una visita obligada para conocer etnografía y tradición. | Xuan Cueto

Mapa de ruta para conocer Porrúa

Aunque en realidad no hay ningún orden establecido para conocer Porrúa, sí que es recomendable comenzar la visita buscando un lugar clave para esta población: la plaza de la Bolera. Puede decirse que esa plaza es el centro neurálgico de este pueblo y el punto de inicio perfecto para otear la zona.  La llaman “Bolera” porque acoge la única bolera cubierta que se conserva en la comarca y a su alrededor están la Iglesia, la biblioteca, la escuela, la casa-concejo, el bar…

Además, desde la misma plaza de la Bolera se puede acceder a una de las joyas de Porrúa: el Museo Etnográfico del Oriente de Asturias. Este edificio (que se ubica en una antigua casa tradicional rehabilitada) además de albergar exposiciones y charlas a lo largo de todo el año cuenta con una exposición permanente que recrea todos los espacios de una casa tradicional asturiana.

El Museo Etnográfico está lleno de objetos, de tesoros, de lecciones, de historia… y resulta una oportunidad estupenda para conocer de primera cómo era la Asturias de antes y porqué es así la Asturias de ahora. Todo un centro cultural comprometido con la divulgación de la historia y la etnografía de Asturias que también está dedicado a investigar, proteger y promover el enorme patrimonio cultural asturiano.

El Museo Etnográfico del Oriente y su aguacate centenario. | Xuan Cueto

Tras la visita al museo, una buena forma de conocer las calles y el carácter que conforman la vida del pueblo es hacer el recorrido conocido como ‘Porrúa tras los muros’, una pequeña ruta ‘interurbana’ que recorre las callejuelas y principales lugares de interés del pueblo siguiendo un mapa que lleva hasta once murales callejeros.

El recorrido se pierde por zonas céntricas pero también apartadas de la localidad y, al tiempo que muestra el pueblo, muestra también las costumbres, actividades y memoria del sitio a través del arte urbano: en los murales se representan escenas que hablan del lugar, de su forma de vida, de sus vecinos, sus fiestas…

Una vez andado todo el pueblo y los lugares de interés que lo circundan, el siguiente paso puede ser ir a la playa. Y, para ello, en lugar de coger el coche Porrúa propone una caminata de 2-3 horas (ida y vuelta) que concluye en la orilla misma del mar: ‘la senda Fluvial del río que se esconde’, un recorrido senderista que parte del centro del pueblo y sigue el curso de un pequeño río hasta un arenal precioso.

La ruta (bien cuidada y señalizada) conduce por praderías y recovecos hasta el pueblo de Poo para, desde allí, seguir andando y llegar a la playa homónima (playa de Poo), ataviada de finas arenas y perfecta para darse un chapuzón, disfrutar de un picnic o –simplemente– relajarse tumbado junto al mar. Para regresar a Porrúa sólo hay que retomar el camino del río de nuevo.

Y, para rematar el día (como guinda final) el plan ideal puede pasar por degustar alguno de los quesos tradicionales y artesanos que se elaboran en este pueblo: el queso de Porrúa es considerado un legado y, como tal, se cuida para mantener la receta y su sabor a manjar rural.

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