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En medio de una plaza cualquiera, en un pueblo de apenas un centenar de habitantes, una autocaravana blanca asoma por una esquina.

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Tiene nombre propio: La Bitxa.

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Y aunque parezca que sí, no es una caravana cualquiera…

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En su interior no hay turistas ni veraneantes.

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Hay historia. Hay memoria…

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Y hay dos personas empeñadas en que nada de eso se pierda.

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Retrato Nómada: un proyecto que captura la memoria del mundo rural

Tiempo de lectura: 7 minutos

Esta historia comienza con una caravana vieja, con una pareja ante ella y con una idea clara merodeando sobre sus cabezas: vivir más despacio, con menos, más cerca de lo esencial.

Eli Garmendia y Carlos Pericás, fotógrafos, pasaron nueve meses rehabilitando lo que pronto se convertiría en su hogar: una autocaravana llamada La Bitxa. No era solo una casa sobre ruedas. Iba a ser también su estudio, su refugio creativo, y el centro de operaciones de una nueva vida. Una vida en movimiento.

Así nació Nomad Studio, algo que ellos denominan “contenedor creativo”, el lugar desde el que trabajan en proyectos vinculados a la memoria, la identidad y la participación comunitaria.
Su herramienta: la fotografía.

Su objetivo: crear vínculos y recolectar memoria. Y su manera de hacerlo: desde el respeto, la escucha y las fotos.

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Eli Garmendia y Carlos Pericás delante de La Bitxa. | Xuan Cueto

Sin embargo, lo que los trae a esta historia no es su modo de vida (que también), ni su apreciada Bitxa (alma del proyecto).

Lo que los trae hasta aquí es un proyecto dentro de todo ello al que llaman Retrato Nómada, todo un viaje fotográfico que comenzó en 2021 y que tiene un fin muy concreto: crear un archivo de retratos (y microhistorias) de todas las personas que en la actualidad viven en pueblos de menos de 500 habitantes.

Muestra de fotografías realizadas a lo largo de estos años por Retrato Nómada. | Xuan Cueto

Para llevar a cabo tal labor, Eli y Carlos recorren la geografía rural española en su caravana y se instalan durante unos días en cada localidad. Aparcan en la plaza, avisan a los vecinos y, sin apenas levantar la voz, montan su estudio a cielo abierto. Poco a poco, los habitantes se acercan y posan ante la cámara.

La dinámica es sencilla, pero poderosa:

Hacen la foto —siempre en blanco y negro, siempre cuidada—, la imprimen en papel y la entregan en mano. Un retrato que pasa de sus manos a las del retratado en apenas unos minutos. Sin coste. Sin pretensión. Solo el valor de estar, de compartir, de quedar.

Porque el proyecto Retratos Nómadas no va sólo de atesorar imágenes, sino de crear un archivo humano, un legado colectivo. Uno que cuente quiénes somos ahora mismo en los márgenes del mapa. Que recoja las caras, los gestos, las vidas que siguen dando forma al mundo rural.

Ese archivo —que ya supera los 3.600 retratos— seguirá creciendo hasta 2031. El objetivo: alcanzar los 10.000 retratos en más de 100 pueblos de toda España. Todos de menos de 500 habitantes. Todos, un testimonio del presente.

Una vecina conversa con Eli a través de la ventana de la Bitxa. | Xuan Cueto


Asiegu: cuatro días en el corazón de los Picos

La última parada de este viaje fue en Asturias, en el pequeño pueblo de Asiegu, donde Retrato Nómada se instaló de jueves a domingo. Rodeados de montañas, con los Picos de Europa como telón de fondo, Eli y Carlos desplegaron su estudio en el centro del pueblo.

“Nos enamoramos del pueblo nada más llegar”, cuenta Eli, mientras describe el increíble recibimiento de los vecinos. “Tiene algo especial. Un paisaje que impresiona… y una gente que te hace sentir en casa”.

Durante esos cuatro días, vecinos de todas las edades se acercaron a participar e interactuar con los fotógrafos. La activa asociación de Asiegu les dio una bienvenida de reyes: con comida vecinal, presentación puerta por puerta, historias por todas partes…Sin ir más lejos, en su primer día en el pueblo batieron un récord: 50 vecinos se acercaron a que los retratasen.

“Normalmente no viene tanta gente. Lo de este pueblo es una pasada. Está siendo una experiencia auténtica e inolvidable”, contaban el viernes a la hora de comer, atesorando ya retratos de casi todo el pueblo y explicando que cada foto representa una conversación, una historia compartida…

Carlos y Eli en la plaza de Asiegu el pasado viernes. | Xuan Cueto

Además, otra característica especial del proyecto es el día de despedida, cuando al caer la noche convocan a la gente frente a la Bitxa para celebrar lo que llaman  Retratos a la fresca, un encuentro nocturno en el que proyectan las imágenes tomadas durante su estancia. Una especie de cine al aire libre donde el público se ve a sí mismo y a los suyos. Un momento colectivo, sencillo y mágico, en el que las imágenes en blanco y negro devuelven al pueblo su propia belleza.

En ese acto, se entrega una copia de todas las fotografías a los representantes vecinales, tanto en formato físico como digital: una manera más de conseguir que esos retratos no se pierdan. Que atraviesen el porvenir y lleguen muy lejos.

El momento se convierte en todo un ritual: un pueblo entero (y dos fotógrafos) poniendo en marcha una máquina del tiempo:

“Nos gusta cerrar cada visita con un encuentro así. Es la parte más emocionante de nuestra estancia porque después de varios días haciendo vida en el lugar supone una fiesta de despedida y una forma de devolver todo lo bueno vivido”, explican. “La gente se ve, se reconoce, intercambian anécdotas e impresiones, nos cuentan más historia… Y eso también es memoria”.

Las conversaciones con los habitantes de los pueblos y el recoger historias también son parte del proyecto. | Xuan Cueto

Retratar lo cotidiano para ponerlo en valor.

Eli y Carlos dicen que de cada pueblo se llevan algo. Una forma de hablar. Una manera de mirar. Un gesto… Que otra de las partes emocionantes de este viaje es hacer vida en los pueblos, disfrutar de sus gentes, sus recodos, su paisaje, su gastronomía, su carácter…que el viaje no es solo de ellos, sino también de quienes se abren a participar en su proyecto.

También cuentan que en estos años han aprendido que el mundo rural es mucho más diverso, moderno y vital de lo que los tópicos sugieren. Que no está solo habitado por personas mayores. Que hay jóvenes, hay niños, hay ideas nuevas que nacen lejos de la ciudad.

Lo que hacen, al fin y al cabo, es mirar de frente. Sin filtros. Y retratar lo que muchas veces pasa desapercibido: la cotidianidad con valor.

En definitiva, que Retratos Nómadas no es una colección de imágenes. Es un acto de escucha. Un compromiso ético y estético con las personas que dan vida a lo rural. Es una manera de detener el tiempo y dejar constancia de que aquí también hay presente. Y futuro.

Mientras La Bitxa sigue avanzando por carreteras secundarias, el archivo crece. Con cada pueblo, con cada retrato, con cada historia compartida, Eli y Carlos dibujan un mapa paralelo. Uno donde la cultura no llega desde fuera, sino que se genera desde dentro. Uno donde mirar es una forma de cuidar.

“Queremos que este archivo sea como una cápsula del tiempo”, dicen. “Una forma de contar cómo eran los pueblos de este país en esta década. Quién vivía en ellos. Qué caras tenía lo rural”.

Y es que, efectivamente, lo rural en estos años 20 tiene muchas, muchísimas caras.
Todo un poliedro que Eli y Carlos buscan capturar armados de un equipo fotográfico y una caravana llamada Bitxa.

Un viaje que terminará en 2031.
Y que dejará, como legado, un mensaje silencioso pero poderoso al futuro:
Aquí estuvimos. Y aquí seguimos.

  • La visita de Retrato Nómada en Asiegu estuvo auspiciada por la Asociación Cultural de Asiegu y contó con el apoyo de la Fundación Caja Rural y el Gobierno del Principado de Asturias. Tras la visita a Cabrales, Eli y Carlos ponían rumbo a Navelgas: allí aparcarán y retratarán a los vecinos a partir del 12 de agosto.

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