Asiegu, ‘asomu’ al futuro de la aldea pensada

Esta es una historia de espacio y unión. Del pueblo que fue y del que se construye gracias al trabajo en comunidad de los vecinos

Tiempo de lectura: 8 minutos
Vista de la escuela, la iglesia de Asiegu y los terrenos donde se ubicará el conjunto de ‘Asomu’. | Xuan Cueto

Antaño, dos edificios marcaban la vida en los pueblos: la iglesia y la escuela. A los de Asiegu (Cabrales) se llega por una calle que desemboca en una pequeña plazoleta, una especie de semicírculo de hormigón contenido por un muro en cuya parte central lucen las letras con el nombre del pueblo. Es el mirador al Picu Urriellu y en días despejados ofrece unas vistas impresionantes del Macizo Central de los Picos de Europa.  

Es miércoles y luce el sol. Una pareja de turistas franceses se detiene ante esas letras tan de moda en todas partes para tomar la foto de rigor. El espacio del que se llevan el recuerdo podría ser solo eso, un lugar pintoresco en el que tomar la foto de recuerdo. Pero en Asiegu no se conforman con ser el pueblo de la foto. La estética es solo una parte del plan.  

Si desde ese mirador se vuelve la vista a la derecha, un cartel colgado sobre la fachada trasera de la escuela lo recuerda. Asiegu es ‘La aldea pensada’.  

Fachada trasera de la escuela, con el cartel y el lema de ‘La aldea pensada’. | Xuan Cueto

Con ese lema presentaron su candidatura a Pueblo Ejemplar de Asturias, reconocimiento con el que se alzaron en 2019. Si se tratase de una campaña de marketing, el resultado habría sido redondo: un buen eslogan que consiguió su objetivo.  

Pero de nuevo Asiegu no se conforma. No es solo el pueblo que ganó un premio y recibió la visita de la Familia Real.  

Para descubrir lo que Asiegu quiere ser hay que asomarse a ese mirador y dirigir la vista hacia abajo. Desde ese punto se ve la cubierta del polideportivo, una bolera, un camino y ortigas. También una pala excavadora que acaba de llegar. Ahí está el futuro.  

Tres espacios para un pueblo

El proyecto para Asiegu, ideado por los propios vecinos, lleva por nombre ‘Asomu’ y es, en esencia, un plan para reordenar el suelo y sus usos. Lo singular es que el espacio resultante será público y tendrá un uso intergeneracional: tendrá una tirolina para los niños, un microauditorio al aire libre, bolera, pista deportiva… 

Será, ante todo, un espacio de reunión.  

Todo lo que ahora se fragua comenzó allá por 2002, con la donación de una parcela conocida en Asiegu como ‘el huerto Las Berzas’. «Hace 23 años y pico, conseguimos que una familia de México, que era la propietaria de esta finca, hiciera una donación para ampliar esta plaza al pueblo, a través de la Asociación Cultural Asiegu XXI, que tenía un par de años de aquella», explica Javier Niembro, presidente de la asociación, vecino, hostelero y geógrafo.  

Javier Niembro, con la foto al fondo de los alumnos de la antigua escuela. | Xuan Cueto

A partir de la donación, continúa Javier, «el siguiente paso fue ampliar ese espacio público con la concentración parcelaria, en la que también, a través de una iniciativa vecinal, conseguimos que se reservaran una serie de masas de suelo público en determinados puntos concretos de Asiegu». 

A través de la concentración parcelaria y pensando en lo común consiguieron suelo para equipamientos e infraestructuras como «las rondas de circunvalación, el mirador Pedro Udaondo, los aparcamientos, la mejora del acceso e incluso una futura ampliación, si fuera necesaria, del cementerio».

Con los terrenos de la donación, el espacio conseguido con la concentración parcelaria y el suelo público ya existente en la actual plaza sumaron 2.500 metros cuadrados para diseñar su ‘Asomu’. 

Los «dos primeros peldaños» creados en «esta especie de colada de equipamientos, que se descuelga desde aquí —explica Javier desde la actual plaza— hacia abajo» fueron la bolera y la pista polideportiva.  

Asiegu. | Xuan Cueto

El nuevo peldaño que ahora se añadirá es el de la tirolina infantil. «Y luego una plaza intergeneracional que va vinculada a la escuela, que este año cumple cien años», añade.  

Lleva el adjetivo de «intergeneracional» porque la intención es que en ese espacio compartido «conecten las dos generaciones, toda la cultura tradicional, toda la historia del pueblo».

Para unir la escuela a esa plaza, una de las ventanas traseras del edificio que hoy se usa como centro social del pueblo se transformará en una puerta.  

Todo el conjunto será accesible y la plaza llevará el nombre de Dionisio Cándido Viejo Bueno. «Era el padre de los donantes del huerto Las Berzas y fue la condición que nos pusieron para donarlo», apunta Javier. 

Javier Niembro junto a la maquinaria de obra y la escuela. | Xuan Cueto

En la plaza se habilitará una «pequeña grada que serviría, por supuesto, para sentarte ahí. Pero no como ahora, que te sientas en el muro de espaldas al paisaje, sino mirando hacia los Picos. También se ve el Cuera desde ahí. Es decir, que tienes una panorámica completa de todo lo que hay en Cabrales. Al mismo tiempo esa grada nos serviría para poder hacer pequeños microconciertos al aire libre y funcionaría, de una forma muy modesta, como un pequeño microauditorio al aire libre», expone. 

Al no estar cercado por barandillas, se «crea el efecto de horizonte infinito»: «Desde cierta distancia cuando te vas acercando da la sensación de que te caes, como que se abre al paisaje, al valle».

Las sensaciones explorará también otro punto singular del conjunto, el lugar que hace un siglo ocupaba un texu.  «Es un punto de energía electromagnética de la intensidad, por ejemplo, del que hay en la Catedral de Santiago de Compostela», explica Niembro.

Lo saben porque lo han medido y su existencia «quizás explicaría toda la historia que hay en el entorno de la plaza». «Por qué había un texu, por qué después se crea una capilla del siglo XIV, que luego en 1620 se acaba convirtiendo con parroquia eclesiástica propia en una iglesia, por qué estaba el cementerio… Todo ese conjunto de equipamientos que se fue generando en torno, quizás en un primer momento, a un lugar de culto precristiano».  

Ese «punto de energía» lo señalizarán sobre el pavimento y será «un sitio donde la gente va a poder venir y sentarse», empapándose del ambiente y del peso de la historia. «El que tenga la sensibilidad para notar, pues notará cosas. Y el que no, pues disfrutará del paisaje», señala.  

Cómo salvar el «problema» del dinero

Cómo en un pueblo de apenas cien habitantes han logrado levantar un proyecto de tal envergadura es quizás la gran pregunta que se haga a estas alturas del relato quien no conozca cómo funciona Asiegu.  

Más que un lugar, Asiegu es una «comunidad», y en esa concepción de la vecindad y el espacio colectivo nacen y florecen las ideas.  

Eso sí, como en cualquier parte, existen las limitaciones de los recursos económicos. «El problema, como siempre, viene del dinero», indica Javier. Para solventarlo, parte de la solución estuvo también en la comunidad.  

El presupuesto para esta fase de ‘Asomu’ asciende a 60.000 euros. La mitad se financiará con una ayuda de 30.000 euros de la Dirección General de Reto Demográfico, canalizada a través del Ayuntamiento de Cabrales. La otra mitad la cubrirán con el dinero que guardan del premio a Pueblo Ejemplar —cuyo destino fue elegido en junta vecinal— y otros 12.000 euros procederán de una campaña de venta de llaveros.  

El hito de los 12.000 llaveros

La cifra invita a pararse y pensar: 12.000 euros conseguidos por los vecinos, desde mayores hasta niños, vendiendo llaveros con forma de corcho de sidra a un euro. Así hasta 12.000. 

«Fue una campaña preciosa. Ni en la más remota de las fantasías hubiéramos pensado en llegar a 12.000», confiesa Javier.  

Lo consiguieron, continúa, «explicando a la gente, haciendo mucha pedagogía y, sobre todo, aprovechando el flujo de turismo». Gran parte se vendieron precisamente a visitantes en Casa Niembro, negocio que regenta la familia Niembro. El propio Javier amenizó muchas sobremesas de clientes contándoles el proyecto y transformando esa historia en venta de llaveros.  

«Es un buen ejemplo de cómo la gente sí se puede implicar en aquellos lugares que visita cuando hay alguien que se encarga de explicarles los proyectos. Que el sitio tiene vida, que tiene gente, que tiene ideas», subraya. 

Javier muestra la primera escuela que tuvo el pueblo, en desuso desde que se quedó pequeña. | Xuan Cueto

«Salvando las distancias», compara esa vía de financiación con la construcción de la escuela hace cien años. Entonces «había dinero para hacer un piso, pero no para hacer dos pisos y poner el techo. Hubo que recurrir en aquel momento a los otros turistas de la época, que eran los indianos. Un matrimonio que era de aquí, pero que vivía en México, fue el que donó 25.000 pesetas de hace cien años para terminar la escuela». 

«Ahora, como digo yo, los nuevos indianos son casi esa gente que viene puntualmente a Asiegu, a veces repite, muchas veces afortunadamente, y cuando hay un proyecto de estos se da cuenta de que se puede hacer un turismo sostenible, responsable, colaborar con la mejora de la vida de las personas de los lugares que se visitan. Creo que es un ejemplo perfecto de esa colaboración entre los de dentro y los de fuera, que es tan necesaria», expone Javier.   

Prototipo de aldea

Asiegu es, junto con Porrúa (Llanes), Peón (Villaviciosa) y Moal (Cangas del Narcea), ‘Aldea 0’, el «prototipo de aldea del siglo XXI». El gran reto de los pueblos asturianos, y también de los del resto de España, es lograr esa unión y conciencia de lo colectivo que tienen en Asiegu: superar la mentalidad de que un prau es un pelotazo urbanístico en potencia —que termina por nunca llegar — o que es un éxito sustraer un trozo del camino público para agrandar la finca propia. 

En Asiegu, puntualiza Javier, «no todo es perfecto. Hay gente que tira mucho y otros que van a remolque». Lo que sí hay, prosigue, es un «grupo de gente, joven y no tan joven, que entendimos que trabajar por la comunidad era trabajar por nosotros mismos». 

Javier Niembro. | Xuan Cueto

«Esa es una receta que es importante. En todos lados es difícil, no hay sitios idílicos. Lo que sí está claro es la importancia de crear comunidad. Sin comunidad no hay futuro en las aldeas, y precisamente eso es lo primero que hay que recuperar. Recuperar la comunidad es fundamental para que estos pequeños proyectos puedan salir adelante», reflexiona. 

En Asiegu viven nada menos que once niños. En ellos pensaron y mucho al embarcarse en este proyecto de largo recorrido.  

«Creo que hoy, cuando vengan de la escuela y les digamos que ya empezó la obra de la tirolina, va a ser un día muy grande para ellos», dice Javier.  

No se equivoca. Mientras de los planes de ‘Asomu’, aparece en lo alto del mirador una niña. Efectivamente, se asoma a comprobar si ya está en marcha la construcción del futuro ágora del pueblo.   

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