Una enorme comitiva llena las calles de sentimiento sellero en el gran día del Descenso
Tiempo de lectura: 4 minutos
Las 9.30 de la mañana y Arriondas ya vibra, como una cafetera en la que el agua comienza a hervir. Por las calles, un vaivén incesante de gente. Familias con carros, pandillas bailando, grupos de música, gaiteros, los reyes asturianos, batucadas armadas de color… Mucho color.
Color en los collares, en los atuendos, en los balcones . Color en las banderas. Color y alegría inundan todo Arriondas emanando esa sensación de nervios, de emoción, previa a un ritual sagrado.
Poco antes de las diez el tren fluvial pita.
Su traqueteo lejano y su llamada agitan aun más los nervios. Aparece a lo lejos, adornado con laureles y banderas. Ya llegan los tritones, guardianes del Sella. Ya empieza la fiesta.

Al filo de las 10, con puntualidad sellera, arranca el desfile: una marea de gente que se extiende calle abajo y arriba, formando fila ,siempre en dirección al rio.
El ambiente es festivo, vibrante…único.
No hay despertador como este para el Sella: cuando el desfile comienza, no hay vuelta atrás. Ha llegado el gran día.
Las calles se transforman. Los colores bailan entremezclándose, las gaitas y tambores no descansan, las risas que rebotan entre los balcones, los bailes espontáneos y los abrazos surgen al paso. Es una marea de gente que en lugar de avanzar parece flotar, dejandose llevar por la emoción. Como si el cauce del río se extendiese, invisible, arrastrando a la gente hacia sus orillas.

Los Tritones abren la comitiva. Son ellos quienes marcan el ritmo. Cuando lleguen a la orilla se extenderán por el cauce, procurando que nadie (absolutamente nadie) pueda suponer un obstáculo para los más de 1.300 palistas que esperan su hora. Detrás de los Tritones, concejos enteros: todos sienten esta fiesta como propia: Ribadesella, con Entaina y la Marea del Sella; Los Botijos de Cangas de Onís, que este año cumplen 30 años desfilando; las gentes de Coya, Nava, Bimenes, Siero, Ponga, Amieva… Todos con una historia, un disfraz, una canción. Todos con motivos y ganas de celebrar. Todos juntos, conformando un ritual anual que hace temblar el valle.
No faltan las bandas de gaitas, como la de Oviedo, el Regimiento de Infantería Príncipe número 3, los antiguos vencedores del Sella que caminan como leyendas vivas. Ni los reyes asturianos Pelayo, Gaudiosa, Mauregato, Favila, Ramiro, Ordoño y Aurelio, que se mezclan con gigantes y cabezudos, con niños, turistas, piragüistas y vecinos. Ni tampoco el Centro de Natación Helios, al que este año está dedicado la prueba; o el gijonés Grupo de Cultura Covadonga, los Amigos de Dionisio de la Huerta, los tiradores, las banderas internacionales, la charanga… Es una escena coral, viva, irrepetible. Una coreografía improvisada que cada año resulta perfecta.

Y cuando la emoción ya parece haber tocado techo, la bandera sellera se alza al cielo, precediendo a los Selleros.Los anfitriones, caminan con una vibración que no se puede describir, solo sentir. Van armados de banderas, de alegría, de bailes y buen humor… Pero sobre todo portan orgullo, nervios, responsabilidad… Y mucho amor por una tradición que atraviesa generaciones.
Desde todas las esquinas del pueblo hasta las orillas del río, el Sella no deja rincón sin conquistar. Porque antes de que suene el sagrado pregón, antes del ‘Asturias Patria Querida’ y del disparo de salida… El Sella se canta, se baila y se vive. Y todo empieza aquí, en Arriondas, con un desfile que no es solo un acto: es un ritual anual sagrado e importante. Es el corazón del río latiendo fuerte porque ha llegado el Descenso Internacional del Sella.

















