Bajo el paraguas de la asociación Algame, una quincena de vecinas han comenzado a entrenar con el objetivo de incorporarse al juego y tratar de crear un equipo femenino
Tiempo de lectura: 4 minutos
Los bolos asturianos no han sido un juego abierto a las mujeres.
No lo han sido no por el propio juego, sino por los mismos condicionantes que cualquier deporte. Ellos eran los que jugaban y lo hacían además en un espacio muy concreto también vedado durante décadas a las mujeres. Muchas boleras se encontraban en los bares y el juego era más bien una forma de ocio. Pero ni el ocio era cosa de mujeres ni su presencia estaba bien vista en esos bares de antaño.
Esa realidad arrastrada durante años ha lastrado la incorporación de jugadoras a un deporte tradicional que no va sobrado de participantes.

Cuando el pasado mes de junio Piloña estrenó su bolera municipal de San Cipriano se alinearon todos los factores para crear un equipo femenino, o al menos tratarlo.
Armando Alonso Vigil, jugador de la Peña Bolística Piloñesa y artífice de la iniciativa, se puso en contacto con la concejala de Cultura, Viri Iglesias, y esta, a su vez, con la presidenta de la Asociación de Muyeres Algame, Carolina Carmona. Este mes de octubre, la idea ha tomado forma y han comenzado las pruebas.

A lo largo de dos tardes, una quincena de vecinas de Piloña de todas las edades se han animado a probar. «Se trata de jugar y de divertirnos», explica la presidenta de la asociación Algame.
En esas primeras jornadas de iniciación, la nuevas jugadoras han contado con el acompañamiento de Armando Alonso y también de dos mujeres que llevan más de una década en el mundo de los bolos, ambas como únicas integrantes femeninas de sus respectivos equipos: Isabel Casado, de la Peña Bolística Ribadesella Cuatreada, y Diamantina Vallina, de la Peña Bolística El Piles, de Gijón.
«Es un placer venir y jugar con ellas», cuenta Isabel Casado, quien se adentró en el mundo de los bolos asturianos allá por 2010 durante una visita al pueblo riosellano de Moru, «tirando unas bolas». Desde entonces, no ha dejado de jugar.

Tanto Isabel Casado como Diamantina Vallina recuerdan que los bolos asturianos han pasado mejores momentos en cuanto a presencia de jugadoras. Años atrás, rememoran, jugaban en peñas de Nueva, Ponga, Cangas de Onís, El Berrón, La Joécara…»Pero eran todas mayores», explican.
La elevada media de edad de los jugadores, tanto hombres como mujeres, es uno de los grandes problemas de los bolos asturianos. «Esto de los bolos va de capa caída. En nuestra peña el futuro es incierto, por esta zona no hay mucha gente que se pueda sacar», apunta Armando Alonso. Además de mujeres, su meta es incorporar a niños para asegurar el relevo generacional.

Los bolos en la variedad de cuatreada –la más popular y la jugada en este caso-son «precisión y estrategia» y para jugadoras como Isabel Casado una «joya» a conservar frente a juegos de fuera. «Resulta que vamos a Parque Principado a pagar por los bolos americanos y tenemos aquí esto, que es gratis y que es nuestro», evidencia.
«Hay que jugar», respalda Armando Alonso, quien «ve cantera» entre las mujeres de Piloña. La hoja de ruta pasa ahora por seguir entrenando en la bolera municipal en jornadas abiertas a todas las mujeres –pertenezcan o no a Algame- y que aquellas con más interés y aptitudes acaben jugando de forma regular y federándose.
«Si vemos a mujeres jugando, eso nos motiva», señala Carolina Carmona. Se trata, como en tantos deportes, de que existan referentes y que la presencia de mujeres deje de ser «lo anecdótico».

Variedades «de preferencia femenina»
Los bolos asturianos son desde 2017 Bien de Interés Cultural inmaterial y constituyen el «juego tradicional de más relevancia en la historia de Asturias». El estudio que acompañó a esa declaración, en la descripción de variedades y siguiendo el ‘Atles de los bolos asturianos’ de Carlos Suari, apunta a la existencia histórica de algunas modalidades «de preferencia femenina» como los bolinos de Cudillero, el cuatrín de Agones (Pravia), los bolos rodaos de Navia, Coaña y El Franco; los bolos jugados en las localidades valdesanas de Otur y Valtravieso o el cuatrín, de Cudillero, de «exclusividad» femenina y ya desaparecido.
El resto de esas variedades consideradas «de preferencia femenina» se terminaron convirtiendo «en juego para todos los públicos».







