Por el pueblo llanisco marchó una procesión encabezada por los gaiteros, seguidos del estandarte de la Guadalupana, el ramo de pan y medio centenar de mozas y niñas vestidas de aldeana llanisca
Tiempo de lectura: 3 minutosLas andas salen a la procesión con la Virgen personalizada en un óleo pintado en México en 1892. | Fotos: Guillermo Fernández
Como viene sucediendo desde hace 117 años, la localidad llanisca de La Pereda celebró el viernes su fiesta grande en honor a la Virgen de Guadalupe, en el interior de una iglesia costeada en su totalidad por emigrantes locales a México a finales del siglo XIX e inaugurada el 2 de agosto de 1907. Todos los actos que se celebran en el exterior del templo tienen lugar entre retorcidos y seculares castaños, robles y fresnos. Es ahí, en la Vega de San Roque, «donde mejor suena la gaita asturiana«, según apreciación del llanisco Ramón Melijosa Cuevas.
La fiesta comenzó con el traslado del ramo desde el Cuetu la Cruz hasta la iglesia. La pirámide de panes se desplazó a hombros de cuatro porruanos y acompañada por el gaitero Julián Herrero y su hermana Conchita, que ejercía de tamboritera. De oficiar la misa se encargó el párroco, Florentino Hoyos, y la eucaristía contó con el acompañamiento vocal del coro parroquial de Parres que cantó la Misa Asturiana a la gaita.
Tras la función religiosa se formó una procesión encabezada por los gaiteros, seguidos del estandarte de la Guadalupana, el ramo de pan y medio centenar de mozas y niñas vestidas de aldeana llanisca. En La Pereda, la Guadalupana no tiene imagen y las andas salen a la procesión con la Virgen personalizada en un óleo pintado en México en 1892. El sacerdote y un elevado número de romeros cerraban la comitiva.
De vuelta a la iglesia, las mozas entonaron las coplas del ofrecimiento del ramo, escenificaron la Reverencia y el parragués Ricardo Gómez ‘Cardi’ subastó los panes. Tal vez el Pericote que se baila en La Pereda sea el más genuino de entre los que se interpretan en el concejo. Un año más, la triada estuvo formada por Gema Cea, acompañada por sus hijos Conchita y Emilio. La mañana se daba por concluida con la danza prima. Tuve el gusto de conocer y platicar con el matrimonio mexicano formado por Bernardo Alonso, con ascendientes en la localidad leonesa de Torrebarrio el Alto, y su esposa Mari Loli Sánchez, con familia en San Roque del Acebal y emparentada con Raúl Villar. Ejerció como anfitrión Bruno Sánchez Pontón.