La mágica ceremonia cumple once ediciones convertida ya en uno de los actos más queridos de Les Piragües
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Hay noches que no se olvidan. No por lo que ocurre, sino por lo que se siente en ellas.
En Arriondas, cada víspera del Descenso Internacional del Sella, cuando el reloj se acerca a las once y media, el aire se carga de emoción, de historia y de luz. Es la hora de L’ Allume del Sella, una ceremonia mágica que este año cumple once ediciones y que se ha convertido ya en uno de los actos más queridos de esta fiesta internacional.
Tras la ceremonia de apertura del Descenso, la presentación de los palistas y el izado de banderas internacionales, llega el momento más íntimo. La plaza de Arriondas se llena de gaitas que tocan con alma, de voces que se funden en canciones y de gente que luce orgullosa sus chalecos del Sella, collares de flores y banderas al viento. No hace falta que nadie explique nada. Todos saben lo que viene.


L’ Allume es un acto de memoria, una ofrenda de fuego a quienes amaron el Sella y ya no están, o están lejos. En silencio o entre abrazos, vecinos, piragüistas, selleros y visitantes portan sus candelas decoradas con cuidado, casi con devoción. Muchas llevan nombres, fotos, flores, palabras. Cada una guarda una historia.
En esta edición, antes de que partiera el desfile, se hizo un sentido homenaje a Chema López Suárez, quien encarnó al rey Aurelio durante cuatro décadas en el desfile previo a la salida. Su hija Claudia, muy emocionada, fue la encargada de recoger y portar la candela con su imagen, que se colocó en el pelotón de salida junto a Don Dionioso y Don Emilio.


Las gaitas guían el desfile desde la plaza hasta las orillas.
«¡Corred selleros al río!.
Que en esta noche asturiana…Don Dionisio…Don Emilio…y demás selleros que faltan, descienden hoy por el sella iluminando sus aguas…»
El piragüista Tomás Peruyero (pregonero de esta 11 edición) coge el micrófono para leer los versos que inician el descenso de candelas.


«Navega la mágica noche… una candela por alma…en honor de aquel sellero que en Arriondas desfilaba…”
¡Convocamos a los selleros! Acudan a nuestra llamada. Todos al río en recuerdo de los amigos que en llamas descienden remando el sella en esta noche de piraguas…».
Y entonces, ocurre. Las aguas oscuras del Sella se llenan de luz. Cientos de candelas flotan río abajo, creando un paisaje de estrellas líquidas que se mueve al ritmo de música de viento. El murmullo del público se apaga. Solo queda el sonido del agua, la música, la emoción compartida.

A la cabeza del desfile viajan tres candelas muy especiales. Una lleva el nombre de Dionisio de la Huerta, el alma fundadora del Descenso, cuya presencia sigue viva en cada tramo del río. Detrás, le sigue el Rey Aurelio, sonriente. La ultima, lla de Emilio Llamedo, quien presidiera durante años el CODIS y cuya figura sigue siendo esencial en la historia moderna de esta competición. Los tres representan a todos los que hicieron del Sella mucho más que una carrera: una tradición, un rito, una familia…Algo sacro.
Los fuegos artificiales inundan de luz todo el valle, mientras centenares de candelas desfilan Sella abajo… El Asturias Patria Querida cierra los actos de la noche. Una noche llena de llumbres que honran el pasado pero también alumbran el futuro. Una noche para recordar que el Sella no se rema sólo con fuerza, sino también con el alma.















