Sagrada fiesta

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Una fiesta se podría definir como una jornada de alegría y diversión, pero también de cultura, de tradiciones que siguen vivas, del patrimonio inmaterial preservado gracias a ellas.   

En las fiestas de los pueblos conviven una mezcla de elementos sagrados, populares y folclóricos. Cada lugar tiene además componentes propios, características que las hacen únicas como las celebradas en el oriente asturiano, con el concejo de Llanes a la cabeza en volumen y solemnidad. 

Una fiesta sirve para reforzar el sentimiento colectivo de los vecinos y para la identificación con el patrón, un santo o la Virgen, elemento diferenciador frente a los habitantes de otra localidad. Incluso contribuyen a estrechar lazos familiares mediante las comidas que habitualmente se celebran el día grande.  

Un día de fiesta en cualquiera de los pueblos del extremo más oriental de Asturias presenta hoy elementos comunes: misa, procesión, ramos, bailes, plantación de la hoguera, mozos y mozas ataviados con los trajes de llanisca y porruano, danza prima y verbena.  

Sin embargo, a lo largo de los siglos las fiestas han ido cambiando, son una «superposición de temporalidades», con elementos precristianos, cristianos, medievales, modernos y contemporáneos. Para la antropóloga riosellana Yolanda Cerra Bada, las fiestas «como cualquier manifestación cultural, no son vestigios de un pasado arcaico que han llegado hasta aquí sin modificaciones».  

Los festejos populares han experimentado épocas de pujanza dispar. El pasado siglo se reactivaron con la presencia de los indianos, vecinos emigrados a América cuyas fortunas les permitía asumir la casi totalidad de los gastos festivos. 

Los indianos regresaban a sus pueblos natales específicamente para las fiestas, a las que contribuían con la contratación de las mejores orquestas y los más afamados gaiteros, el enriquecimiento del traje de llanisca con deslumbrantes abalorios, la compra de voladores, el suministro de electricidad hasta el prau o desembolsando cifras desorbitantes en la puja por los panes del ramo. 

El ramu

La subasta de los ramos, que alcanza precios muy superiores al valor real de los panes, son en realidad una forma de revalidar el prestigio personal conseguido con los años.  

Los ramos son, junto con el icono religioso, el elemento más importante de la procesión posterior a la misa. Ambos marchan sobre andas y acompañados por sendas comitivas: el ramo por las aldeanas y el santo por los curas. 

La hoguera

Otro elemento singular de las fiestas del oriente es la de la plantación de la hoguera. Se trata de un rito pagano, asociado en sus orígenes a la fertilidad y las cosechas, y que hoy sigue sirviendo para crear conciencia de identidad local. En Llanes, concejo donde más arraigada está la plantación de hogueras, año tras año los de Balmori retan a los de Celorio, y en Nueva los simpatizantes de La Blanca desafían a los del Cristo

Días antes de la fiesta los hombres eligen un árbol, actualmente un eucalipto y antes un aliso, lo cortan y lo trasladan al pueblo. Le quitan la corteza, la rama y los nudos, dejando la copa, donde antaño se amarraba dinero, un gallo y hasta un bollo de pan. Hoy es común que la hoguera se corone con las banderas de España y Asturias.  

El tronco, que puede superar los 40 metros, se planta casi siempre al lado de una iglesia, en una plaza o cerca de una antigua bolera, donde permanece hasta el año siguiente.  

Los trajes

Elemento central de un día de fiesta son también los trajes. Una fiesta no es tal sin mozas vestidas de llanisca y mozos de porruano. Tal costumbre, de la que participan desde niños a adultos, no atañe solo a los vecinos, sino que visitantes –especialmente veraneantes ligados al pueblo- alquilan trajes para lucirlos el día grande.  

Los bailes

La dimensión musical de la fiesta es también seña de identidad, parte indispensable de la celebración. Desde las panderetas que las mozas tañen al compás de los tambores durante las procesiones al desfile de bandas completas o los más modestos acompañamientos de gaita y tambor, la cultura musical asturiana resuena y crea esa atmósfera vibrante que rodea a los festejos.  

Presentes siguen asimismo los bailes, escenificados en festivales folclóricos en los que se alternan, en función de la zona y de la propia fiesta, desde el Pericote al Corri Corri, pasando por jotas y xiringüelos.  

Resulta innegable que desde hace décadas las fiestas de los pueblos son un atractivo turístico, pero si la celebración y sus elementos han sobrevivido es gracias al arraigo entre los vecinos. Con ellos, con su empeño y apego, permanece la fiesta, sus símbolos y una parte esencial de la cultura asturiana. 

Invierno o verano, multitudinaria o más modesta, que ni este 2025 ni en el futuro decaiga nunca la fiesta

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