La 52 edición de la cita quesera reúne en Arenas a quince elaboradores de la DOP, con precios entre los 30 y los 45 euros
Tiempo de lectura: 3 minutosLos puestos de las queserías atraen a numerosos compradores en la 52 edición del Certamen. | Fotos: Xuan Cueto
Acudir al Certamen del Queso Cabrales es mucho más que presenciar la subasta. Es ante todo para muchos de los cientos de asistentes la oportunidad de hacerse con un trozo de los mejores quesos de elaboradores de la Denominación de Origen Protegida (DOP). En total, quince queserías participan en el mercado de esta 52 edición del certamen: Queseria Francisco Bada C.B., Quesería Arangas, Quesería Los Puertos, Quesería Colladín, Vicente Tolosa, Quesera del Cares, Quesería Juan José Bada Herrero, Quesería Valfríu, Quesería Ángel Díaz Herrero, Ganadería Rieses, Quesería Maín, Quesería Asiegu, Quesería Vega de Tordín, Cueva del Molín y Quesería Dionisia López
En su conjunto ponen a la venta 1.005 kilos, con precios entre los 30 y los 45 euros y un interés del público que no cesa, con continuas transacciones a lo largo de la mañana.
Además del queso, en la jornada central del Certamen son protagonistas quienes hacen posible que la tradición llegue hasta nuestros días. Así, el reconocimiento a la Pastora Mayor de los Picos de Europa recae en María Eugenia Deliciosa Alonso Trespalacios ‘Maruja’, de 84 años. La suya ha sido una vida consagrada al pastoreo, labor que desempeñó en la Canal de Somas y en Espinas y que, como tantas mujeres, compaginó con cuidado de sus hijos. El resultado de ese esfuerzo es la satisfacción de ver el fruto de ese trabajo convertido en tesoro de esta tierra cabraliega.
El reconocimiento Xana Naranjo de Bulnes (o Picu Urriellu) es por su parte para Alicia Díaz Marqués, joven de 19 años que reside en Arenas, estudia Derecho y que representa el futuro de la tradición.
En la periodista Aitana Castaño recayó el honor de pregonar el Certamen, con un discurso en el que destacó la importancia de las mujeres en la conservación del Cabrales. De ellas ensalzó como aportaron esfuerzo, lágrimas, sudos y desvelos. Recordó además su propio vínculo con el queso, que ya comía de guaja incluso con arroz. Rememoró en ese viaje a la infancia el papel de su güelu, quien siempre tenía un trozo de Cabrales para cada ocasión, desde la cena al momento previo de acostarse o de ir al colegio. Por ello, subrayó, su amor por el Cabrales es infinito gracias a su güelu, quien le enseñó a saborearlo.
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