Villahormes homenajea a San Antonio

Se cumplen 50 años desde el traslado del festejo de la fecha invernal del 17 de enero, como especifica el calendario, al 13 de agosto, cuando más calienta el sol

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La procesión de San Antonio recorrió las calles de Villahormes . | Guillermo Fernández

La localidad llanisca de Villahormes homenajeó este miércoles a San Antonio Abad, momento en el que se cumplieron 50 años desde el traslado del festejo de la fecha invernal del 17 de enero, como especifica el calendario, al 13 de agosto, cuando más calienta el sol. Eso sí, en la jornada de la víspera los simpatizantes del santo habían plantado una hoguera de 36 metros en el prau del Valle y los socios, cerca del medio millar, dieron buena cuenta del bollu preñáu y la botella de vino.

La fiesta del día grande comenzó con un pasacalles matinal a cargo del Grupo Principado, un cuarteto de gaitas y tambor del que formaban parte Manolín Vela, llegado de Poo; el local Dani Ríos, y los hermanos Vicente y Gregorio Trespalacios, procedentes de la localidad peñamellerana de Llonín. Con esta marcha, el pueblo quedó enterado de los que estaba por venir.

Superado el mediodía se celebró misa en la capilla, oficiada por el párroco Domingo González y cantada por el Coro Manín, de Lastres. Al finalizar la eucaristía se formó una procesión que en la mayor parte del recorrido se mueve a la sombra de castaños y robles centenarios. Abrían el cortejo tres comunicativos rapaces en el traslado de dos ciriales y una cruz, ellos eran, respectivamente, Manolo Félix Ardines, Carlos García Amieva y Alejandro Cueto Di Martino, este último con raíces familiares en Silviella (que no Sevilla) y Nápoles.

En manos de Maikel Cueto Gutiérrez emergía el estandarte de San Antonio, una ambarina tela estrenada en agosto de 2011. Por detrás marchaban los dos ramos, uno de rosquillas variadas y otro de pan artesanal. Y a continuación aparecían más de medio centenar de mujeres ataviadas con el traje de aldeana llanisca, cantando y tañendo la pandereta al compás de un tambor en manos de Gema Regueiro, una moza que escribe maravillosos e intimistas poemas.

Seguían las andas con la imagen del santo, el párroco y un elevado número de fieles y devotos. De regreso a la ermita, las mozas entonaron las coplas de la despedida hasta el año venidero y pronto se hizo muy evidente el disparo de potentes voladores.

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