Tres ramos repletos de rosquillas de anís, rosquillas dulces y pan artesanal y más de medio centenar de niñas y mozas ataviadas con el traje de aldeana procesionan por las calles del pueblo llanisco
Tiempo de lectura: 4 minutosEl sábado festejaban a San Antonio en la localidad llanisca de Piedra y hasta allí viaje. Antes de que yo llegara lo habían hecho Julián Herrero y Paco Cue, gaitero y tamboritero de Balmori, respectivamente, y cuatro mujeres de Porrúa que habían elegido la sombra de un árbol achaparrado para sentarse en la corrada de una casa del barrio de Joyagueru, el lugar desde el que salían los tres ramos. En menos de diez minutos, el amplio espacio era un hervidero humano. Ofrecía los tres ramos la familia Tamés Cantero y ejercía como anfitrión Tinín Tamés, que quería felicitar a su hija María Tamés Dorado por su reciente graduación en Enfermería.
Los anfitriones dispusieron un selecto aperitivo del que formaban parte empanadas de bonito, tortillas de patata, quesos de todas las denominaciones, embutidos y exquisitas pastas. Para acompañar el condumio había vinos, cervezas, refrescos y una bebida que me sorprendió, la Quina Sansón. En mis años mozos fui vendedor de Quina Sansón, un vino fabricado en la localidad vallisoletana de Quintanilla de Onésimo y que se utilizaba como ‘medicina’ para abrir el apetito. Su presencia fue elemental en cualquier hogar hasta finales de la década de los setenta y regalo habitual para una mujer que acababa de dar a luz. Hoy, para mí, es una reliquia. Quina Sansón es un vino aromático de sabor dulce y acaramelado, con especias y toques de regaliz y anís.
Los ramos de rosquillas de anís, rosquillas dulces y pan artesanal marcharon a hombros de los mozos. | Fotos: Guillermo Fernández
Tras el aperitivo en el domicilio de Tinín Tamés se formó un desfile folclórico que recorrió las abarquilladas caleyas de Piedra. Iban por delante los gaiteros, quienes abrían paso a los tres ramos repletos de rosquillas de anís, rosquillas dulces y pan artesanal. Seguían más de medio centenar de niñas y mozas ataviadas con el traje de aldeana llanisca, tañendo sus panderetas y entregadas en los cantares propios de la festividad bajo el acompasado ritmo que marcaban dos tambores manejados por las lugareñas Ana Pérez Traviesa y Nerea Cantero.
Piedra cuenta con un lugar mágico del que forman parte la bolera, la escuela, hoy convertida en centro social, la capilla de San Antonio y el incomparable aspecto que al visitante ofrece la peña de Llabres, de infinitas tonalidades verde. En la ermita se celebró el sábado la misa en honor a San Antonio, eucaristía que fue oficiada por José París, sacerdote orionita y párroco de Santa María de Posada.
Tras la función religiosa se formó una procesión que, en recorrido de ida y vuelta, visitó la parte del pueblo que había quedado huérfana en el desfile folclórico matinal. Para ello solo fue necesario acoplar a la comitiva las andas con la imagen del santo. San Antonio se presentó ante la multitud de curiosos sobre un manto floral compuesto por rosas rojas, ramas de paniculata y aromáticas puntas de eucalipto joven. De regreso a la capilla se lanzaron al aire los cuatro vivas de rigor: Al santo, a las aldeanas, a los porruanos y a Piedra.
La mañana festiva se dio por concluida con la subasta de los panes del ramo y un interesante festival folclórico. Acompañados por gaita y tambor, mozos y mozas bailaron el Quirosanu, las jotas de Cadavedo y el Cuera y el Xiringüelu de Naves. Y asistidos con voz y pandereta por Marta Elola interpretaron la Carrasquina y un Pericote de cuatro triadas.