La localidad llanisca guarda las tradiciones como pocas en el concejo y festeja el día grande en honor a la santa con una comitiva folclórica integrada por una pareja de gaiteros, tres ramos de pan, varias decenas de porruanos y más de un centenar de niñas y mozas
Tiempo de lectura: 3 minutosLos mozos portaron tres ramos de pan. | Fotos: Guillermo Fernández
Parres es una localidad llanisca que guarda las tradiciones como pocas en el concejo y como cada 18 de julio toca festejar el día grande en honor a Santa Marina. Antes del mediodía salió desde el pueblo una comitiva folclórica en dirección a la capilla que la santa tiene al pie de Mañanga. Del cortejo formaban parte una pareja de gaiteros, tres ramos de pan, varias decenas de porruanos y más de un centenar de niñas y mozas vestidas de llanisca que cantaban y tañían sus panderetas al ritmo que les marcaban dos tambores en manos de Egreryi Fernández y Lucía Fernández González.
A las doce en punto comenzaba la misa campestre oficiada por el párroco, Florentino Hoyos, a quien asistían tres monaguillos. De cantar la eucaristía se encargó el coro parroquial de Parres, bajo la batuta de Gema Cea, que interpretó la Misa Asturiana, acompañada a la gaita por Julián Herrero, llegado desde Balmori. Sobre el culto a Santa Martina en Parres, el párroco matizó que se trata de «una tradición transmitida por nuestros mayores, manifestada en la fe y el cariño por la santa».
Al término de las misa se formó una procesión que trazó un circulo rodeando la vega. Encabezaban la marcha el gaitero Julián Herrero y el tamboritero Paco Cue, quienes abrían paso al estandarte de la santa estrenado en 18 de julio de 1969 y que este año enarbolaba Iñaki Fernández. Por detrás aparecían tres ramos de pan artesanal a hombros de parragueses enfundados en el traje de porruano. Seguían un centenar de mozas de llanisca, caminando marcha atrás para no dar la espalda a la imagen de la santa. Santa Martina se presentó a lugareños, devotos, curiosos y turistas sobre un manto floral formado por claveles blancos, rosas rojas y ramas de paniculata. Las andas procesionaron a hombros de cuatro vecinos: los hermanos Pablo y Jorge Arenas, Francisco Carrandi y Francisco Sobrino.
Con el cartel de ‘no hay billetes’ en la vega, las mozas cantaron la Reverencia y el ofrecimiento del ramo. A continuación, en grupos familiares, llegaron las ofrendas a la santa de corderos, tartas de almendra y flores. Regresó la imagen de la santa a la capilla que le sirve de morada a lo largo del año y tuvo lugar la subasta de las ofrendas. Seguidamente, acompañados por gaita y tambor, los críos bailaron la Carrasquina y el Xiringüelín, mientras que los mayores escenificaron el Fandango de Pendueles, las jotas de Cadavedo y el Cuera, el Xiringüelu de Naves y el Pericote. Y la mañana se daba por concluida con una monumental danza prima. Luego, en grupos de familia y amistad algunos romeros convirtieron la pradería en pintoresco comedor al aire libre, otros se desplazaron de restaurante y el resto se fueron a manducar a sus domicilios.