«Si te quieres quedar, no te vayas. Que no te deslumbre una imagen de vida mejor. Porque la vida es vida en todos los lados»

SONIA ESTRADA COPÍN | Muyer Rural del Oriente 2024

Tiempo de lectura: 13 minutos

El entusiasmo que le pone a la vida es tan intenso que Sonia Estrada Copín (Mestres, Piloña, 1977) es varias personas dentro de una sola. Es auxiliar de enfermería, gaitera, ganadera ecológica, madre… Es mujer y de pueblu. Por ser eso, muyer rural, recibe este 2024 el galardón que concede anualmente el Colectivu Feminista de Muyeres Rurales del Oriente coincidiendo con el Día de la Mujer Rural, este 15 de octubre.  

Como la mujer con arrojo que es comienza respondiendo a la pregunta más difícil.

– ¿Qué significa ser mujer rural?  

– Nunca lo había pensado hasta que no me dieron el premio. Hay una frase que hace muchos años que digo, que es que vivo donde quiero vivir. Siempre tuve mucho apego al sitio donde estoy y a la gente. A mí me gusta salir a la calle y ver caras conocidas. Siempre te dicen que en Oviedo vas a ganar más. ¿Y qué? Yo no quiero marchar, yo estoy muy bien aquí. Y siempre dije que soy gaitera rural, pero soy mujer rural. No sé, simplemente por la forma de vivir, que lo disfruto. Sin más. 

– ¿Y ese disfrutar se aplica a qué? ¿A la gaita? ¿Al hospital?  

– A todo, a cualquier cosa. Yo es que me despisto con los paxarinos y me quedo mirando. Disfruto con las épocas del año y con todo, con los triunfos de los demás, con los guajes de los demás… Es una forma de vivir la vida. 

– De entre todo lo que eres, dices que te quedas con la música. 

-Sí.

-¿Por qué?

-Porque la música lo llena todo. Me levanto por la mañana cantando, ya tarareando, con cosas en la cabeza. Voy oyendo música en el coche porque es donde más tiempo tengo. Podcast, descubres grupos de otro lado, miras en internet… Pues voy a buscar la partitura de esto, pues voy a ponerme, pues ya sale, pues vaya instrumento que acabo de descubrir de no sé qué país, pues hay una charla sobre instrumentos tradicionales de Eslovaquia y voy… Es que la música es un todo. Es un compendio de todo. Y después es un desestresante. Vamos, cómo quedas de relajada después de una hora de ensayo. Y tiene un rollo muy social. Te relacionas con gente a la que le gusta lo mismo. Es muy gratificante. Todos los días te llega algo: Oye, ¿viste esta canción? Mira los adornos de esta. Oye, pues podríamos tocar, juntarnos y tocar el lunes. Y te juntas con ese grupo. O hace falta ir a tocar de apoyo a tal sitio, pues se va. Te da mucha vidilla.  

-Escuchaste música desde muy pequeña en casa. 

-Y además de todo. Me tocaron los tiempos de ser una guaja y escuchar a todas horas Barón Rojo. Y los Dire Straits. Crecí con música, mi madre cantaba copla todo el día. Salías a la puerta y había gente oyéndola. Y yo entraba y decía: ¡Mamá, ahí hay un señor! Y a lo mejor paraban a escuchar.   

– ¿Y la gaita cómo entró en tu vida?  

-Porque empecé a cortejar con mi marido. Y era gaitero. Yo escuchaba muchísimo folk asturiano. Muchísimo. Trabajaba por los veranos, lo típico que se trabajaba siempre en verano, sacando para comprar algo de ropa y tal, pero no para pagarte clases. Cuando empecé a trabajar ya pude pagar las clases.    

-¿Aprendiste aquí, en Piloña?  

-Aprendí aquí, sí. En la Escuela Pública de Música. Yo tiro mucho por las escuelas siempre. Es importantísima la formación musical de un crío. Le da vida interior. Animo muchísimo a los padres, voy por ahí e intento que cojan la gaita, que toquen el tambor, que hagan cosas. Tiene un ambiente buenísimo, además. Se relacionan. Esos ambientes para los críos son muy buenos, se hacen independientes.  

-¿Cuántas mujeres gaiteras había cuando tú empezaste? 

Cuando yo, que me dé cuenta, aquí estaban dos neñes de Cardes, que todavía tocan las dos. Es verdad que lo de gaitero siempre se asoció más a la figura del paisano. Antes estaba Justina Castañón, que ya murió. Nada más.  Ahora hay, hay. Que presta. Además queda muy guapo. Estéticamente enseñas los dos trajes, porque claro, no es sólo tocar, es la cultura que llevas contigo. Estás manteniendo una tradición. Tocar en el momento justo, hacer que se emocionen, tocar de todo…Desde entierros hasta bodas. A mí las bodas me gustan, soy de celebrar el amor, siempre me ha gustado a mí mogollón. Y la gaita es un instrumento muy mítico en Asturias. Puedes dar todas las vueltas que quieras. Te da opción a tocar con una orquesta sinfónica y a tocar eso, una despedida de un vecino. 

Desde hace nueve años, Sonia forma parte de la Banda de Gaitas Ciudad Cangas de Onís. Junto a compañeros de esa formación participó en 2021 en la interpretación de ‘La noche celta’ que la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) ofreció en el Puente Romano de Cangas de Onís. «Tuve la oportunidad y fue impresionante. Todavía no sé cómo pude librar aquella.  Muy impresionada por el nivel que había allí», rememora.   

Desde hace unos seis años, Sonia es también gaitera en pareja junto a un tambor. Una tradición que les lleva por Asturias tocando principalmente en fiestas patronales.  

-¿Impone plantarte en un sitio con la gaita y ponerte  tocar? 

-Cuesta mucho salir a la calle. Me llamó un mozu de Alea que toca el tambor y dijo ‘necesito una gaitera que venga conmigo’. Y yo dije ay madre, me parecía tan fuerte. Y él, que ya estaba tralláu de andar por ahí, me dijo ven p’ acá. Y empecé a ir con él. Fue el tambor el que me llamó a mí. Y me salvó porque me abrió una puerta. Tenía esa deuda pendiente y no me atrevía, no daba el paso nunca. Hay que atreverse. Hay que decir, venga, aprieto el culo y voy. Si vas con una buena actitud, la gente responde muy bien. Hombre, a ver, te piden el éxito del verano, pero si hay que tocarlo… Habrá que hacerlo. Es divertido, es muy divertido.  

-Según cumplías años, pensaste que lo tendrías que dejar. ¿Por qué creías eso?

-Porque te ves que van pasando los años y toco con un críu de 16. Pero claro, después manda al corazón. Manda al corazón que te dice, vas a seguir porque estoy es tu vida ya. Está muy metido, es una forma de vivir. Pero claro, pases la típica intersección de que tienes una vida muy estable y tal, y dices, no, yo estoy como una cabra. Y tienes inseguridades, claro, es que las tienes. 

-¿Cuesta hacer entender a los demás que llega un sábado o un domingo y los dedicas a tocar? 

-Yo en la agenda tengo las cosas de gaita y después ya relleno con los demás. Tengo suerte de que a los amigos les gusta. Entonces van a verte. El verano es frenético. Pero hay que aprovecharlo porque después acaba octubre y ya hasta enero, que empezamos generalmente la primera, en enero, no hay nada. Entonces hay que aprovecharlo. 

Juntos forman una curiosa pareja de gaita y tambor. Ella de 47 años, él de 16. Sonia Estrada Copín y Marco Zarabozo Blanco recorren cada año cientos de kilómetros, de fiesta en fiesta , en cualquier evento que se les ponga por delante.

De cuantas fiestas recorren, la de San Tirso de Viña (Cangas de Onís) es especial para Sonia por ser la primera de su calendario anual. Se celebra el 28 de enero y a Viña, cuenta, Marco y ella van en madreñes.

«Luego llega el invierno y sí, salir salgo. Pero estoy mirando las cámaras y a las doce de la noche estoy ‘esto ye una pata de un ternero, está pariéndome una vaca’. Eso me pasa mogollón. Salir corriendo de una noche, de una cena». 

Esas cámaras que Sonia mira son las de su ganadería ecológica, formada por 36 reses de asturiana de los valles y cruzadas. También limusina «porque tienen un manejo muy sencillo» y le «encantan les vaques sin cuernos».

-¿Cómo empezó lo de tener ganáu? 

 -Yo tenía yeguas. Con el primer sueldo del hospital compré una yegua que todavía tengo, ‘Lola’. Y de ahí a les vaques fue un paso. No sé, empezó así, a lo pijo. Mira, que xatines, pues vamos a comprarlas. Y no teníamos ni dónde guardarlas. Fueron para la cuadra de un familiar. Crecieron, andaban por allí y dijimos, pues inseminación y que tengan terneros. Parieron hembras, que se queden en casa. Y empezó a multiplicarse la cosa.  Y no tenía ni idea. Veía vídeos de YouTube para los partos, preguntaba a los vecinos… Encima tuvimos un virus un año que murieron unos cuantos terneros. Al principio dices madre mía, qué desastre, yo no voy a poder. Pero si otros pueden, ¿por qué no voy a poder yo? Y vas como curtiéndote, a la vez que vas viéndolo de otra manera. Los animales tienen todos su nombre y su personalidad. Tienes mucho cariño a los que son de casa. Sabes que los hijos son para otra cosa. Te obsesionas con mejorar esa parte enana de tu mundo, con hacer una vida en torno a eso. Y de repente estás muy conectada al medio y no te diste cuenta. Te cambia la vida.   

-¿Qué se aprende de los animales?  

Que ellos van por instinto y al final nosotros también lo tenemos. Yo quiero protegerlos, quiero que estén bien. Tenemos ahora una convaleciente y estoy ahí con ella, ahí dándole ánimos.  Cuando están bien, es una pasada. Ahora con el mosquito, pues… Ayer una estaba regular. Encima parecen las siete plagas, siempre hay algo. E investigas mucho. Preguntas a veterinarios, preguntas a gente. Cuando comen, yo quedo mirándolas comer como… no sé. Me gusta, sin más.  

– Poco a poco, trabajando, ¿se consigue que sea rentable? 

 Tarda. Tarda mogollón. Si llegamos a tener que sacar un sueldo de ahí, ni de coña. Esto está guay, eso, como segunda cosa. Y así tienes una zona atendida, esos praínos y esos animales generan una zona natural. Y el tema ecológico también está muy bien. Yo no había pensado en lo ecológico hasta que un año se me iluminó la bombilla. Era como estábamos trabajando. Y dije: ¿Por qué no lo certificamos?  

Sonia Estrada Copín, siempre sonriente. | Gloria Pomarada

Además de gaitera y ganadera, Sonia es auxiliar de enfermería. Esa es, en realidad, su profesión principal, a la que llegó tras una operación de garganta y una larga convalecencia.  

«Yo hice auxiliar de enfermería porque me operé de la garganta y es que les moces que me trataron se portaron tan bien que yo salí de allí, yo quiero trabajar aquí. Y estudié por eso, por lo bien que me trataron. No se me olvidará, había una chica de Tineo que me enseñó mogollón. Y yo le decía voy a ayudarte a hacer la cama porque yo me sentía tonta allí, lo mío era solo de la garganta. Y me acuerdo que puse una sábana y ella decía, no, no, no, al derecho, es que cuesta lo mismo hacerlo bien que mal. Y salí de allí con la idea de que yo quería trabajar en un hospital como ellos».  

Desde hace 24 años Sonia trabaja efectivamente en un hospital, en el Grande Covián de Arriondas. Más concretamente en la consulta de dermatología, de ocho a tres y sin perder jamás la sonrisa.  

-Cuentas que siempre vas contenta a trabajar. 

-Sí. A mí me gusta mucho mi trabajo. Veo gente y me siento muy útil. No me imagino trabajando en otra cosa. 

-Decías que hay que defender las escuelas públicas. ¿Lo mismo con la sanidad pública?  

-A tope, porque es que ahí es donde está todo. Vamos, es impresionante. Yo tengo compañeros y compañeras que esas sí son súper mujeres. Uno no se da cuenta de lo que hay hasta que no lo ve.  Hay que usarlo bien y defenderlo. Vivimos en una zona que los sueldos son lo que son, las pensiones son lo que son. Si hay que pagar, no llega. Los servicios no los hay que recortar. Del tipo que sean, desde la luz pública hasta los sanitarios, por supuesto. 

– A ti que te conoce tanta gente, cuando te ven por el hospital, ¿sientes que les reconforta encontrar una cara conocida?  

Lo que pasa es que no puedo ir a visitar a todo el mundo. Porque, claro, estoy trabajando y a veces salgo ya tan cansada que… Pero me mandan muchísimos mensajes: Está fulanito, vete a saludar, está no sé quién… Oye, ¿podrías llevar el periódico? Claro, sí, claro que voy. Oye, ¿puedo hacer una videollamada? A ver, vamos a hablar con tu fiyu. Oye, échale un ojín a ver cómo va, que ayer quedó nerviosina…Y presta. No sé, es algo natural, sale. 

-Cuando te jubiles del hospital, ¿quedará la música? 

-Sí. Ahora ya estoy convencida que sí. Tuve mis dudas, ya te digo. No sé si fue la barrera de los 40 que te da qué pensar… Pero ahora está claro.   

-Y ahora que eres una muyer rural con reconocimiento, ¿qué les dices a las que vienen detrás?  

-Que no tengan dudas, que si se quieren quedar aquí, que se queden. Yo oigo a veces, no, es el mi fíu va a hacer la carrera, porque aquí no hay nada, que marche. A mí me pillaron los tiempos malos. Los finales de los 90 y los 2000, que no había donde ganar un duru. Es que no había trabajo ni en hostelería. Mi pareja tuvo que irse a trabajar fuera, al País Vasco. Y yo no quería y no quería. Y mira, al final tuve suerte, porque estaba agarrándome ahí, a aguantar. Yo digo a la gente, si te quieres quedar, no te vayas. Que no te deslumbre una imagen de vida mejor. Porque la vida es vida en todos los lados. Y la vida puede llevarte de rebote un trabajo que te enamore. Tampoco hay que encasillarse, hay que ser flexibles en todo. Aquí además hay calidad de vida. Y de repente te das cuenta de todo lo que tienes alrededor, cómo te valora la gente. Eso en un ámbito cosmopolita, ese tipo de contacto no lo tienes. Yo digo que el que se quiera quedar, que no lo dude. Que pelee por quedarse. Está muy bien salir, estudiar, estar por el mundo. Y con todos esos súper conocimientos, puedes venir  y echarlos a rodar aquí. 

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