El arte en bolas triunfa en Porrúa

La pequeña localidad llanisca volvió a acertar de lleno con ‘Porrúa en Bolas’, un festival de intervención artística que conjuga —magistralmente— arte contemporáneo y mundo rural

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El colectivo artístico La Casa en Llamas plasmó como símbolo la casa y las estaciones. | Xuan Cueto

Lo primero que asaltaba este domingo al llegar a Porrúa era una sensación festiva. Los prados, salpicados de arte y artistas; los senderos, llenos de gente; las calles del pueblo, convertidas en todo un hormiguero de personas…

En el prau del Llacín sonaba la música mientras la gente brindaba y los niños corrían. Al tiempo, el humo de una gran paella cocinándose a fuego lento se mezclaba con esa brisa cargada de salitre que siempre merodea el lugar.

Este domingo se celebraba ‘Porrúa en Bolas’, un evento que transforma este pequeño rincón llanisco en todo un festival artístico. Una fiesta, con mayúsculas, que mezcla arte contemporáneo y ruralidad con naturalidad y acierto.

En el centro del Festival, las auténticas protagonistas: las bolas de silo.

Esos fardos negros, rellenos de hierba para alimentar al ganado que aquí forman parte inseparable del paisaje. Símbolo del mundo ganadero, se convierten por un día en rotundos lienzos sobre los que diferentes artistas —de distintas disciplinas y todos vinculados a Asturias— dan rienda suelta a su creatividad.

Pero lo mejor es que ‘Porrúa en Bolas’ no se agota en un fin de semana. Las bolas pintadas permanecen.

Obviamente, estarán allí hasta que se necesiten como alimento para el ganado, pero mientras tanto, siguen formando parte del paisaje y convierten el pueblo en una galería de arte al aire libre, abierta para que cualquiera la recorra en un paseo.

Además, para todos los visitantes que lleguen tras el evento, la organización (a cargo de la Asociación Cultural Llacín) ha habilitado una exposición sobre la historia y el fin de este Festival Artístico, abierta durante todo el verano.

Cinco años pintando en negro

La cita, que en este 2025 celebra ya su quinta edición, comenzó en tiempos de pandemia: con dos bolas, dos artistas, mascarillas y distancia social.

Cinco años después, ‘Porrúa en Bolas’ se ha convertido en un evento imprescindible que crece edición tras edición, demostrando que —desde el medio rural— se pueden crear propuestas culturales originales y expansivas sin perder de vista la tradición, la cultura local y la idiosincrasia de pueblo.

En esta edición, los artistas invitados a participar fueron 15. Desde primera hora de la mañana se repartieron por la rodeada, armados con pinceles, rotuladores, colores… Pintaron en directo, rodeados de visitantes que preguntaban, charlaban e intercambiaban impresiones con ellos. 

Así, en la entrada de la localidad estaba Verónica Grech, llegada desde Avilés y concentrada en dar color a dos bolas. La artista explicaba que su pintura pretende ser un saludo: una bienvenida al pueblo llena de elementos que aluden a la naturaleza. Su idea, funciona: la gente al pasar saludaba, respondiendo a los mensajes y a los guiños que estaba plasmando.

«He venido atraída por la originalidad de esta propuesta y por el reto que supone pintar en un soporte así», contaba.

Unas docenas de pasos más allá, en otra esquina de un prau, Ainhoa Riesco (procedente de Gijón) también estaba concentrada. Le faltaba poco para concluir su obra: un homenaje al enorme árbol de aguacate que luce frente al museo etnográfico de Porrúa. 

«Entre las hojas del aguacatero he ido insertando pequeños dibujos que hacen alusión al folklore y  a la memoria. Elementos muy simples que todos conocemos, comunes a todas las culturas», contaba ya casi con la labor acabada. «Es la primera vez que vengo a pintar pero suelo venir a Porrúa en Bolas todos los años de público. Esta propuesta es sumamente original e interesante, así que estoy contentísima de estar aquí manos a la obra».

Igual de contentas que Ainhoa y llegadas desde Madrid estaban las chicas del colectivo artístico La Casa en Llamas: Laura, Andrea, Alejandra y Belén. Comprometidas con la lucha feminista, se afanaban acabando cuatro bolas en las que (partiendo del símbolo de la casa) estaban representadas las cuatro estaciones.

«Externamente son cuatro casas, durante las cuatro estaciones del año. Pero lo que buscamos es provocar un diálogo sobre el espacio doméstico, sobre el hablar de lo de adentro y lo de afuera, sobre el papel de la mujer como cuidadora del hogar…», explicaban.

Era la primera vez que venían al Festival y estaban encantadas con la experiencia: «Han sido unos días muy especiales e inolvidables. Una experiencia increíble que no sólo nos da la oportunidad de exponer nuestro arte o de participar en algo tan único sino también de conocer a otros artistas y disfrutar de este paisaje…», describían satisfechas.

En otra esquina del lugar, entretenida con los verdes y con la pintura ya casi concluida estaba Helena Toraño, pintora profesional oriunda de Poo que para pintar su bola escogió detalles muy cercanos, muy de la naturaleza local, de las fábulas… Muy de Asturias. 

La llanisca describía la experiencia como un placer: «Mis obras siempre están inspiradas en la naturaleza asturiana. Para mí es todo un gustazo trabajar así, al aire libre, rodeada de los elementos a los que siempre aludo en mi arte. Estoy muy en casa», narraba sonriente, contenta también por poder charlar con la gente que se acercaba a ver las obras y por el buen resultado obtenido en un lienzo tan distinto al que usa habitualmente.

Así, a medida que fue avanzando la mañana y llegando la hora de comer, los artistas fueron dejando sus obras plantadas por todas partes: más de 15 ‘cuadros’ nuevos y originales que adornarán todo el verano (y más allá) las calles de Porrúa, convirtiéndola en toda una galería de arte al aire libre

Un vermú en Bolas que incorpora paella

Pero Porrúa en Bolas no concluye cuando los artistas terminan de pintar. La buena acogida del evento hace que las novedades y las propuestas que se tejen alrededor suyo se vayan sucediendo año tras año. 

Así, tras el paseo por el festival de intervención artística que hoy era Porrúa, la cita estaba en el prau del Llacín, a la sombra del gran aguacate, donde se celebró la segunda edición del ‘Vermú en Bolas’, una propuesta que pretende facilitar las relaciones entre los artistas, los habitantes de Porrúa y los asistentes al Festival ofreciendo productos locales y música en vivo.  

Como novedad, este año se estrenaba una comida popular a base de paella de la que disfrutaron más de 100 comensales, ideada para propiciar el diálogo distendido y el disfrute de todas las personas que participan de esta iniciativa.

Además, desde la Asociación Cultural el Llacín explicaban que -desde el jueves- Porrúa en Bolas ofreció actividades paralelas al festival, extendiendo sus brazos más allá del domingo con propuestas como ‘Xenti en bolas’, que busca promover una participación intergeneracional y que propició que niños y niñas, gente mayor o personas con diversidad funcional dieran rienda suelta, todos juntos, a su creatividad.

Todo un éxito que dejó numerosos y originales lienzos pintados por toda la rodeada, con distintas reivindicaciones y mensajes a todo color. 

En definitiva, que con esta quinta edición, Porrúa en Bolas confirma su madurez como festival y, sobre todo, como propuesta vanguardista desde el mundo rural. Una cita original y única en la que arte y tradición se funden, reivindicando la identidad de pueblo y la cultura ganadera al tiempo que se deja claro que el arte moderno también pueden cultivarse en los praos. 

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