En busca de una familia

En 2023 se abandonaron cerca de 200.000 perros en España. La protectora Animales de Oriente es una de las muchas asociaciones animalistas que lucha contra esa vergonzosa lacra

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Son las once de la mañana de un viernes del mes de julio y ahí afuera llueve fuerte; tanto que parece otoño y el día, gris y frío, sólo invita a quedarse en casa, a ponerse a resguardo, a saborear café caliente… Sin embargo, y a pesar de que son horas de su tiempo libre, Mari y Carlos ya trabajan hace rato: se afanan dando vueltas y repartiendo el desayuno a lo largo y ancho de un recinto en el que –ahora mismo- conviven más de una veintena de perros.

Su tarea (veloz, decidida y adornada de una amplia sonrisa) se envuelve en una jauría de ladridos nerviosos que resuena sin cesar, alegres y ansiosos por recibir una de sus dosis diarias de cariño y atenciones.

Un poco más allá (en una caseta de obra atestada de sacos de pienso, latas de paté, medicinas y mantas)  Pedro se toma un descanso breve mientras fuma, mirando la calle: a su lado, tumbada, una enorme mastín de 70 kilos (Bella) le acompaña, cerrando los ojos con placer al contacto de las caricias distraídas que él le propicia mientras reflexiona (una vez más) sobre la labor que ejercen: “Es duro, muy duro –dice sin dejar de mirar afuera- pero también enormemente satisfactorio: la amistad de un perro es algo que te cambia por dentro”, asevera.

No habla por hablar: él, sin duda, ya no es el mismo que cuando empezó en esto, hace muchos, muchos años. Por sus manos han pasado cientos y cientos de canes, cada uno con una historia, y eso marca para siempre:

“Para dedicarte a esto no sólo es necesario que te gusten los animales y que quieras regalarles tu tiempo libre: también hace falta tener un callo especial, una coraza dura. Si no, puedes acabar hundido”, remarca, admitiendo que muchas personas empiezan ilusionadas y duran muy poco. “A veces es difícil mantenerte positivo, pero hay que intentarlo. También es importante la paciencia: aquí nada pasa de un día para otro. Y hay que saber que siempre, y aunque las cosas estén cambiando, por una adopción que consigues entran dos casos nuevos y toca volver a empezar; esto no es un sprint, sino más bien una carrera de fondo”, señala.

Estamos en Animales de Oriente, una protectora de animales con sede en Piloña que -desde hace ya más de una década- se dedica a recoger y cuidar a los animales errantes (perros y gatos principalmente) que aparecen en el concejo y nadie reclama: perdidos, abandonados, maltratados, decomisados… Todos ellos vienen a parar aquí, un recinto vallado en medio del bosque, y son cuidados con esmero por la fuerte red de voluntarios que integran esta entidad mientras esperan una oportunidad, un golpe de suerte, una familia o un milagro.

“Hay muchos, como Bella, que aunque sean perros fenomenales ya sabemos que lo tienen difícil: son animales ya viejos, de razas grandes, con traumas profundos… Ves que pasa el tiempo y nadie se fija ni pregunta por ellos… Este acaba siendo su hogar. Nosotros intentamos darles todo lo que necesitan pero, sobre todo, intentamos que se sientan queridos, importantes y parte de la familia. A muchos cuesta quitarles los miedos o la tristeza de encima: hay que tener paciencia y no perder nunca la esperanza o la ilusión. Hay que trabajar y venir a diario para que sientan que están seguros. Hay que ser constante y pensar que esta labor nunca se acaba…”, remarca.

Es así: el colectivo de voluntarios que -como Pedro, Mari y Carlos- integran esta protectora no tiene vacaciones y, además, acumula diferentes especialidades: no sólo reparten comida, limpian, cepillan, pasean o dispensan amor y medicinas, también hacen de psicólogos caninos, de casas de acogida, idean iniciativas que fomentan la adopción, salen de casa a cualquier hora para atender avisos, acompañan al veterinario, realizan curas, dan biberones… E, incluso, se encargan de hacer un escrupuloso acompañamiento y seguimiento de las personas interesadas en adoptar a alguno de los perros.

“La parte de los cuidados del voluntariado y casas de acogida es fundamental pero otro pilar importante es fomentar que la gente adopte. Y cuando alguien se decide a hacerlo, ponemos mucho cuidado en conocerle para saber cuál de los perros se adapta mejor a sus rutinas, casa, forma de vida… Es un proceso que no es inmediato: hay que conocer al animal y que él te conozca. Hay que respetar los tiempos…Y una vez finaliza, siempre llevamos un control para saber si todo va bien: no se trata de ser pesados (aunque se interprete así muchas veces) sino de garantizar que cada perro que sale de aquí no vuelva a entrar nunca en un lugar como este”, cuenta poniéndose ya de pie.

El tiempo de descanso ha concluido: Mari y Carlos ya tienen casi toda la faena hecha pero aún queda sacar basura y acercarse al veterinario. Chispa (un cruce de Bull Terrier de 7 años casi ciega) tiene que ir a quitarse unos puntos y a Dólar (un cruce de pastor alemán que ya lleva dos años en el recinto) le toca revisión por una torsión de estómago que sufrió hace poco: “Uno de los voluntarios le notó raro y le llevó a consulta: tuvieron que operarle de urgencia. Si nadie hubiera venido por la mañana, no se hubiera salvado. Por eso es tan importante contar con muchos voluntarios: cuantos más seamos más tiempo podemos pasar aquí”, dice acariciando con mimo al animal del que habla, que parece entender sus palabras y asentir silenciosamente.

 Pero Animales de Oriente no sólo necesita voluntarios, como el que salvó la vida a Dólar, como Mari, Carlos y Pedro o todos los que vienen aquí cada día; también abren sus puertas los fines de semana para que cualquier persona sensibilizada con la causa o que esté pensando en adoptar puede acercarse y sacar a pasear a alguno (o varios) de los perros por la zona. “La jornada de puertas abiertas es una forma de que cualquiera, interesado en adoptar o no, se acerque a conocer a los perros:  familias con niños, gente que se plantea adoptar y quiera conocernos o  simplemente, personas que tengan ganas de dar un paseo bien acompañadas”.

Además, también necesitan gente dispuesta a ser casa de acogida, donaciones de pienso, latas, mantas, trasportines, correas, medicinas, juguetes… Cualquier tipo de ayuda es bien recibida (y aprovechada) en este lugar que -estiman- conlleva gastos de hasta 30.000 euros al año.

“Funcionamos con un sistema de socios, con la colaboración del Ayuntamiento, ayudas, donaciones… En el veterinario nos hacen un descuento especial, vendemos lotería, calendarios, hacemos una romería anual en el prau de la Cueva… Y así vamos sufragando esta locura como podemos”, relatan sonriendo; aunque su sonrisa sea tristona y refleje esa impotencia de saber que -por desgracia- ni todo el oro del mundo sería tan valioso como conseguir lo que realmente persiguen: visibilizar y acabar con el abandono de animales, una lacra social que el pasado año afectó (sólo en España) a más de 170.500 perros.

“Aunque las cifras siguen siendo altas, y aquí lo vemos cada día, algo vamos mejorando: el primer año llegamos a tener ochenta perros custodiados y ahora mismo tenemos alrededor de treinta, contando los que están en casas de acogida. También creo que es una labor de futuro y de educación: no se trata de pelear o polemizar para cambiar la mentalidad de un paisano de pueblo, sino de educar a las generaciones que vienen detrás para que esto, de verdad, algún día termine”, arguye Pedro convencido.

Ya casi son las doce y media y hay que seguir trabajando: como último apunte, los tres declaran que aunque se encuentren casos muy duros que te hacen perder la fe en la humanidad,  las adopciones y finales felices equilibran la balanza y les hacen “reconciliarse” con el género humano. Y si tienen que escoger, prefieren quedarse con eso: con el montón de adopciones felices que han gestionado desde el año 2008 y con el amor (único, incondicional, sincero y grato) que les proporcionan todos y cada uno de los animales a los que ayudan.

Es mediodía, pleno mes de julio y sigue diluviando: Dólar, Mari, Carlos y Chispa se van al veterinario mientras que Pedro se queda, arañando unos minutos más de su tiempo personal para no dejar el recinto solo: nos despide rodeado de tres cachorros de pastor alemán que le trepan y le lamen como el buen amigo que es. Ellos todavía no saben cómo funciona el mundo. No tienen impresa en la mirada la tristeza y confusión que tanto abunda en este sitio y que todas las personas que hacen Animales de Oriente se ocupan de paliar a base de voluntad, cariño, tiempo, constancia y paciencia.

Para conocer más de cerca todo lo que acontece en Animales de Oriente puedes pasarte por sus redes sociales: en ellas cuentan su realidad día a día.

También puedes escribirles, para enterarte de cómo echar un cable.

Y si no puedes adoptar, colaborar, hacer una donación ni ser casa de acogida, quizás puedas compartir sus publicaciones (o incluso compartir este artículo): puede que así alguien más conozca su labor o se interese por uno de los más de veinte perros que esperan una familia que les quiera para siempre.

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