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Su llegada fue una revolución.

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Una revolución para los estómagos hambrientos en una tierra hostil para los cereales hasta entonces conocidos.

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Pero también una revolución para el sistema agrario e incluso para la socialización.

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El trabajo comunitario de deshojar y enriestrar el maíz era la razón de ser de esfoyazas o esbillas, pero no menos importante era el ocio que llevaban aparejado.

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Entrado el otoño, sin apenas fiestas, las esbillas o esfoyazas eran un oasis, la ocasión de intercambiar historias con los vecinos, de ver y ser vistos... Y también de entablar relaciones.

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En torno al maíz se fraguaban noviazgos. Algunos de forma curiosa, como lanzando panoyes a quien despertaba un interés amoroso. Algo así como un ‘match’ de los tiempos que corren.

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Maíz
Tiempo de lectura: 11 minutos

Del maíz es bien sabido que llegó de América como una bendición, capaz de aclimatarse y de quitar más fame en Asturias que cualquier otro cereal de los hasta entonces cosechados en una tierra poco propicia para esos cultivos. El maíz alimentó bocas durante más tres siglos, pero también corazones; porque no solo de comer vive el ser humano.  

Al igual que la castaña y sus magüestos, el maíz tiene una dimensión social. Conocida como esbilla hacia el oriente y esfoyaza al occidente, esa reunión para deshojar panoyes (mazorca en castellano) suponía trabajo y, a la par, celebración. La labor de deshojar se realizaba en comunidad, con la ayuda de vecinos y cada noche en una casa.  

El maíz alimentó bocas durante más tres siglos, pero también corazones; porque no solo de comer vive el ser humano

De casa en casa, el calendario podía prolongarse durante más de un mes. Aquellas veladas se amenizaban cantando, contando historias y leyendas e intercambiando algún que otro cuento más propio de la crónica social del pueblo. Al acabar la tarea, la familia que había recibido la ayuda de sus vecinos invitaba a la garulla, en sus orígenes una cena a base de los productos de otras cosechas, como castañas, avellanas o sidra. Con los años el banquete fue creciendo en variedad. Se comía y se bebía en un ambiente festivo, amenizado por música y propicio para estrechar relaciones más allá de las meramente vecinales, de esas que entran en el plano de lo sentimental. El cortejo está considerado de hecho uno de los «principales núcleos funcionales» de esa celebración.

Una escena de la novela la ‘La aldea perdida’, de Armando Palacio Valdés, narra cómo se sucedían los acontecimientos en una noche de esfoyaza para los más jóvenes. Relata el autor de Laviana cómo «parejas amarteladas» se escondían por «los rincones oscuros del recinto»; cómo algunos mozos acudían con «más ganas de retozar y divertirse que de enristrar espigas». «Se chillaba, se reía, se arrojaban las mazorcas unos a otros, se tiraba de los pañuelos a las zagalas, se defendían ellas dando algunos vigorosos empujones que no pocas veces hacían caer de bruces a sus contrarios. Todo se hacía menos trabajar. […] Hasta que se hartaron de retozar no se dieron cuenta de que las mazorcas estaban allí para otra cosa que para servir de proyectiles amorosos». 

Al acabar la tarea, la familia que había recibido la ayuda de sus vecinos invitaba a la garulla, en sus orígenes una cena a base de los productos de otras cosechas, como castañas, avellanas o sidra

Hoy en día las esbillas que perviven lo hacen más con un fin de preservar las tradiciones que de preparar la producción de maíz. Existen fiestas, como el Festival del Esfoyón  de Navelgas, en Tineo; y asociaciones, como Llacín de Porrúa, en Llanes; que se han preocupado de mantener esa parte de la cultura asturiana. Cada año reúnen así a vecinos y curiosos en torno a la inveterada tarea de deshojar panoyes. La asociación cultural Llacín realiza el ciclo completo del maíz, desde la cosecha y la recogida hasta la esbilla. También el Muséu del Pueblu d’Asturies, en Gijón, dedica una jornada al maíz, con siembra y recogida en colaboración con el proyecto Tarucu de la Asociación para la Recuperación de la Memoria del Maíz Asturiano. 

«En Llacín intentamos que no decaigan aquellas actividades que suponían una participación vecinal y que van desapareciendo. A la vez que mantienes la tradición creas espacios para convivir, para participar y socializar, para la comunidad», explica Gerardo Gutiérrez Romano, presidente de la asociación cultural.

La esbilla o esfoyaza

El esfuerzo de colectivos culturales contribuye a que no se olvide el pasado, la historia de un cereal que a su llegada de América en el siglo XVII revolucionó Asturias. En esta tierra de clima húmedo el maíz se aclimató, cosa que no se había conseguido con el trigo. No solo eso, permitió la rotación de cosechas y en poco tiempo generó un rendimiento mayor que otros cereales. Y, como no, alimentó a las clases humildes, acechadas por el hambre.  

Dos veces ha quitado América fame a Asturias. La primera fue con la introducción del maíz, un cultivo extendido por la zona central del continente americano y México con más de 7.000 años de antigüedad. La segunda, desde el siglo XIX, con la emigración de asturianos al otro lado del Atlántico, movidos en tantas ocasiones por el ánimo de aliviar la precaria economía familiar, de quitar de sus casas una boca que alimentar.  

El maíz entró en Asturias por el occidente y la versión aceptada de la historia es que lo hizo de la mano de Gonzalo Méndez de Cancio, gobernador y capitán general de La Florida. En 1604 regresó a España trayendo consigo arcas llenas de maíz y una de ellas fue a parar a Tapia de Casariego, de donde era natural Méndez de Cancio y donde se plantó por primera vez en 1605.  

La recolección

Desde el occidente, el cultivo del maíz se fue extendiendo con rapidez por toda Asturias, hasta convertirse en elemento fundamental –cuando no único– de la dieta diaria. Así se mantuvo hasta mediados del siglo XX, principalmente con alimentos elaborados a base de su harina.  

Quien pudo mitigó el hambre de la posguerra con elaboraciones de harina de maíz. Recuerdan quienes vivieron como jóvenes o niños aquellos tiempos de escasez y cartillas de racionamiento que se desayunaba, se comía y se cenaba torta. Para desagrado de muchos, fariñes o farrapes, una especie de gachas también llamadas pulientes. En ocasiones especiales, boroña. 

Con las hojas secas se rellenaban los jergones, los colchones de quienes no podían permitirse mejores superficies para el descanso

Del maíz se aprovechaba todo. Con los tarucos se avivaba el fuego. Con las hojas secas se rellenaban los jergones, los colchones de quienes no podían permitirse mejores superficies para el descanso. Incluso se llegaron a emplear hojas como papel de fumar.  

También las plantas servían de forraje para los animales. Ese uso ganadero se mantiene y por tanto el maíz forrajero es el que más se planta en la región. Junto con Galicia y Castilla y León, Asturias es a nivel nacional una de las principales productoras. No así de maíz grano, cultivado principalmente en Castilla y León, Aragón y Extremadura. 

El secado

3 comentarios en “Maíz”

  1. Gerardo Gutiérrez Romano

    Guapu trabayu sobre el maíz.
    Gracias a Gloria Pumarada por divulgar sobre nuestru Patrimoniu cultural.
    En hora buena a todos los asturianos por el reconocimientu de la cultura sidrera.

    Gerardo Gutiérrez Romano
    Asociación Cultural Llacín
    Porrúa

  2. Un bonito y entrañable reportaje que nos trae muchos recuerdos a aquellos que tuvimos la oportunidad de vivirlo.
    Mi más sincera enhorabuena a Gloria Pomarada por el extenso y bien documentado reportaje y un eterno agradecimiento a todos aquellos que hacen posible que estas costumbres sigan vivas.
    Jorge Prado – Porruano

  3. Qué bien escrito!!
    Muchas gracias a la autora por este reportaje tan bien documentado y que sirve para aclarar muchos términos y conceptos relacionados con el maíz que los asturianos siempre hemos oído, pero que, yo al menos, no tenía bien definidos.
    Las excelentes fotografías también están a la altura del excelente reportaje. Muchas gracias, Gloria.

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