Porrúa, fiel a la tradición con ‘Los santinos’

El pueblo llanisco saca a la calle a casi dos centenares de niñas y mozas vestidas de aldeana llanisca, con pausa, orden y rigurosidad con las costumbres ancestrales entre quienes participan en la procesión de los santos Justo y Pastor

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Los santos Junto y Pastor, conocidos como ‘Los santinos’, marcharon por las calles de Porrúa. | Fotos: Guillermo Fernández

La localidad llanisca de Porrúa festejó este domingo a los santos Justo y Pastor, conocidos en el pueblo con el cariñoso apelativo de ‘Los santinos’. Justo y Pastor fueron mártires hispanorromanos, de Alcalá de Henares, mandados ejecutar por orden de Publio Dacio durante la persecución de Diocleciano. Pocos ‘huevos’ tenía el tal Publio Dacio cuando firmó la sentencia a muerte de dos niños de siete y nueve años. Así es la condición humana.

Es una suerte inmensa poder visitar Porrúa en fiestas. Los porruanos son clase aparte y no hay quien les iguale en estas cuestiones por los pueblos de Llanes. Sacan a la calle a casi dos centenares de niñas y mozas vestidas de aldeana llanisca, pero eso es lo de menos porque entre los que participan hay pausa, orden, respeto a la tradición, rigurosidad con las costumbres ancestrales y son implacables con el acatamiento a usanzas y arraigos. Aquí lo dejo.

A mediodía, Porrúa se puso en marcha para retirar dos ramos de pan artesanal en el domicilio de Montse Pérez, con residencia en el barrio de L’Aguiyón. Tras el refrigerio de costumbre se formó una comitiva folclórica camino de la iglesia parroquial. Marchaban por delante los hermanos Julián y Conchita Herrero, gaitero y tamboritera, desplazados desde Balmori. Seguían los dos ramos y medio centenar de niños y paisanos enfundados en el traje de porruano. Ellos abrían camino a unas doscientas niñas y mujeres vestidas de aldeana llanisca, quienes cantaban (y cómo entonaban) y tañían (cómo tocaban) sus panderetas al ritmo de un tambor manejado por Cristina Vigil, quien debutaba este año en el manejo de los palillos.

Al llegar al templo, los ramos y las mozas entraron en la iglesia para cantar las coplas del ofrecimiento de los panes. Este rito tiene más importancia de la que muchas personas se imaginan. Y es que gracias a la necesidad de cantar el ramo llegó hasta nosotros el traje de aldeana llanisca.

A la comitiva que llegó a la iglesia se acoplaron las andas con las imágenes de los santos Justo y Pastor para formar un cortejo procesional que recorrió medio pueblo. Más tarde se celebró la eucaristía y al finalizar la misa tuvo lugar un festival folclórico en el que mozas y mozos de la localidad interpretaron las jotas del Cuera, Leitariegos y Cadavedo, el Quirosanu, el Fandango de Pendueles, el Xiringüelu de Naves y un Pericote de seis triadas.

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