Del poderío que el pueblo atesoró se desprende que en el interior de la iglesia parroquial se conserven trece estandartes. Nueve de ellos salieron este año a la procesión
Tiempo de lectura: 3 minutosNueve de los estandartes de Vidiago procesionaron durante La Sacramental. | Guillermo Fernández
En una mañana de cielo gris, suave brisa y en plenitud los castaños que estaban a la vista, el pueblo de Vidiago celebró el pasado 22 de agosto su fiesta de La Sacramental. Hace más de una centuria, en las dos primeras décadas del siglo XX, Vidiago era la capital cultural del concejo de Llanes y en esa época llegó a ser la localidad española con mayor número de estudiantes universitarios por habitante. De ese poderío se desprende que en el interior de la iglesia parroquial se conserven trece estandartes, obsequio de otras tantas familias ‘aristocráticas’. Nueve de ellos salieron este año a la procesión. El entrañable Pin Vega enarbolaba la tela familiar dedicada a Nuestra Señora de Covadonga y el elegante Toño Castillo empuñaba la divisa del Corazón de Jesús.
En la jornada de víspera los lugareños plantaron una hoguera en la Bolera y en la cima del eucalipto colocaron las banderas de España y Asturias. Así sabrán a lo largo del año en qué dirección sopla el viento. El día grande comenzó con una misa oficiada por el párroco Ignacio Pérez Perela y un sacerdote ovetense, que acude cada año y se llama Abundio Martínez Malagón. Como siempre ocurre en Vidiago, pueblo que reza, el templo se encontraba abarrotado por fieles y devotos.
Tras la eucaristía se puso en marcha una procesión encabezada por el grupo de gaitas Principado y los dos ramos, el de pan artesanal custodiado por el concejal Juan Carlos Armas, de porruano y con un clavel blanco en la solapa. Seguían un centenar de niñas y mozas vestidas de aldeana llanisca, quienes abrían paso a la Custodia bajo un palio de seis apoyos y en manos del sacerdote ovetense. Una multitud de fieles, sin exagerar un ápice, cerraba el cortejo.
Como dicta la tradición, la comitiva se detuvo en un altar instalado en el palacio de La Cortina, inmueble propiedad de algún descendiente de la familia Suárez Guanes. De vuelta al templo se cantó el Himno de La Paz y los presentes desfilaron hacia la Bolera donde se celebró un interesante festival folclórico. Acompañados a la gaita por Vicente Trespalacios y al tambor por Manolín Vela, los lugareños bailaron las jotas de Oviedo y el Cuera, la Carrasquina, el Xiringüelín, el Xiringüelu de Naves y el Pericote.