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Se ha llevado el Premio al Mejor Documental en categoría Timelapse del Memorial María Luisa y otros tantos premios internacionales.

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La protagonista absoluta de la obra: la belleza de Asturias.

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Sus autores, dos fotógrafos enamorados de la tierrina que la recorrieron de cabo a rabo para retratarla.

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Emoción Asturias: el documental que retrata un respigo

avellana (7)
Tiempo de lectura: 8 minutos

«Asturias no es un lugar, es una emoción».

Esta frase, con todo el eco que deja tras de sí, es el inicio de un documental único.

Un documental tan especial que se ha llevado el Premio al mejor Timelapse en la edición 34 del Certamen Internacional de Fotografía y Vídeo Memorial María Luisa. 

Aunque, bueno, para ser justos, conviene explicar que la cinta de la que aquí se habla no es sólo un documental: podría definirse mejor como una oda, enamorada y poética. O como un cántico, visual y telúrico. Hasta como un retrato, en movimiento, del territorio asturiano. O como un recorrido intenso a través de las cuatro estaciones. Cualquiera de estas definiciones le encaja como anillo al dedo a este proyecto: todo un viaje, de más de 1000 días, por Asturias. 

Ribadesella, con su desembocadura del Sella y su playa de Santa Marina al atardecer. | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado

Pero, mejor, empecemos esta historia por su principio. 

Para ello, viajemos unos seis años atrás, a un día cualquiera en un rincón cualquiera de Asturias. Ahí comienza todo: el día que David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado (fotógrafos los dos) se conocen. 

Aunque sus trayectorias eran divergentes, encontraron puntos en común: uno de ellos, la pasión por el paisaje asturiano, por sus innumerables rincones naturales, por su atmosfera única… Los dos buscaban retratar Asturias de manera profunda; ansiaban conseguir inmortalizar esta tierra más allá del paisaje, retratando también su esencia y su capacidad para estremecer los tuétanos. 

Playa de Campiecho (Valdés). | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado

Ese día, David y Juan hablaron: de luces, de técnicas cinematográficas, de lugares al borde del mar, de niebla, de amaneceres, de montañas… también charlaron sobre timelapse, una técnica fotográfica que permite algo así como captar el alma de las cosas. Y de fotos, de proyectos, de trayectorias vitales… sin ser conscientes de que aquella inocente charla era el inicio de toda una aventura.

Lo que vino después fue quedar. Madrugones y largas pateadas por el monte, por valles sombríos o por acantilados, en busca de fotos con alma. Y no les hizo falta caminar juntos muchas veces, ni charlar muchas más, para corroborar que ambos andaban a la caza fotográfica de una emoción muy concreta: la que se desprendía de ciertos rincones de Asturias con sólo mirarlos. Algo parecido a un respigo.  Entonces, tuvieron el valor de imaginar un proyecto que plasmara esa emoción y se lanzaron de cabeza a realizarlo, formando un equipo con una misión muy concreta: capturar la belleza y la fuerza de Asturias. 

Bufones de Pría, en Llanes. | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado

Los planes iniciales eran bastante concretos: un año para tomar fotografías, englobando las cuatro estaciones. Medio año más para montar el documental. 

Así que, para comenzar, abrazaron un trabajo de campo metódico y diario: había que explorar, madrugar y acostarse tarde…había que armarse de paciencia, de buen ojo, de voluntad y de un buen equipo. Había que tratar de abarcar el máximo territorio posible y así lo hicieron. 

Pero resultó que, transcurridos 365 días,  Juan y David se dieron cuenta de que todavía les quedaba mucho que ver, conocer y retratar. Que quedaban muchos huecos por rellenar y que había que dejarse llevar por el viaje un tiempo más.

Sin ponerse ningún tope temporal, se dedicaron a seguir recogiendo pequeños testimonios visuales de la belleza asturiana, plantándose en centenares de rincones diferentes y aguardando, al son de los elementos y la meteorología, el momento preciso para disparar. 

Aguardando por el momento preciso para disparar. | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado

«No todas, pero muchas escenas exigieron una planificación minuciosa y cálculos precisos, casi sin margen de error. En otras ocasiones, tuvimos que ser persistentes y regresar al mismo lugar más de diez veces, estudiando el terreno durante días, buscando el mejor encuadre, la luz perfecta, la mejor circunstancia…», explican.

Y no se conformaron con eso: a las dosis de tiempo, paciencia y esfuerzos sumaron también ingenio e innovación: «Jugamos con técnicas novedosas o poco utilizadas en el mundo del timelapse: ojos de pez, planos nadir o técnicas cinematográficas, como el dolly zoom, para el que diseñamos y construimos un mecanismo que desplaza la posición de la cámara en el slider. También construimos un estudio de macrofotografía, con una mesa giratoria, un doble sistema de iluminación para el crecimiento de las plantas y la toma de fotografías, un sistema de riego…», relatan.

 «Sin duda fue un viaje lleno de emociones, de todo tipo. Y hubo muchos momentos de cansancio extremo, de frío, de calarnos hasta los huesos, de incomodidad, de frustración… pero, al final, lo positivo pesa mucho más que cualquier inclemencia o fallo», aseguran, aceptando que las severidades son parte del intenso viaje de exploración que se atrevieron a emprender y que tanto les cambió por dentro.

Picu Urriellu, en Cabrales. | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado

Cuando quisieron darse cuenta, habían pasado 700 días más.

Un total de 3 años enteros haciendo capturas.

Había llegado el momento de parar y poner orden.

Sobre el mantel, como si de un enorme puzle se tratase, tenían alrededor de 500.000 fotografías. A partir de ellas, empezaron a construir.

De aquel medio millón de fotos, hicieron una complicada criba que redujo las candidatas a 100.000. Y luego, otra más, afinando sin remedio hasta dejar el total en 30.000 instantáneas.

Carretera del puerto de Tarna (Caso). | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado

Luego, vino el montaje. Necesitaban un hilo argumental y se decidieron por –además de plasmar su recorrido por las estaciones- usar la narrativa del ciclo de un día natural completo: desde el amanecer hasta la noche cerrada. Y claro, no podían dejar nada importante fuera. Esta –confiesan- fue una de las partes más complicadas del periplo.

«Hacer la criba, decidir qué se queda y qué no, fue una parte difícil. Teníamos mucho material con alma.  Veníamos de tres años de andanzas, de ponerle corazón e ilusión a tope a las capturas…además, en el vídeo tratamos de plasmar la enorme variedad paisajística asturiana: de la costa a las montañas pasando por cascadas, bosques… y había que aprovechar material recogido en eventos singulares y complicados en un timelapse, como el arco iris triple en Cabo Peñas o la tormenta sobre Oviedo», cuentan.

Arcoiris triple en el Cabo de Peñas (Gozón). | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado
Tormenta sobre Oviedo. | David Álvarez Velicia y Juan I. Cuadrado

También, aprovechando la experiencia y maestría de Juan como músico, pusieron especial atención en el sonido, componiendo y grabando una banda sonora adaptada a cada estación. Luego, incluyeron efectos ambientales y algunas locuciones, con textos creados por Pat Alonso y con la voz de Cecilia Blanco. 

Finalmente, tras repasar decenas y decenas de veces el resultado y dejarse un poco los ojos en los detalles minúsculos, gastaron unos 200 días más en su andanza pero consiguieron terminar su obra: un vídeo de 600 segundos en el que se visualiza (danzante y bella) esa emoción, tan única y especial, que va adherida a los paisajes de Asturias.

Y aunque diez minutos (o seiscientos segundos) pueden parecer poca cosa para guardar todas las beldades y emociones que aglutina Asturias en sus paisajes, David y Juan han hecho magia gracias al timelapse y a su dedicación absoluta al proyecto, pariendo un documental que se desliza suavemente por el paisaje asturiano, captando un alma invisible pero con una potencia feroz, hermosa y conmovedora.

En definitiva, que ‘Emoción Asturias: Las cuatro estaciones’ es –sin duda – una pieza artesanal única, elaborada a base de mucha sensibilidad, pequeños esfuerzos y tiempo prolongado. Y precisamente por eso (por especial y por currado) el proyecto fue reconocido con el primer premio de su categoría en la última edición del prestigioso Certamen Internacional de Fotografía y vídeo Memorial María Luisa, así como con otra veintena larga más de premios que abarcan certámenes y festivales desde Lugo y Barcelona a Suecia, India, California, Portugal, Ucrania o Brasil.

Ellos -es normal- están muy orgullosos de estos premios. Pero si tienen que quedarse con algo, si hay de verdad algo que les infla, es el viaje completo. No un lugar en concreto, no un día en particular ni un reconocimiento especial: lo que guardarán como un tesoro para siempre es la fortuna de haber recorrido Asturias de cabo a rabo, explorándola (y retratándola) como si se tratase de un mundo nuevo.  Lo que de verdad les llena es la experiencia en sí, privilegiada, de emplear 1000 días viajando por el paisaje asturiano.

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