El Mazucu, la localidad más elevada del concejo de Llanes, celebró el sábado (1 de marzo, como manda la tradición) su fiesta del Ángel de la Guarda, un querubín que vive durante el año en una recoleta capilla
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Hace años, en el mes de abril de 2012, escribí por encargo un reportaje sobre el traje de aldeana llanisca. Recuerdo haberme currado bien el tema y de entrada había cedido la palabra a dos historiadoras para establecer los primeros axiomas sobre la prenda. Fe Santoveña Zapatero, historiadora llanisca de Vibaño, valoró que «el traje de llanisca es un atuendo femenino de aldeana adornado con azabaches. Idénticos trajes los hubo en las Peñamelleras, Cabrales, Onís, Cangas de Onís y Ribadesella, pero en Llanes se mantuvo por la vigencia de las fiestas populares y, sobre todo, por los rituales del ofrecimiento del ramo». Por su parte, la etnógrafa riosellana Yolanda Cerra Bada explicó que «el traje de aldeana llanisca que llega hasta nuestros días podría tener su origen a partir del año 1837, con el nacimiento de los bandos festivos llaniscos. Pero los primeros testimonios escritos sobre el traje de llanisca son de 1862».
Así pues, contra viento y marea, frente al sol, la lluvia o la nieve, Llanes conservó la tradición y mantener el rito de los cánticos del ofrecimiento del ramo fue fundamental.

El Ángel en El Mazucu se celebra siempre el día 1 de marzo, con independencia el día que toque de la semana y sin importar la climatología. Tengo delante la crónica de la fiesta del Ángel en El Mazucu del año 1925, hace un siglo y en pleno invierno. Cuenta el corresponsal del semanario llanisco El Pueblo de 7 de marzo de 1925, que «para acompañar y cantar el ofrecimiento del ramo, ataviadas de aldeana llanisca, estaban presentes María y Rosaura Llanes; Manuela y Josefa Haces; Cristina, María y Carmen Amieva; Santa Puertas, Delfina Rodríguez, Mercedes Abuela y Rosalía Villar». Detalla el periodista que los panes del ramo habían sido una «ofrenda de Irene Amieva, vecina de El Mazucu», y que del traslado se encargaron «los jóvenes Ramón Prada, Luis Gómez, Jaime Zapatero y Fernando Rodríguez».
Aquel 1 de marzo de 1925 la lluvia y la nieve fueron molestos visitantes de forma intermitente, lo que no impidió que durante toda la jornada subieran en autocar, coche, moto, bicicleta o a pie romeros de todo el concejo. La misa, a mediodía y costeada por Carmen Alonso, viuda de Puertas, fue oficiada por el párroco de Caldueño, Pedro Caunedo, auxiliado por los curas de Meré y Ardisana. Rita y Victoria Gutiérrez dirigieron el coro de voces local. Y el baile, amenizado por el afamado gaitero Manolo Rivas, se prolongó hasta las cuatro de la madrugada.
La crónica de El Pueblo me parece un excelente documento para concluir que Llanes mantuvo un arca repleta de esencias y ritos folclóricos con independencia de que fuera primavera, verano, otoño o invierno y con autonomía frente a la lluvia, la nieve, las nubes o el sol.

Volviendo a nuestros días, El Mazucu, la localidad más elevada del concejo de Llanes, celebró el sábado su tradicional fiesta del Ángel de la Guarda, un querubín que vive durante el año en una recoleta capilla a orillas de la carretera que sube hacia La Tornería o baja para Cortines, Villa o Caldueñín. La campana del campanil de esa capilla fue elaborada a partir de la cabeza de un obús de la Guerra Civil o incivil enfrentamiento, como el lector prefiera.
A mediodía, el mercurio del termómetro permanecía estático en la raya de los diez grados y no llovía. El barrucano Joaquín de la Vega ‘Chocolate’ soltaba andanadas de voladores y los romeros se iban concentrando en el barrio de La Cabezuca, lugar desde el que salían los tres ramos, una ofrenda de Ángela Millar Meré por el feliz nacimiento de su hijo Luis Pidal Millar, llegado al mundo el 22 de noviembre de 2023. Nacidos ya en el 2025 por allí andaban con sus padres y abuelos Xena Obeso y Juan del Hoyo. Impresionante.
En el terreno más elevado de El Mazucu, en una casa pintada de amarillo, vive feliz el madrileño Luis Javier Arcas Tendero ‘Jota’, jubilado aún joven del Ejército del Aire. Ataviado de porruano arrimaba el hombro en uno de los varales del ramo y formaba parte de la comitiva folclórica que se puso en marcha camino a la capilla. En aquella misma zona saludé a mi querida amiga Covadonga Villar Tresancos y a su sobrina Nerea Campillo Villar, que vive en la localidad cabraliega de Camarmeña.
Calzando madreñas, en lugar cabecero del cortejo que recorrió las ondulantes calles y caleyas de El Mazucu, marchaba Luis Obeso Celorio ‘El Páxaru’, quien llevaba a su estela a los hermanos Julián y Conchita Herrero, gaitero y tamboritera llegados desde Balmori. Por detrás se hacían visibles tres ramos, el de los críos de rosquillas y el de jóvenes y veteranos de pan artesanal. Más de medio centenar de niñas y mozas vestidas de llanisca cerraban la comitiva.

Frente a la capilla se acoplaron al cortejo las andas con la imagen del Ángel de la Guarda para dar comienzo a la procesión, que efectuó una parada en el Monumento al Emigrante, erigido en el mes de marzo de 1992 frente a la mole caliza de la Sierra del Cuera para recordar a «los emigrantes que nunca se fueron porque siempre soñaron con volver».
La misa, breve, transparente y productiva, fugue oficiada por el párroco José París, sacerdote orionino. Es un verdadero placer asistir a las eucaristías presididas por curas de la congregación religiosa Hijos de la Divina Providencia. En el exterior del templo las mozas entonaron los cantares del ofrecimiento del ramo y la Reverencia.

A continuación tuvo lugar la subasta de los panes y se remató la mañana con un festival folclórico. Tiene El Mazucu singularidades folclóricas como son la interpretación de dos piezas de baile tituladas ‘Los labradores’ y ‘Amor mío si te vas’, que se conservan en el pueblo desde finales de la década de los cincuenta del siglo XX. Se trata de dos bailes de inspiración castellana dejados en herencia al pueblo por María Teresa Aguado de la Huerga, una maestra que ejerció en El Mazucu durante tres años. María Teresa era leonesa, de la localidad de Cimanes de la Vega, fronteriza con el pueblo zamorano de San Cristóbal de Entreviñas. Asistidos a la gaita y el tambor, los mazucanos también bailaron las jotas de Cadavedo y el Cuera y el Xiringüelu de Naves, así como el Pericote, acompañado este último con voz y pandereta por Marta Elola. Desde la localidad de Parres acudió un grupo de vecinos, capitaneados por Raquel Díaz Caneja, con la intención de perpetuar el recuerdo, la memoria, de Juan Junco, quien viajó durante 36 años a la fiesta del Ángel conduciendo un veterano tractor John Deere.
Ya por la tarde, tras contundentes y reparadoras comidas en grupos de familia y amistad, con el cartel de ‘hasta arriba’ en la parrilla-restaurante El Roxín, tuvo lugar un concierto ofrecido por el Grupo Arella, del que forman parte Marta Elola, Dani Ríos, Txema Pires y Roberto Tárano. Hasta altas horas de la madrugada se mantuvo viva la verbena. Fue lo que hubo.










