Los cosecheros cambian, la avellana permanece

Los años van imponiendo el retiro, sin que ello signifique el fin de la tradición. Soplan nuevos aires y el Festival de la Avellana de Piloña avanza hacia un equilibrio entre veteranía y nuevas incorporaciones

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Acumula 53 ediciones de historia a sus espaldas, el tiempo suficiente para asentar costumbres, cifras y presencias. Sin embargo, nada es para siempre y el Festival de la Avellana de Piloña, como la cita viva que es, también se transforma al compás de los tiempos. Dos cambios fueron palpables en la edición de este 2024, íntimamente relacionados entre sí: la ausencia de algunos de los cosecheros de mayor edad y la disminución de kilos a la venta.

Era ya una certeza que este domingo en la Plaza del Ganáu de Infiestu se darían cita un menor número de cosecheros y que, por tanto, disminuirían las toneladas de ablana para comercializar. Tras un ligero repunte de última hora, las cifras se cerraron en 46 participantes y 2.600 kilos del otoñal fruto. Fueron menos, pero de calidad; lo que incentivó unas ventas continuadas a lo largo de la mañana, a razón de nueve euros el kilo. Pasado el mediodía apenas restaban remesas por despachar en los puestos, barridos al término de la jornada.

La merma de cosecheros se dejó notar así en los números, pero también en lo humano, con ausencias como la del emblemático Román Canal, de El Texedal. Los años van imponiendo el retiro, sin que ello signifique el fin de la tradición. En esta 53 edición quedó probado de hecho que soplan nuevos aires y que el festival avanza hacia un equilibrio entre veteranía y nuevas incorporaciones. Los cosecheros cambian, pero la avellana permanece.

La joven Ana, de 9 años, acudió por primera vez con las avellanas de la plantación familiar de Coviella. | Xuan Cueto

Que las incorporaciones son inferiores a las bajas es una realidad. Aun así, hay quien se sigue sumando y quien planta por primera vez ablanos. Es el caso de Juan Bulnes, de Coviella (Cangas de Onís), quien este domingo se estrenaba en el Festival piloñés con 150 kilos a la venta. «Es el mejor escaparate», explicó sobre la cita el cangués, quien inició hace tres años su plantación. Este es el primero con producción. La actividad no es suficiente para vivir, pero sí «un complemento» y una forma de mantener la tradición. Junto a Juan estuvo la pequeña Ana, de 9 años, encargada de ofrecer a los visitantes la prueba de les ablanes de la plantación familiar. Ella, explicó, también «cuida» de los árboles, una tarea que disfruta y que le permite «pasar el tiempo haciendo otras cosas que no sean ver la tele».

En Llames (Nava), Pedro Redondo y Sally Miles también se han adentrado en el cultivo de avellanos. En su caso con una plantación de 120 árboles iniciada en 2019. Este año, en su segunda edición como expositores en el festival, pusieron a la venta 50 kilos. «Da mucho trabajo todo el año», compartió Sally Miles, quien considera la actividad como un «complemento» y un «hobby».

A Piloña llegaron cosecheros de Laviana, Santo Adriano, Yernes y Tameza, Allande, Caso, Langreo, Grao, Amieva, Llanes, Cabranes o Gijón

Pese a ser Piloña epicentro de la avellana, la cosecha esta arraigada en el conjunto de Asturias y es amplia la representación de concejos que se dan cita en el festival. En esta 53 edición el listado fue abultado, con presencia de cosecheros de Laviana, Santo Adriano, Yernes y Tameza, Allande, Caso, Langreo, Grao, Amieva, Llanes, Cabranes o Gijón.

De Villaruiz, en Yernes y Tameza, y con 70 kilos de fruto llegaron Irene Siesto y Aitor Orue, fieles al evento avellanero de Piloña desde hace ocho años. Sus ablanas se cultivan en un «prao de la familia». Lo trabajaron primero los abuelos de Irene, más tarde su madre y ahora ella y su familia. «Las niñas ya ayudan bastante, presta que colaboren», compartió Irene. Su plantación, en un «clima de montaña», no acusó esta temporada el descenso en la producción que sí han percibido en otras zonas.

Isolina Lobeto, del pueblo piloñés de Espinaréu y una de las cosecheras más reconocidas, recordó en ese sentido que la vecería también está presente en la ablana y que, este, fue un año de poco fruto. Ella puso a la venta 50 kilos, que despachó «nada más llegar» a clientes habituales, que ya venían buscando su fruto por la calidad.

El también piloñés Juan Narciso Canto, de La Paradona, acudió con 150 kilos. «Hay menos cosecha, pero buena. Soy de los que más traigo», afirmó. Como en ediciones anteriores, expuso cinco variedades de ablana: turca, francesa, alemana, galesa y asturiana, «la más pequeña y sabrosa».

El público llenó la Plaza del Ganáu durante el Festival de la Avellana. | Xuan Cueto

El sabor es precisamente una de las cualidades que se valora en el concurso, pero no el único. La responsabilidad de seleccionar las mejores avellanas recayó en Guillermo García, técnico del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida), quien se estrenaba como jurado. Dos son los exámenes que deben superar los frutos, en primer lugar el del aspecto. La ablana debe tener «buen color, tamaño, ser homogénea» y carecer de «defectos». Superada esa primera criba, el fruto debe «cascar bien, estar seco, bien lleno, redondeado» y, por supuesto, «saber bien». «Tienen todas un sabor suave, pero bueno», detalló García.

La conclusión del jurado fue que la avellana de mayor calidad fue la presentada por Manuel García González, de Pintueles (Piloña). Para él fue también el tercer premio en la modalidad de mantenimiento de plantación. El secreto del éxito, compartió, es «trabajar mucho». A los premios por su labor sumó un tercero, el que le acredita como el cosechero de mayor edad de cuantos participaron en el Festival. A sus 78 años no ha faltado a ninguna de las 53 ediciones del evento y aún recuerda como, de niño, «ya mesaba ablanes». «Dan mucho que hacer», subrayó.

«Dan mucho que hacer», destacó Manuel García, ganador en calidad y mantenimiento de plantación

El segundo y tercer premio de calidad recayeron en cosecheros de Laviana, concretamente en José Simón Argüelles y Herminia Cortina Martínez. El reconocimiento a las mejores plantaciones, por su parte, se cerró en clave piloñesa. El primer puesto fue para Isolina Lobeto Sutil, de Espinaréu, y el segundo para Verónica Longo Faza, de El Texedal.

El cosechero más joven fue Areco Castañedo Blanco y los premios a la presentación se distribuyeron entro José Manuel Faza, Carmen Rodríguez y Verónica Longo. La mejor repostería casera fue la presentada por Conchi Pérez Rojo y la industrial, por La Cerezal.

Gimena Llamedo, Herminia Cortina, Manuel García, José Simón e Iván Allende. | Xuan Cueto

Más allá del fruto en bruto, la avellana estuvo presente durante el Festival con sus posibilidades de transformado. Por ejemplo dentro de miel, propuesta de Picotazos, de Cabranes; en crema de cacao como Asturcilla, también de Cabranes; o como aceite y harina, idea de Nacho Sariego, del núcleo piloñés de Mestres.

En el mercado que acompaña a los puestos de ablanes se dieron cita asimismo multitud de propuestas, desde artesanía a agroalimentación. Los premios de artesanía asturiana en miniatura recayeron en Tate Pendiente, Artax y Cris Curvy; los de cerámica, cuero y manualidades en Taller de Seril, Yunastur y Begoña Bobes; los de originalidades en Isa Vega, Cestos de Colores y Manitas Entretenidas; los de talla en María Josefa Artesanía y Madera, La Bruja Ludy y Geli Molina; y los de artesanía en madera en Margarita Morón, Pequeños Caprichitos y Solaya.

Completada la entrega de premios, los representantes institucionales tomaron la palabra para agradecer a los cosecheros su esfuerzo y dedicación. El alcalde piloñés, Iván Allende, les deseó «fuerza y ánimo», mientras que la vicepresidenta del Principado, Gimena Llamedo, valoró cómo Piloña es un concejo que «piensa en innovar, en el futuro» y que, a la par, permanece «anclado en las tradicones». Juan Cofiño, presidente de la Junta General, sostuvo por su parte que «estos productos tan singulares tienen que formar parte del futuro el medio rural».

El día grande del Festival de la Avellana, fiesta de interés turístico regional, se completó con un mercadillo en la calle Covadonga, muestra de aves en la plaza del Ayuntamiento, exposición de talla y trabajos en madera en El Prial y el VIII Alcuentru de bandes de gaites L’Ablana, con participación de La Kadarma, La Coruxina y Saxum.

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