«Quisiera que esta quesería no quede vacía»
Nuevos pobladores del programa ‘Volver al pueblo’ se acercan al pastoreo y la elaboración de queso Gamonéu del puertu de la mano de los hermanos Covadonga y Antonio Fernández, herederos una forma de vida ancestral en busca de relevo
Hay lugares a los que no se llega jamás por casualidad; por recónditos o simplemente olvidados, es necesario buscarlos. La sorpresa que suelen deparar esos lugares son sus gentes, pues quienes los habitan reciben como nadie, con los brazos abiertos. Quizás sea esa hospitalidad tan auténtica su forma de agradecer que, entre todos los lugares, se haya elegido el suyo.
La majada de Gumartini -en el Parque Nacional de los Picos de Europa, a los pies de la carretera que sube a los Lagos de Covadonga- es uno de esos lugares y la familia Fernández uno de esos anfitriones, siempre dispuesta a ofrecer un cálido recibimiento. Por la cabaña en la que elaboran queso Gamonéu del puertu han pasado desde turistas a políticos, un listado de colectivos tan largo como dispar al que esta semana se sumaba el de nuevos pobladores.
Antonio y Covadonga Fernández guían a sus visitantes por la majada de Gumartini. | Gloria Pomarada
Detrás de ese término están personas que se han mudado a la zona rural, en este caso a concejos del interior de la comarca oriental. Lo han hecho a través del programa ‘Volver al Pueblo’, desarrollado a escala nacional por la Confederación de Centros de Desarrollo Rural (Coceder) y que desde 2018 gestionan en el occidente asturiano la Fundación Edes y en el oriente la Asociación El Prial.
Que quien llegue se quede y lo haga además con la información más real posible, sin ideas románticas ni visiones bucólicas de los pueblos, es desde sus inicios seña de identidad del programa. También crear red y tender puentes entre nuevos y antiguos vecinos, así como mostrar las posibilidades existentes en el territorio, está entre los objetivos de ‘Volver al Pueblo’. Todo ello se alinea en los talleres de transmisión de saberes locales que El Prial desarrolla desde la pasada primavera, con temáticas que van desde aprender a cabruñar a sembrar la huerta y siempre impartidos por los verdaderos expertos, los vecinos de los pueblos.
Si alguien sabe de elaboración del Gamonéu del puertu es Covadonga Fernández. Maestra quesera y, ante todo, ejemplo de mujer fuerte y valiente, de su mano se adentraron una quincena de nuevos vecinos de concejos como Piloña, Parres, Cabranes o Cangas de Onís en la realidad de vivir y trabajar en los Picos de Europa.
Armada de su paciencia infinita, sin perder nunca una sonrisa tan dulce como sincera, Covadonga comienza a contar. Y lo hace por el final: “Me da mucha pena que esto se acabe”. Habla de la elaboración de queso en el puertu, pero también de una forma de vida.
A sus 67 años, transcurridos todos ellos en el puertu, rememora cómo antaño, al llegar a una majada, “dabas una voz y alguien contestaba”. Esa ausencia duele y evidencia de ello es que su hermano Antonio, de 76 años, relata la misma historia minutos después, al conocer en la quesería a los visitantes, recibidos también por él con los brazos abiertos. “Te asomabas a una majada y era la gloria. Voceabas y te contestaban. Por todas las vegas había pastores”.
LA VIDA EN EL PUERTU
“El ser pastor es un oficio, una carrera sin estudios”
La jornada comienza pronto en el puertu, a eso de las cinco. Toman el primer cafe con el amanecer y comienza la faena: voltear los quesos en el ahumadero, pasar los hechos el día anterior, mecer las ovejas, las cabras y las vacas.
Después cuelan la leche, que dejan reposar y echan a cuajar. A las dos horas cortan, dejan reposar y proceden el desuerado, amasado y colocación en los moldes. Por la tarde, se repite el ordeño y la limpieza. A ello se suman las jornadas en las que toca trabajo en la cueva, donde maduran los quesos.
“El queso Gamonéu es guapo, pero cuidao el trabajo que da. Llueva, haga sol, niebla o aire, hay que hacerlo todos los días. Yo aquí lo pasé muy bien, regular y hasta lloré de congoja por los animales”, cuenta Antonio, de 76 años. “El ser pastor es un oficio, una carrera sin estudios”, sostiene.
Si Covadonga es la experta en queso, Antonio lo es en pastoreo. Suele contar que en el puertu le salieron los dientes. Es también quien más tiempo pasa en la majada, a la que llega el 1 de junio y de la que no baja hasta que le obliga la nieve. El pasado año fue el 4 de diciembre. “Aquí quedo solo”, explica a su público, al que va adentrando en su mundo con la habilidad del buen narrador que es. Detalla que se levanta cada día a eso de las cinco y media de la mañana, que toma el primer café viendo amanecer y que las horas pasan sin descanso atendiendo a los animales: “cabras, ovejas, vacas, gochos, gallinas y perros”. “El queso Gamonéu es guapo, pero cuidao el trabajo que da. Llueva, haga sol, niebla o aire, hay que hacerlo todos los días. Yo aquí lo pasé muy bien, regular y hasta lloré de congoja por los animales”.
Esa preocupación por los animales proviene ante todo del lobo. La muerte de una res es solo una parte de la pérdida. Los ataques dejan animales heridos, abortos… y una sensación de impotencia en los pastores. De encontrar el cadáver, se enfrentan a continuación a los trámites burocráticos para recibir una compensación económica. De no aparecer el cuerpo del animal y su crotal, a una búsqueda por los Picos que, de resultar infructuosa, termina con el ganadero asumiendo la pérdida económica. Además del lobo, los hermanos Fernández enumeran como “trabas” el “matorral” y la propia burocracia del espacio protegido.
“El ser pastor es un oficio, una carrera sin estudios”, prosigue Antonio. “Si caes no tienes a nadie a quien llamar. Y aquí no hay cobertura”. Él, comparte, nunca ha tenido un esguince. “No sé si serán los huesos que están adomaos”, bromea.
Este verano, no obstante, la salud le dio un susto y tuvo que ser hospitalizado. “Salí del hospital echando leches pa’ acá. Si estoy en casa, de la cama al sofá, amomio”. En el puertu, en lugar de casa, reside en un “chalé”. E invita a los visitantes a conocerlo, atravesando la majada a paso ligero, el único que él conoce. “Sé caminar, no pasear. Pasear nunca pasée”.
Su “chalé” es una cabaña de piedra, la tradicional de los pastores con una cama y lo básico para subsistir. Al mirar al techo desde dentro, los más observadores identifican que está a teya vana.
La cabaña de Antonio, con el techo a teya vana. | Gloria Pomarada
Covadonga recuerda que antes ni siquiera contaban con agua y luz, pequeñas comodidades que hoy hacen la vida en el puertu más llevadera. Disponen además de la quesería, también dentro de una cabaña. En ella elaboran el queso y en ella pasa por el proceso de secado y ahumado antes de poner rumbo a la cueva. A los Fernández les corresponde la de Teón, cerca de la majada de Gumartini y a la cual los elaboradores pueden llegar en coche.
Lo peor está dentro. Es una cavidad estrecha, tanto que en determinados puntos es necesario pasar de lado. Lo duro de la cueva no es solo el acceso o la oscuridad, sino salir con el peso de los quesos, transportados a pulso.
La cueva de Teón, donde maduran el Gamonéu. | Gloria Pomarada
Covadonga aún recuerda las veces en las que se quedó sin luz y tuvo que salir a tiento. Desde entonces, ya nunca olvida una linterna de más. También la ocasión en la que la parte del firme en la que ella se encontraba se hundió y cómo para salir tuvo que “enganchar la cachava a una estalactita”. Y le duele, sobre todo, la vez en la que les robaron parte de los quesos que tenían madurando, algunos ya vendidos. El o los ladrones nunca aparecieron y lo único que consiguieron a partir de aquel robo fue el permiso para poner llave en la puerta, hasta entonces imposible.
Puertu y valle
Son dos las variedades existentes en el queso Gamonéu: la del valle y la del puertu. En esta última, circunscrita a los puertos altos de los Picos de Europa, la elaboración se limita de la primavera al verano, de ahí que la producción sea inferior a la del valle, que se realiza en zonas bajas de Onís y Cangas de Onís.
En la variedad de Gamonéu del puerto existen otros dos elaboradores. Además de la Quesería Gumartini de la propia familia Fernández, en la misma majada de la vertiente canguesa de los Picos continúa con la tradición el joven José Luis Alonso, de la Quesería Uberdón. Y en Onís, la Quesería Enrique Remis. En la variedad del valle existen por su parte 18 inscritos en la DOP. En 2023, la producción total de Gamonéu alcanzó los 177.326 kilos.
Pese a todas las dificultades, a Antonio y Covadonga les puede la querencia. “Fui una vez a Madrid, un visto y no visto. Si tengo que vivir allí, me muero”, asegura ella. Sus únicas vacaciones han sido los 20 días que este mes de junio pasó en el hospital. “Quizás no pueda volver el año que viene y me está comiendo”, confiesa a sus visitantes, a quienes invita “de verdad y de corazón” a considerar un futuro como elaboradores en el puertu. “Es cuestión de adaptarse. Si lo sabes gestionar, no es para hacerte rico, pero sí para vivir”.
A lo largo de los años, Covadonga ha mostrado su forma de vida a muchos curiosos. En una ocasión, dos turistas de viaje por España situaron su experiencia en Gumartini como una de las tres mejores de su recorrido por el país. Las otras dos eran las visitas a las catedrales de Santiago y de Burgos, cuenta Covadonga, aún asombrada. Le dijeron también, comparte, que ya nunca volverían a quejarse.
Covadonga junto a sus quesos, siempre sin perder la sonrisa. | Gloria Pomarada
Resulta paradójico que ellos, que nunca disfrutan de días de descanso, vean a diario en verano cómo cientos de personas pasan los suyos en los Lagos. Desde la majada de Gumartini, la carretera que discurre unos metros más arriba es un continuo ir y venir de autobuses. Serán pocos quienes miren abajo desde la ventanilla e identifiquen que en ese paisaje pintoresco de praos verdes y cabañas viven y trabajan pastores y queseros generación tras generación, desde mucho antes que existiese el turismo.
Mientras los viajeros siguen yendo y viniendo de los Lagos, los nuevos pobladores se despiden de Covadonga y Antonio, subrayando su agradecimiento por la “experiencia”, por invitarles a su mundo por unas horas de una forma tan sincera. Mostrada la realidad, unos y otros son conscientes de la dificultad de la vida de pastores y queseros y de encontrar el ansiado relevo. En el puertu, no obstante, se aferran a la esperanza. “Quisiera que esa quesería no quede vacía”, expresa Covadonga. “De verdad y de corazón”.
Excelente reportaje sobre la vida y «milagros» de los que aún se resisten a, abandonar la montaña y esa ancestral forma de elaborar un queso único. Y muy bien adornado con la información adicional sobre la situación de la producción del gamoneu.