¿Cómo se cuenta el fin de una era a través de imágenes? Lo fácil, y lo común en estos tiempos de urgencia, consumo rápido y olvido inmediato son coberturas a medias, paracaidistas fugaces e historias sin continuidad. El fotoperiodista Álvaro Fuente (Noreña, 1974) hizo lo contrario. Para narrar el final de la minería ‘picó carbón’. Dedicó doce años de su vida a mirar sin distancia y desde dentro el ocaso de un sector que lo fue todo para Asturias. Bajó a la mina, estuvo en la última gran huelga, en las protestas y encierros, le abrieron puertas a lo más íntimo de una forma de vida. El resultado es ‘Asturias minada’, un «reportaje narrativo» de mirada larga y certera. ¿Cabe el desencanto, el orgullo, el compañerismo en una foto? En las de Álvaro Fuente sí. Caben y golpean.
-¿Partías de alguna imagen que tú tuvieses en la cabeza de lo que era la minería?
-Realmente no. Había estado en las visitas típicas de los colegios al museo de la minería, al poco de abrir. Pero, claro, esto fue otra dimensión. Me acuerdo del primer día que bajé a la mina: vi un mundo hostil, tuve una sensación de vacío. Mi admiración creció muchísimo, se incrementó más que nada la percepción del minero como superhombre que teníamos desde críos. Fue incrementar el mito.
-Empezaste a trabajar temas de la mina con la Brigada de Salvamento Minero. ¿Ahí te surgió la idea de documentar el final de la minería?
-Sí, fue casi de manera natural. Lo de la Brigada fue en el 2011 y en el 2012 llegó el conflicto minero. Fue un verano intensísimo, vinieron los primeros espadas de España, lo tenías todo. Me fastidia el anglicismo, pero fue una ‘masterclass’.
La primera foto que vendí a un medio fue a los tres meses, creo que era argentino, creo que fue Clarín. Y luego otro francés. En España no se vendía nada. Fue muy tapado, pero aun así era una experiencia única. Aparte de, bueno, de las luchas mineras, las heridas de los neumáticos quemados en el asfalto, el dramatismo de la gente, las concentraciones, las distintas marchas que hubo, manifestaciones, la salida a Madrid… Fueron muchísimas cosas.
A partir de ahí fue cuando en el 13 ya me empezaron a dar permiso para visitar pozos mineros abiertos, que había de aquella media docena. Creo que fue en el 16, sí, cuando entré al María Luisa. Y luego en Cerredo en dos ocasiones. Fue ese tipo de cosas las que me dijeron, ‘coño, aquí hay un proyecto interesante para hacer de largo recorrido’. El ocaso de un mundo que se desvanece, que se acaba, que está en el corredor de la muerte y lo van a fusilar en dos días.
-¿Abruma la responsabilidad de pensar que estás documentando algo que no va a volver a suceder?
-No, no, nada. Porque hay muchos compañeros que hicieron ese trabajo. Urdangaray, Jiménez, el tema de Tierra Negra… Es decir, hay muchísima documentación, pero yo creo que toda es poca para que entendamos la magnitud de lo que fue la minería en Asturias y el legado que deja, que es muy importante. Es para otro libro aparte.
-¿Y puede hacerse ese trabajo sin ponerse sentimental o nostálgico?
-Cuesta. Pero sí que es verdad que mi relación con la minería familiar quedó muy atrás. Ves a esos mineros recios, que se les acaba. Sus hijos ya saben que no van a trabajar de mineros. Aquel verano del 2012 había familias desencajadas. Fueron tres o cuatro meses que la caja de resistencia se agotaba y no llegaba dinero a casa. Veías cierto dramatismo. A ver, luego sí, muchos decían prejubilación y tal. Pero la parte negativa estaba.
-Llegaste a convivir mucho con ellos esa época tan convulsa, ¿qué sentiste tú?
-Yo me sentí muy identificado. Mira que una cosa que hay que hacer es guardar la objetividad lo máximo posible. Pero me dejé llevar. Es decir, yo estaba de su lado no solo con el conflicto, que también, sino en la parte posterior. Era la manera de poder dar voz a través de las fotografías. De sentirte parte de ellos, de su entorno. Mimetizarse lo máximo posible para sacar algo adelante que tuviese coherencia. Era mi forma de verlo. ¿Lo logré? Posiblemente no, pero lo intenté, seguro.
Compañerismo, orgullo, desencanto: sentimientos en imágenes
Álvaro Fuente tomó 40.000 fotos durante los doce años que cubrió el fin de la minería. Para publicar ‘Asturias minada’ realizó una selección que culminó, tras muchas horas y renuncias, en 260 instantáneas. 260 imágenes en blanco y negro que no son una mera sucesión de fotos. Son el hilo conductor de una historia articulada en cuatro actos: el conflicto, el ocaso, el entorno y el legado. A la minería quedarán asociados por siempre hechos y momentos concretos, pero también valores y sentimientos. Intangibles que solo se pueden traducir y plasmar en una foto si median la sensibilidad de un artista y la confianza que en él depositan del otro lado.
Para conocer su obra desde la entrañas, le proponemos a Álvaro una serie de temas: una simple palabra o breve frase que encierra valores, sentimientos o conceptos abstractos. Él nos guía hacia la foto. El resultado es la siguiente la selección.
01 | Compañerismo

Casa de aseo de la mina de Coto Minero Cantábrico. Cerredo. Degaña. 11/04/2014. | Álvaro Fuente
«El compañerismo se respira. Luego fuera se pueden llevar a matar, ¿eh? Pero en la mina, cuando hay que trabajar, es sagrado. Son paradojas de los mineros. Como el ser anticatólicos, pero a Santa Bárbara no me la toques. O somos más machos que nadie, pero nos enjabanamos la espalda. Si me oyen, me crucifican (risas).
Había una foto que necesitaba hacer. La solidaridad. Tenía varias fotos. En todos los pozos había una caja resistencia para mineros por tema de los juicios que hubo arrastrando del 2012. Alguno, hasta hace no mucho, seguía coleteando. Era cuando había ley de terroristas.
Pero una vez entro en unos baños, en la casa de aseo, y veo a tres mineros enjabonándose en la espalda. Un tren de mineros enjabonándose en la espalda. Me llamó la atención la hostia. Esa ambigüedad, ¿no? Y, dije, ¿os importa…? Sí, sí. ¿Qué pasó? Que el primero salía descojonándose de risa. ‘¡Que hay un tío sacando fotos!’. No se violentaron ni nada. Estaba yo violentado, intentaba ser un poco pudoroso. Lo importante era que se viese que hay tres tíos quitándose el carbón de la espalda. ¿Cómo lo logran? Un estropajo y el compañero. Y lo volví a ver varias veces hasta que dije, ‘hostia, va a ser la foto esta’».
02 | No hay vuelta atrás: es el fin

Dos mineros durante una asamblea en el pozo Santiago. Caborana. Aller. 17/04/2013. | Álvaro Fuente
«Hay una foto en el Pozo Santiago (Aller), donde hay una asamblea de los dos sindicatos. No hay arreglo. De Madrid dicen que no hay nada que hacer. La marcha minera cumplió, pero se volvió con las manos vacías. Era ya la última parte de ese verano [2012]. En el 2018 se firmaba la sentencia de muerte. Y ves las caras de compungidos. Y hay una foto que no era la ideal, pero fue la que me sirvió y la única que tenía ese sentido. Son dos mineros, uno con la mirada perdida y el otro agachado, con el casco puesto. Escuchando. Se acabó, quedan seis años y se acabó la minería para siempre».
03 | Impacto en las familias

Las Mujeres del Carbón tras una manifestación por las calles de Oviedo. 26/09/2012 | Álvaro Fuente
«Las mujeres del carbón. Las mujeres del carbón hicieron un papel muy relevante. En todos los embolados estaban ellas metidas, era acojonante. La organización que tuvieron, tuvo mucho mérito. Son mujeres de mineros, o hijas de mineros, o familiares, o viudas incluso. Se organizaron de tal manera que siempre estaban presentes. Siempre se cuidaron de estar participando en manifestaciones. Y hay una foto que están posando delante de la Delegación del Gobierno de Oviedo al principio del conflicto. Y se les ve con cara de ‘aquí estamos, vamos a dar guerra’. Y luego hay otra, que es en Gijón, y es la misma pancarta, un plano más detalle, con una chica. Era el final del verano, y ahí se sabía que no había nada que hacer».
04 | Desencanto

Una niña en una de las concentraciones de apoyo a los mineros encerrados en el pozo Candín. La Felguera. Langreo 09/07/2012 | Álvaro Fuente
«Hay varias. Tengo un piquete minero, que están cabizbajos después de un enfrentamiento en el pozo Sotón. Y luego hay una niña en una concentración que se hacía en Candín, con los mineros encerrados. Hay un contraste: ella rubia, pálida, con una cara angelical, sentada entre cadenas, y todo gris. Está sentada en el suelo, con cara compungida».
05 | Villa: la caída del héroe

Un niño observa a Jose Ángel Villa, secretario general del SOMA FITAG UGT, durante su discurso de apoyo a los mineros encerrados en el pozo Candín. La Felguera. Langreo. 09/06/2012. | Álvaro Fuente
«Villa iba mucho a las concentraciones mineras, en favor de los encerrados. Se organizaban, eran dos pozos donde los que estaban encerrados eran del SOMA, y otros de Comisiones [Obreras]. Entonces Villa iba rotando. A Villa en Candín, que era donde iba yo, me lo encontré como tres o cuatro veces. Era un semidios, había gente que besaba donde él pisaba. Era el que daba los puestinos, era el que cambiaba presidentes del PSOE en Asturias, era la hostia.
Yo no estaba muy metido en política, pero era lo que te comentaban. Cuando te vas presentando para conocer los pozos, si vas de la mano de un sindicalista, mejor. Para tener la confianza de los trabajadores, ¿no? Pues entonces son ellos los que te van contando: Villa p’ arriba, Villa no sé qué… Eso fue una hostia a mano abierta, imagínate. Sale en una foto en el libro, nada más, y hubo gente que dijo, ‘¿cómo sale este?’. Tiene que salir, si no sale Villa… La foto en la que sale hay un niño mirando para él, en el pozo Candín, precisamente».
06 | Reconversión

El minero jubilado José Lois ante el castillete número 2 de la mina La Camocha. Gijón. 26/10/2012. | Álvaro Fuente
«No lo sabría decir. La foto que tengo puesta al final era un jubilado que había trabajado en la Camocha. Está mirando al atardecer y hay un cartel que dice ‘Prohibido pasar, instalaciones industriales en ruinas’. Digo, esta es la foto. Pero me pareció muy injusto, me pareció muy injusto porque se trabaja para recuperar en otros aspectos. Se me ocurrió a última hora hacer una especie de epílogo, con todo lo positivo, una especie de legado o la impronta que ha dejado la minería, que no es poco: instituciones, Sodeco, el Montepío, el orfanato minero, el patrimonio industrial… Hay la de dios de cosas. Para hacerlo muy breve fui incapaz de concentrarlo todo en una foto, incapaz. Entonces puse varias: desde cómo recuperan antiguos terrenos para plantar árboles, el tema de las procesiones a Santa Bárbara Bendita, el tema de cultura, la carrera del pozo Sotón… La última foto es del turismo, se vuelve a entrar en la mina pero ya no son mineros, son turistas».
07 | Futuro

Visitantes observan una chimenea en décima planta, a unos 557 metros de profundidad, la cota más baja que puede experimentar un turista en una explotación minera de interior en el mundo. Pozo Sotón. El Entrego. SMRA. 19/08/2018 | Álvaro Fuente
«Hay muchas cosas en el aire. Están [HUNOSA] preparando intervenciones en varios pozos. Está lo de la geotermia, que eso ya está activo. Y luego, para mí, uno de los mayores legados es la Brigada de Salvamento Minero. Eso es un cuerpo de élite, no sabemos lo que tenemos. Me acuerdo una vez que fui con ellos y vinieron bomberos de Asturias a hacer una práctica. A los bomberos los vi salir a gatas del túnel».
-Técnicamente, ¿cuáles fueron las fotos más difíciles de hacer?
-Las de interior. De aquella no te dejaban entrar con flash, tenías que alumbrar con el foco. La cámara que tenía era una 40D, no aguantaba bien las ISO altas. Y, hostia, mucho ruido.
Entonces pedí colaboración a los dos mineros que iban conmigo. Dije, ‘oye, ven a enfocarme. Oye, ¿te importa que te haga un retrato? Te prometo que vas a tener una copia de recuerdo y tal’. Les contaba la historia, que no iba a salir en prensa y que era para un trabajo a largo plazo.
La mayoría dicen que sí, casi todos. Y entonces, bueno, estaba quieto y los otros compañeros, uno a cada lado, le enfocaban con sus lámparas y ahí sacaba la foto. Las primeras veces sacaba una foto digna de cada muchas, pero ahí noté que ellos se implicaban mucho para facilitarme el trabajo.
Luego sí que me dejaron hacer fotos, pero el flash mataba todo. Por ejemplo, se ven fotos con flash en Cerredo, porque en Cerredo los uniformes son los antiguos, el azul clásico. Con los del reflectante te metes un flashazo y es horrible. Lo bueno es que al disparar arriba, al rebote, el carbón hace una iluminación perfecta; pero se pierde ese encanto, dar esa realidad de lo que ve un minero realmente, que ve donde apunta la lámpara, lo demás no sabe lo que hay. Es una sensación de vacío.
-Tampoco fue fácil publicar. Empezaste con un crowdfunding.
-Que fue un fracaso total. No llegué ni a la mitad del dinero. Es que hay una cosa muy curiosa. Los mineros que se prejubilan no quieren saber más de la historia. Por ejemplo, con muchos de aquí de la comarca, que yo conozco, íbamos a Pumarabule. ¿Por qué Pumarabule? Porque hay un camino vecinal por medio y ahí no te puede decir nada el de seguridad. Para hacer un retrato ambientado. La mayoría no habían vuelto a Pumarabule jamás. Mi suegro trabajó en Pumarabule. Vive en Siero, en la Pola. Dice ‘hace 30 años que no vengo. Me regalaban la lámpara minera y no la quise’. Y como él, muchos. Un ingeniero jefe que cerró dos pozos, que colabora en el texto, me dijo que el minero, muy raro es que siga relacionado. A no ser que sean del sindicato, muy raro que quieran saber más. Muy curioso.
Pero soy muy cabezón, [el libro] lo iba a sacar sí o sí. Luego entró HUNOSA, entró la consejería, los sindicatos también colaboraron en menor medida. Ahí decidí hacer una edición decente, una buena calidad del papel y la cubierta. La tapa dura fue un capricho.
-Si hoy en día vas a cualquier editor y le dices que vas a estar doce años con un trabajo, lo mínimo es que te manden a paseo, ¿no?
-Seguramente. Se ríen de ti. Sí, sí, bueno, dentro de 12 años, venga, venga, ya me cuentes. (Risas) Lo que hice fue autoeditarlo. Estoy muy contento. Se hicieron 500 y ya están todos repartidos. Voy a hacer alguno más, pero para tener yo.

-A ti que fuiste freelance muchos años, ¿no te daba un poco de envidia, aunque fuese sana, ver el compañerismo que hay en la mina?
-Todos los días. Se notan ese tipo de cosas, tener un frente común, alguien a tu lado en quien confiar aunque sea nada más que para trabajar.
-Tú trabajaste mucho como fotoperiodista en otros países, pero también aquí en Asturias, ¿cuál es la diferencia y dónde te sientes más o menos cómodo?
-Tuve la suerte, suerte o no, pero bueno, yo creo que fue suerte, de que nunca trabajé para un medio. Ni de falso autónomo, ni de contrato, con lo cual yo no trabajaba para el tema de noticias diarias. Había intentado y vi que no resultaba el tema de freelance para prensa diaria, entonces lo que hice fue preparar pequeñas cosas. Luego di con el tema de las ONGs, que para mí fue un filón. Con Mensajeros de la Paz, pues ya empezaron a contratarme, llegamos a un acuerdo: ‘Te pagamos el vuelo, alojamiento y nos haces un reportaje del tema de Haití’. Esas fotos luego las vendías por lote a agencias, o lo que sea. Y siempre tocaba un poquitín el tema regional, para que mis padres viesen. ¿Qué publica La Nueva España? Si das con un asturiano en Haití, te lo van a publicar. Pues mi padre y mi madre ya quedan más tranquilos. Era una cosa que hacíamos muchos.
Y luego pues eso, para la ONG, preparabas un reportaje, un texto, un dossier educativo… Y fantástico, funcionaba de puta madre. Te da una tranquilidad, no tienes que estar pendiente de qué va a suceder porque tienes que enviar algo ya. Puedes dar un paso atrás y ver desde otra perspectiva. ¿Riesgos? Sí, porque ya muy pocos medios te compran reportajes. Compran una foto. Hace 10 años empecé a colaborar con El País, con Planeta Futuro, me pedían un texto y una galería de fotos. Te daba para si querías alargar la estancia, para ir tirando tú con otros proyectos. Esa incertidumbre, cuando te familiarizas con ella, ya no te agobia. Estás haciendo algo pasional y eso se nota. Aquí lo que veía era esa necesidad de tener que mandar algo, de probar, de que te pusiesen ellos el precio, del ‘te firmamos y te damos promoción’… Hombre, no me jodas, me pagas tú autónomos. (Risas).
-¿Te pasa eso de que al trabajar aquí aquí te cohíbes más?
-Siempre fui bastante respetuoso, siempre lo procuré ser en cualquier lado porque me parecería muy hipócrita. Es verdad que [fuera] levantas más la mano, las cosas como son. Pero hay límites y no me gusta pasarlos.
-¿Con qué crees que debemos quedarnos de la minería en Asturias?
-Yo creo que con la memoria. Y se va a conseguir, se están dando pasos muy importantes. No hablo de museos, eso ya está cubierto y con creces. La memoria minera va a estar porque es muy difícil que desaparezca por todos los frentes que tiene abiertos, pero evidentemente tiene que haber siempre un trabajo institucional.
Me contaba un ingeniero, Felipe [González Coto], que un pozo realmente no cierra. Los pozos en Asturias tienen que estar mantenidos ya de por vida. Pues ya que hay que hacer un mantenimiento continuo, pues intentar que el entorno sea agradable a la vista. ¿Qué pasa?A Pumarabule creo que fui en unas diez ocasiones, es el que tengo más cerca. Me encontré con familias robando chatarra. Está desolado. Marcharon con todas las perchas de la casa de aseo, los carteles de seguridad, ventanas, archivadores, todo lo que se podía llevar como chatarra. Si no somos capaces de controlar eso, vamos jodidos.
Es verdad que restos mineros hay centenares y va a ser imposible controlarlo todo, pero por lo menos hacer una selección y decir esto lo hay que proteger. ¿Qué pasa? Que si no entra en BIC (Bien de Interés Cultural), no hay nada que hacer. Por ejemplo, el SOMA presentó una iniciativa que me parece cojonuda, que es que la cultura minera esté protegida. ¿Qué abarca la cultura minera? Pues me imagino que todo. Ahí entra la ambigüedad.
Hablas con cualquier historiador del arte o que sepa un poco de patrimonio, y es tesoro lo que tenemos aquí. A nivel mundial.
-Y de los mineros en concreto, ¿qué lección deberíamos extraer?
-Creo que el tema de lucha social, lucha obrera. Eso debería estar en los libros de historia. Y la solidaridad y el compañerismo.
La historia tras la foto
Cuando Álvaro Fuente comenzó su labor, allá por 2012, estallaba la última gran huelga de la minería. Fue el verano de la marcha a Madrid, los meses de los encierros en los pozos y la lucha. La acción, siempre más espectacular a la foto, decayó; pero él se quedó. Estuvo presente cuando comenzaron a derrumbarse los ánimos, cuando una a una fueron cerrando todas las minas. La última, el pozo Nicolasa (Mieres), este pasado diciembre. Fue testigo del final pero también del inicio de algo nuevo: la llegada de los primeros turistas. Por fotografiar fotografió hasta lo impensable: ‘influencers’ de visita en Sotón.
En estos doce años lo vio todo, pero también lo sintió. La primera vez que salió de la jaula «me daban ganas de llorar», cuenta. Dentro de la mina «hay sitios que acojonan, que te dan mucho respeto, muchísimo». «Es apagar la luz y tienes ahí una zona de arranque que llaman, que es una caída de 45 grados, no ves el final». «Cuando ves la panzer funcionar, acojona, porque es una cosa con pinchos, es infernal aquello, es dantesco, es un bicho que puede destripar gente». «El mayor peligro que había, según me decían ellos mismos, era el tema del grisú. Pero bueno, eso ya estaba muy controlado, no era como un antaño. Yo, por ejemplo, para utilizar el flash, el vigilante va con un medidor y dice, aquí sin problema. Cuando la máquina empieza a pitar, a correr, punto. No pitó jamás. Es un sistema de seguridad que antes no había, evidentemente».

Piquetes mineros disparan voladores con lanzaderas caseras desde el entorno del pozo Sotón. El Entrego. 14/07/2012 | Álvaro Fuente
También fuera de la mina lo vio negro en algún momento, como en los enfrentamientos entre mineros y policía. «Una vez en el entorno de Santa Cristina de Lena empieza a correrse la voz. Los GRS, los GRS. Dije, hostia, ¿quiénes son los GRS?». Los GRS son el Grupo de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil, la unidad que «garantiza el orden y la seguridad en grandes concentraciones de masas» según el propio instituto armado. Otras unidades policiales no seguían a los manifestantes si subían al monte. El GRS, sí. «No he corrido tanto en mi vida», cuenta.
En otra ocasión le «metieron un bolazo en el tobillo, y a los 15 ó 20 días, otro en el mismo sitio. Con tan buena suerte que la enfermera que estaba atendiendo era de familia minera. Y me coló. Me coló porque si no me veía ahí horas».
«Hay una foto en el libro que salimos corriendo de un cartucho de gas lacrimógeno. Hostia, te deja esa sensación bastante fea, horrible». En esa foto, de José Ramón Silveira, se ve a Álvaro Fuente y a los también gráficos Eloy Alonso (Agencia EFE) y Fernando Teijeiro (TPA) corriendo, equipos en mano, durante un enfrentamiento entre mineros y la UIP de la Policía Nacional en el corredor del Caudal. Era el verano de 2012.
Mucha historia tras las fotos.