La cita es en el Fontán, en el Casco Antiguo de Oviedo. Espero en una esquina del mercado a Fernando Rodríguez e Irma Collín, compañeros del gremio de fotoperiodistas de Asturias. Es sábado y los tres trabajamos hoy en la capital, así que aprovechamos un hueco entre ruedas de prensa, presentaciones, fiestas y derbi para vernos y charlar un rato.
Hay mucho de lo que hablar: tras más de trece años con otra Junta Directiva, a finales de noviembre Fernando e Irma asumieron la presidencia y vicepresidencia (respectivamente) de la APFA (Asociación Profesional de Fotoperiodistas Asturianos); una nueva andadura que afrontan acompañados de otros reconocidos fotoperiodistas del Principado: Julián Rus e Imanol Rimada ejercerán los cargos de secretario y de tesorero, mientras que muchos de los asociados están fuertemente comprometidos a echar un cable.
En fin, que corren nuevos tiempos; y, como en los viejos, hay que hacerse ver y valer. Es verdad que hoy en día todo el mundo carga con una cámara en el bolsillo y puede retratar la realidad sin ser profesional del gremio. Por eso, hay que enarbolar aquello que nos diferencia. Hay que empujar para que el fotoperiodismo no muera en Asturias, para que se comprenda la importante labor que emana de esta profesión. Y este grupo de gente (entre los que me incluyo) está decidido a hacerlo.
Aparecen uno por cada esquina. Mientras se acercan pienso que, si tuviera que definirlos en una sola palabra, Irma sería alegría y Fernando sería color (sus camisas estampadas son su inconfundible marca de la casa): sin duda, una buena mezcla para coger las riendas de la Asociación.
Ella viene de hacer unas fotos en un restaurante a las directivas del Oviedo y del Sporting, y luego tiene derbi. Él viene de la fiesta de los nabos en Morcín y me comenta que aprovechará para ver a su hijo, que vive en Oviedo, antes de ir a hacerle unas fotos a Sergio Dalma; un servidor viene de una rueda de prensa.
Antes de la charla, les propongo retratarlos: «Me veía muy neutra y me puse un pañuelo estampado al cuello para no desentonar mucho con Fernando en la foto», me comenta Irma ante la media sonrisa de él. Se lo agradezco, y comento que siempre me pareció muy guay ese estilo de Fernando.
«¿Nunca viste ninguna foto de su boda? Son brutales», apostilla. Fernando, orgulloso, añade: «Llevaba una americana de ante superchula y, de vez en cuando todavía me la pongo». Mientras compartimos bromas y carcajadas reflexiono en que, más allá de estas anécdotas y del buen rollo, ambos han buscado hueco para hablar conmigo y esa es otra buena muestra de su firme compromiso con la responsabilidad que acaban de asumir.
Tras la ronda de fotos, nos sentamos y charlamos sobre los horizontes que plantean para la asociación y sobre el estado del fotoperiodismo en general. Eso sí, antes de empezar el desgrane Irma tiene una petición: «Queremos que quede muy claro el agradecimiento a todos los que pasaron por la asociación durante estos 22 años, también a la directiva que ahora cede el paso, y sobre todo a los que la echaron a andar… ¡Eso sí que era una tarea difícil! todos eran freelance y andaba cada uno a su rollo, así que solo el hecho de ponerse de acuerdo y fundar la asociación ya es la leche».
Ambos tienen muchos kilómetros a sus espaldas y coinciden en que esta es una profesión pasional. «No es como otros trabajos, que cuando sales ya estás a otra cosa. El fotoperiodista sigue mirando con ojos de fotoperiodista, 24 horas al día, todos los días. No creo que a un pintor fuera de su horario laboral le apetezca pintar una pared desconchada que se encuentra al girar una esquina», comenta con gracia Fernando antes de ponerse a explicar cómo piensan afrontar el reto que tienen por delante poniéndose al frente de APFA:
«La idea es continuar con lo que se estaba haciendo bien y mejorarlo en lo que sea posible, como la exposición de Miraes. Por supuesto, tenemos también muchos nuevos proyectos encima de la mesa. Nos gustaría dinamizar la asociación promoviendo charlas, talleres… y para este 2025 tenemos ideas más concretas, como las presentaciones del libro ‘Asturias Minada’, de Álvaro Fuentes, alguna colaboración con ADEPAS o la celebración de un Congreso Internacional sobre riesgos laborales en el fotoperiodismo y los medios de comunicación».
A razón de esto último es importante destacar que -durante los últimos meses y por su cuenta- Fernando ha trabajado en la redacción de un detallado dossier sobre los riesgos y enfermedades laborales asociados al trabajo del fotógrafo de prensa. Hace escasas semanas que lo presentó en Avilés. Seguramente no somos plenamente conscientes del valor de este trabajo de Fernando, y tal vez nunca se le agradecerá lo suficiente la recopilación, redacción y visibilización de los problemas de salud que pueden derivar de esta profesión.
Además, este trabajo de Fernando pone en evidencia una de las grandes paradojas del fotoperiodismo como trabajo en sí mismo: la invisibilidad.
Un fotógrafo documental es testigo de luchas colectivas. Su deber es intentar dar visibilidad a todos, es garante de transmitir todas las realidades…Por contra, parece ser que la causa del fotoperiodista nadie la cuenta y que su realidad laboral es un tabú en los medios de comunicación. Y claro, esto influye (y mucho) a la hora de tener un apoyo social, no ya en los intereses de la profesión, si no en la defensa misma de sus derechos básicos cómo trabajadores.
Por desgracia, estos días tenemos un reciente ejemplo de ello con sendos despidos de fotoperiodistas en El Comercio y La Voz de Avilés. Despidos que nos provocan descontento, rabia y tristeza, pero no sorpresa, ya que -por desgracia- esta deriva comenzó años atrás. Tales despidos tuvieron lugar el día 30 de diciembre, sin previo aviso y sin conflictos previos. Así, sobre la marcha (al menos para ellos).
Dos profesionales con décadas de trabajo a sus espaldas (Pablo Lorenzana, un profesional de larga trayectoria en los grandes medios regionales con una honestidad reconocida por todo el gremio, así como Marieta, nuestros ojos en Avilés desde los noventa) que quedan con una mano delante y otra detrás tras años de entrega y buen hacer para los medios mencionados.
«Desde APFA lamentamos este proceder y estamos a disposición de nuestros asociados con toda nuestra fuerza», dice Fernando. Se le nota la indignación en las palabras. «Entendemos estos hechos como un problema que está sucediendo en una empresa en concreto (ambas cabeceras pertenecen al grupo Vocento) con lo cual, cualquier acción que estime oportuna el comité de dicha empresa en favor de estos trabajadores, la asociación la va a apoyar a dolor».
«Las formas de proceder, las fechas en las que lo ejecutan… Se parece más a la decisión de un algoritmo que a la de un ser humano», añade Irma dando en el clavo, pero sin perder nunca su enfoque positivo: «Ellos se lo pierden, porque realmente es muy complicado encontrar gente con tanta profesionalidad y, sobre todo, con tanta ética».
A estas alturas, parece ser que la readmisión es más que improbable: por eso, cuando nos encontramos en las calles seguimos percibiendo ese ruido de sables que aún sale de los despachos ubicados en las plantas nobles. Desde luego, como colectivo no podemos tolerar las formas, ni mucho menos que se nos culpe a nosotros del fallido modelo de prensa que otros idearon, ni de los nuevos escenarios que la era digital ha traído y las mentes brillantes de los grupos editoriales son incapaces de resolver. Tenemos que reivindicar que no somos el problema: que somos –más bien- parte de la solución.
«Somos una asociación pequeña, en la actualidad con 54 personas. Y aunque pueda parecer poco, esta cifra supone el 80% de los profesionales de la región. Eso sí, el problema viene a futuro, porque el relevo está siendo muy escaso; algo normal y entendible dadas las condiciones laborales que está adquiriendo la profesión», comenta Fernando. «Por eso mismo, precisamente, los que estamos tenemos que empujar más fuerte que nunca y conseguir atraer más gente. Hacer fuerza todos juntos para mantener con vida esta profesión que no ha dejado de ser necesaria».
La verdad es que, cuando se trata de unirse y defender los intereses del sector, cuantos más seamos mejor. Lo que pasa es que siempre suele haber una pequeña grieta por la que la maquinaria pierde presión. Un buen ejemplo es la grieta entre redactores y fotógrafos, que tal vez no se percibe en el día a día, ni en el trabajo hombro con hombro, pero se hace más o menos evidente según la situación que esté atravesando cada colectivo. Tal vez no responda a ninguna intención premeditada, pero la grieta está. Puede que ahora sea más necesario que nunca estar unidos y ser cuantos más mejor, porque no se trata ya de apoyar a dos compañeros despedidos, si no de pelear porque nuestros contratos no se conviertan en papel mojado.
«Nos encantaría estar más unidos con los redactores y también con su asociación -dice Irma- hacemos calle juntos, trabajamos para las mismas empresas, tenemos los mismos problemas, incluso se tiende a ver la IA como un problema para los fotógrafos, pero a ellos también se los puede llevar por delante. Debemos ser aliados en la reivindicación del talento en la información y en la defensa de nuestros derechos, y no perder de vista que si no nos damos valor nosotros mismos nadie nos lo va a dar».
Demostrando el compromiso de los fotógrafos por eliminar tales grietas, Irma detalla alguno de los incentivos que se plantea APFA en este sentido: «Nos proponemos crear un premio o beca para nuevos talentos, ya que esta es una profesión complicada, y hoy por hoy es embarcarse en un viaje a contracorriente. Por eso, hay que premiar a esa gente que apuesta por el fotoperiodismo, que tienen una mirada distinta, ayudarlos… Debemos apoyarnos entre todos para no sentirnos solos».
Es cierto que bajo el cobijo que te ofrece la gente con experiencia puedes encontrar perlas de aprendizaje que no te van a enseñar en las escuelas. Fernando, además, es uno de los miembros de APFA que lleva asociado desde su fundación, en 2003, siempre cuenta cosas de sus inicios y de cómo cambió la profesión:
«Aquí hay gente como yo, que empezamos trabajando en blanco y negro, luego que si los carretes, aquellos escaneos a 56k… Las dudas hasta el revelado de si habías hecho todo bien… Cuando llegó la era digital daba mucha seguridad ver en el respaldo de la cámara las imágenes que ibas capturando, pero también comenzó a aparecer una necesidad de inmediatez cómo nunca antes se había visto, y este cambio lo asumimos sin enfrentamientos, como una adaptación necesaria de nuestra profesión a los nuevos tiempos. Sin embargo, con el tiempo, fuimos viendo la deriva que tomaban los medios digitales, el tratamiento de la información, la necesidad de montones de fotos sobre cualquier cosa, las estrategias que utilizan como por ejemplo esos titulares que ni dicen ni no dicen, que solo buscan el clic».
Irma se suma a esta reflexión y añade: «La prensa está en transformación, y los medios tal parece que van virando del servicio de información hacia el de un entretenimiento puro y duro: en ese camino van perdiendo calidad. Todo esto lo veo como una reordenación lógica para buscar encaje en una sociedad que va por delante, pero estoy segura que como en cualquier periodo de crisis, el resultado será la adaptación y el crecimiento, por eso creo que al final nuestra profesión sí o sí recuperará el valor».
Es cierto que la era digital revoluciona los estándares conocidos y los modus operandi dentro de las profesiones. Es cierto que en nuestras cabezas retumban nuevos conceptos como «democratización de la fotografía», «IA» y otros tantos. Y que todos suenan a amenaza… Tampoco podemos negar que es una realidad que hoy por hoy todo el mundo lleva en su bolsillo un aparato capaz de hacer fotos y que además cuenta con los automatismos suficientes para conseguir un resultado más que aceptable.
«Precisamente por eso nuestra profesión recuperará su valor -espeta Irma-. La imagen tiene hoy más valor que nunca en la historia, las nuevas generaciones (y las no tan nuevas) están adoptando la imagen como modelo de lenguaje: hacen una foto del plato para contar lo que están comiendo o envían la imagen de un lugar para comunicar que han llegado.
Nunca en la historia la foto ha estado tan en el centro de todo. Lo único que hace falta es que todo esto se vaya ordenando y comprendiendo, y que al igual que distinguimos entre un periódico, una novela, o un panfleto publicitario, el público en general sea capaz de distinguir entre los distintos tipos de imágenes, que no tengan dudas al distinguir una ilusión creada por IA y una imagen que te muestra una realidad.
Estos procesos de adaptación no son nada nuevo, de hecho cuando en 1930 comenzaron a aparecer los primeros fotomontajes, Ansel Adams, Paul Strand, y muchos otros, crearon el colectivo f/64 (tomó este nombre del diafragma más cerrado que ofrecían las cámaras de la época y que es aseguraba la máxima nitidez en a las imágenes) para intentar proteger la fiabilidad de su trabajo. Y ya ves, casi 100 años después vemos que el fotomontaje no fue tal amenaza porque el público general con el tiempo fue capaz de distinguir entre las dos propuestas visuales».
Nos quedaremos con que la imagen está más viva que nunca, que estamos viviendo una época de cambio. «Uno de los puntos fuertes que nos planteamos desde APFA comenta Fernando- es trabajar en dar valor al trabajador y su firma como garantía de calidad, de rigor, de buenas prácticas, que sea un sello de calidad en definitiva». A lo que Irma añade: «Exacto, uno de los pasos para poner orden entre tanto cambio es dar al público un elemento que le ayude a distinguir lo veraz, porque si antes la censura era no publicar una foto, ahora es publicar tantas que seas incapaz de encontrar la buena».
Nos despedimos ya: cada uno tiene que seguir con sus fotos y toca finiquitar la interesante charla. Cuando los veo marchar me quedo con la certeza de que juntos somos más fuertes, y que esta miscelánea de gente diversa pero unida que ha cogido las riendas de APFA llevará a cabo una etapa de la asociación que será enriquecedora. Que defenderán el fotoperiodismo con ilusión. Y sobre todo, que en estos tiempos convulsos, serán garantes de conservar y transmitir a las nuevas generaciones la honestidad, la seguridad, la no manipulación y todos los valores asociados a ésta profesión.
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