Por el pueblo procesionaron tres ramos decorados con mimosas y medio centenar de niñas y mozas vestidas de aldeana llanisca
Tiempo de lectura: 3 minutosAmaneció el sábado pasado con muchas dudas en el semblante celestial. Superado el mediodía, los vecinos de la localidad de Bricia respiraron aliviados al ver que las rachas de viento ponían en fuga a los amenazantes nubarrones. En el pueblo de mayor extensión de la parroquia de Posada todo estaba preparado para celebrar el día grande en honor a la Virgen de la Paz. A continuación lució un sol perpetuo.
En el desfile folclórico matinal hacia la capilla de la Virgen de la Paz marchaban la banda de gaitas L’Alloru, de Balmori; tres ramos decorados con mimosas: uno de rosquillas de anís, otro de rosquillas dulces y un tercero de pan artesanal, y cerraban la comitiva medio centenar de niñas y mozas vestidas de aldeana llanisca. Al llegar a la ermita situada en el centro del pueblo comenzó la eucaristía, oficiada por el cura orionino José París, párroco de Posada. Los sacerdotes de esta orden religiosa, conocidos como Hijos de la Divina Providencia, ofrecen misas breves, categóricas y alegres, y sus prédicas contienen sustancia porque ponen en confluencia los valores de la religión con los aconteceres mundiales y los sucesos de la vida diaria.
Al término de la eucaristía se formó una concurrida procesión por las calles de la localidad. Al cortejo de gaiteros, ramos y aldeanas se acoplaron las andas con la imagen de la Virgen de la Paz, el sacerdote y un elevado número de devotos. Al regresar a la capilla las mozas entonaron las coplas del ofrecimiento de los ramos y, a continuación, el entusiasta Felipe Villa procedió a la subasta de los panes. Se situó Felipe sobre una tabla apoyada en dos cajas de cerveza y en cosa de diez minutos había repartido pan a manos llenas a cambio de un montón de euros para gastos de la fiesta.
La mañana se dio por concluida con un festival folclórico. Acompañados de gaita y tambor, los críos interpretaron la Carrasquina y el Xiringüelín, mientras que los mayores bailaron el Quirosanu, las jotas de Cadavedo y el Cuera, el Xiringüelu de Naves y el Pericote.
A reseñar que a lo largo de la jornada Fernando Herrero, asistido por Nacho Ruenes y Rubén Suero, disparó unas veinte docenas de cohetes y que en los puestos cabeceros del ramo grande arrimaban el hombro a los varales los dos Emilio Balmori, padre e hijo.