El Plaganón de Sevares celebra medio siglo de historia. Por sus aulas han pasado familias enteras y maestros que lucharon y siguen luchando por proporcionar una educación de calidad en la zona rural
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Hace medio siglo, España recuperaba la democracia tras cuarenta años de dictadura.
En aquellos años de transición, la educación vivía también la suya propia. En torno a ese año de 1975 fueron muchos los colegios públicos que abrieron sus puertas en Asturias, centros que siguen en pie, formando curso tras curso a los ciudadanos del futuro, adaptándose a los tiempos y resistiendo al descenso de niños.
El Plaganón, en el pueblo piloñés de Sevares, es uno de esos colegios que hace cincuenta años comenzó su andadura. Lo hizo con 400 alumnos procedentes de distintos núcleos rurales del concejo, reunificados por primera vez en un mismo centro. Venían de las pequeñas escuelas de los pueblos, donde una sola maestra o maestro impartía las clases a todos los alumnos. De todas las edades y en un solo aula.

Llegar a El Plaganón hace cincuenta años fue para aquellos niños adentrarse en otra realidad. «Veníamos de Sorribes, de una escuela pequeñina, como todas las rurales. Éramos 23 alumnos de todos los cursos. Llegamos aquí y era un mundo nuevo. Todo tan grande, tan nuevo, tantos niños, tantos profesores…», rememoran las hermanas Ana María y María Eugenia Pérez Díaz, dos de las escolares que estrenaron el colegio.
«Estábamos todos muy contentos porque de venir de escuelas rurales, que a veces no reunían condiciones, estrenamos una escuela grande, con muchos compañeros… Era toda una novedad», recuerda Ana Rosa Migoya Diego, de Antrialgo.
«Fue mucho cambio, lo recuerdo con muchos nervios. Lo mejor fue lo de coger el autobús, sentarte y llegar al colegio sin mojarte», comparte Fifi Longo Cueto, de Caldevilla.

Si para los escolares fue un cambio, para los maestros supuso además un reto: «Los inicios fueron todos a una, casi no teníamos material y el centro había que montarlo».
Lo cuenta Charo Pérez Mauricio y la suya, al igual que la de Fifi, Ana Rosa, Ana María, María Eugenia y catorce alumnos y docentes más, es una de las historias recogidas en la exposición que conmemora el medio siglo de vida del colegio de Sevares, instalada en el hall del propio centro e inaugurada este viernes durante la gala de aniversario. Fotos, testimonios y audiovisuales recorren la evolución desde aquel moderno Plaganón de 1975 al centro que hoy es, menos poblado pero tan lleno de vida y actividad como antaño.

Narran los textos que guían la exposición que «en la actualidad, frente a los casi 400 niños que inauguraron estas aulas, hay un total de 75 alumnos. Sin embargo, ese número no refleja la realidad objetiva, porque la tendencia en el número de matrículas durante los últimos años ha sido al alza. Y aunque el incremento sea lento, cada vez hay más niños y niñas en El Plaganón y eso da buena cuenta de dos cosas, esperanzadoras y bellas: que todavía queda vida en los pueblos y que va llegando gente nueva, que cada vez son más los que dan valor a la vida rural y la calidad de la enseñanza cercana que caracteriza a escuelas como esta».
Ya sea alumno, maestro, familiar o trabajador, de antes o de ahora; calidad en la educación y cercanía en el trato son dos constantes que se repiten se pregunte a quién se pregunte por el colegio.

¿Qué lo hace especial?
«Relación estrecha y leal», «vínculos muy fuertes de toda la comunidad educativa», «trato buenísimo entre los profesores y muy buen ambiente», «conocer al alumnado y a las familias», «ir todos a una» o ser «como una gran familia» son los activos que hacen especial al centro para quienes han sido o son directores y maestros, como José Francisco Blanco ‘Don Paco’, Paula Ramírez, Charo Pérez Mauricio, Inés Villanueva o Mari Carmen Rivaya, todos ellos parte también de la exposición y los vídeos que la acompañan.
Si la pregunta se repite a los alumnos que hoy estudian en el cole, el espectro de respuestas crece hacia las excursiones, contar con un gran patio para jugar durante el recreo, compartir espacio y vivencias con niños de distintas edades… En el fondo, en mayores y pequeños, subyace esa misma idea de unión y cuidado mutuo.
En el cole aprenden, se relacionan, juegan, viajan, comen –la sopa es el plato estrella, cuenta la cocinera, María Yolanda Fernández Gayo-. En definitiva, avanzan y crecen a través de lo que enseñan los libros y lo que estos no contienen, lo que solo confiere el trato entre iguales.

Travesuras de la edad
No pueden faltar como es lógico las travesuras propias de la edad, como aquel día que Don Paco no olvidará en el que un alumno bajó y subió de una clase del piso alto por un canalón. O cuando en un viaje de estudios a París, Charo aún recuerda cómo un estudiante se perdió en la torre Eiffel.
Mención aparte merece aquel viaje a Francia de 1992 por el despliegue organizado para que todos los niños pudiesen ir, con independencia de la situación económica familiar. «Queríamos que no fuera gravoso para ninguna familia, entonces hablé con los padres y les propuse hacer un grupo de teatro no de alumnos, sino de padres. Dijeron que sí entusiasmados, empezamos a actuar y sacamos el dinero para ir a París, para recorrer todos los parques temáticos de Francia», rememora Charo en la exposición.
Ese grupo de teatro fue el germen del actual Ensin Reparu, colectivo escénico de referencia en Piloña.

De abuelos a nietos
La implicación de las familias es también seña de identidad de centros pequeños como el de Sevares, donde todo se vive como propio. Influye en esa percepción que en los mismos pupitres donde hoy se sientan los niños lo hicieron antes sus padres y en algunos casos sus abuelos, pues en el El Plaganón han estudiado distintas generaciones de una misma familia.
Algunas son auténticas sagas que no han dejado de proporcionar alumnos desde aquel primero año de inicio hasta la actualidad. Para ellas existe un lugar especial en la muestra, en la que se narra el caso de tres familias: los Migoya, de Antrialgo; los Díaz, de Sevares; y los Rodríguez-Alonso-Longo, de Priede y Caldevilla. Abuelos, padres, tíos, hijos, primos, nietos, estudiaron en el mismo centro, para orgullo de todos ellos.



Cincuenta años después de aquel primer curso, El Plaganón sopla las velas fiel a su esencia de colegio rural y familiar, con motivos para el optimismo por el incremento de matrícula y recibiendo el cariño de su comunidad educativa. Prueba de ello es la respuesta de alumnos y exalumnos a la llamada del centro para tomarse fotos en familia junto a la lona conmemorativa instalada en el patio. Las imágenes y las historias pueblan las redes sociales del cole desde hace semanas.
El aniversario llega en un momento en el que la educación está de plena actualidad por la huelga indefinida de docentes, una situación también presente en el centro, donde el equipo respalda esa movilización «justa y necesaria».
La vida, pues, sigue fluyendo dentro y fuera de las paredes del colegio. A ese cole, su cole, le desean quienes de él formaron y siguen formando parte muchos años más. Coinciden todos en un anhelo: «que siga». Porque implicará dos cosas: que sigue en pie, formando desde la cercanía, y que los pueblos continúan vivos.
No quisiera meter la pata pero creo que el primer director que tuvo ese colegio “El Plaganon”, fue Don David Cueto, vecino de Ceceda fallecido hace apenas tres años, él fue quien se encargó de cerrar en viejo colegio e inaugurar el nuevo. Luego de ahí , lo trasladaron a Villamayor y terminó su carrera docente en el instituto de INFIESTO.