La vigésima edición de la cita, enmarcada en el programa festivo del bando, reúne un centenar de puestos con una oferta extensa y variada
Tiempo de lectura: 3 minutosLos puestos del mercado de La Magdalena contaron con demostraciones en directo. | Guillermo Fernández
A lo largo del fin de semana, en jornadas de sábado y domingo, el bando festivo de La Magdalena celebró su XX Mercáu Tradicional con la presencia de un centenar de puestos en las arterias del casco histórico de Llanes. Aunque en algunos tenderetes la oferta se repetía, el género expuesto era extenso y variado: cestería, jabones, quesos, embutidos, conservas, anchoas de Ballota, miel, orujos, mermeladas, rosquillas, magdalenas y sobaos, panadería y bollería, legumbres y hortalizas, pimentón de la Vera, bisutería, joyería, chocolates y bombones, moda y complementos, juguetes, madreñas, almendras garrapiñadas, tartas, artesanía en madera, cuero, ambientadores y papeletas para la rifa de un jamón.
De gran calidad y variedad, al igual que en anteriores ediciones, llamaba la atención el puesto de Celia Vallina, copropietaria de Fabes y Hortalizas ‘La Barreda’, industria ubicada de la localidad sierense de Argüelles. Traía ocho variedades de lustrosas alubias: de la Granja, verdinas, mandilín, roxa, del Cura, de la Virgen, del Vino y de Gloria. Y excelentes tomates, negritos, patatas y cebollas con el ADN asturiano. Sus fabes de la Granja, que vendía a trece euros, resultaron campeonas en los certámenes de Grado y Villaviciosa.
Desde la localidad navarra de Olite se presentaron Ignacio Rodríguez y Ángel Matute, quienes preparaban en directo unas demandadas almendras garrapiñadas, en cuya elaboración invertían «agua, azúcar, cariño y amor». De gran calidad eran sus magdalenas de diferentes sabores y los barquillos. De forma fluida colocaban su Txantxigorri, una sorprendente tarta de chicharrones. De Sama de Langreo acudió Adolfo Gutiérrez García, magnífico tallista artesano que perfila arcas, arcones, lámparas, escanciadores de sidra y relojes con maderas nobles: castaño, nogal, roble y cerezo. Vive como obrero del sector de la construcción y acepta trabajos en madera por encargos o para satisfacción propia. Daba gusto verle trabajar.
Desde la localidad lucense de Foz se presentó Susana con una desbordante oferta de quesos de cabra extremeños, algunos de ellos eran elaboraciones sorprendentes: Con cebolla, con romero y orégano, con pimentón de la Vera, con boletus, con trufa o con ajo negro. También ofertaba producciones de oveja, quesos de Cabrales y el Tres Leches de Pría. Dentro del sector quesero, desde Cabezón de Liébana, acudió el dinámico Pedro Labandón, de la Quesería Peña Sagra, con los famosos quesucos de Liébana en formatos de 500 gramos. Los de cabra a catorce euros y los de oveja, a doce. También vendía cuñas al vacío del Picón que en Panes produce Monje.
Desde la raya con Galicia, de Ribadeo, llegó María José Ríos, con los famosísimos chocolates y bombones Moreno, una empresa que nació en 1947 gracias al espíritu emprendedor de Fernando Ríos Martínez ‘Moreno’, al coger en traspaso la chocolatería que Vicente Villadonga había fundado en Ribadeo en el año 1891. Eso me contó María José, para quien «la fórmula del éxito para hacer un buen chocolate es un trato especial, un olfato privilegiado para distinguir los mejores cacaos y la honradez». Representando a la comisión de festejos, en labores de marketing, atendían un puesto las hermanas Carola y Emma Marín, quienes también ofertaban y vendían papeletas para la rifa de un jamón donado por Casa Buj. Para evitar posibles caídas en el ánimo de los visitantes, allí estaban los hermanos Monchu y Paco Cue, gaitero y tamboritero, respectivamente, llegados desde Balmori.