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El ser humano lleva dentro una necesidad de expresión. De dejar constancia de su sentir, de sus ideas o simplemente de su existencia.

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Las paredes han sido desde hace más de 50.000 años soporte para plasmar esas expresiones.

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Sucedía en la Prehistoria y llega hasta nuestros días.

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En las paredes se han pintado grandes creaciones artísticas, desde la cueva de Altamira a la Capilla Sixtina.

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Pero también inscripciones o dibujos más modestos que dan cuenta del mundo que a cada cual le ha tocado vivir.

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Mundos como el de la Asturias de la guerra civil, en el apacible balneario de Borines.

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La guerra de las paredes

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En el Imperio Romano era ya común la práctica de escribir en las paredes, habitualmente mensajes satíricos y críticos. De esa época procede el término ‘grafiti’, «del italiano graffiti, graffire, y esta a su vez del latín scariphare«. Era común en la antigua Roma y siguió siendo frecuente, y mucho, durante las guerras. También en la guerra civil española y también en Asturias.  

Ignacio Pulido, graduado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales y máster en Historia del Mundo Contemporáneo, lleva años estudiando la contienda en Asturias desde el punto de vista de los restos materiales. «Tema de fortificaciones, búnkers, trincheras…», explica.   

En muchas de esas estructuras existen grafitis, «grabados en las paredes, en el cemento cuando estaba fresco». Conocedor de que también en edificios existían grandes conjuntos de esos grafitis, Pulido empezó a «tirar del hilo».  

Los grafitis de los juzgados de Cangas del Narcea son los más conocidos hasta la fecha en Asturias

Los grafitis más conocidos en Asturias hasta la fecha son los preservados en las celdas de los juzgados de Cangas del Narcea, protegidos por su «alto valor histórico y cultural». Desde hace una década están de hecho incluidos en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias.  

Existieron también, relata Pulido, «unos en Las Caldas, en el balneario de Oviedo”, ya destruidos.  Investigando y a través de «comentarios de otra gente aficionada» dio con otro conjunto que sí se mantenía, el del balneario de Borines, en Piloña. «Cuando llegué no era consciente de que había tantísimos, son una barbaridad», explica.  

Son en concreto 280 los grafitis que el investigador documentó y analizó, un estudio que formó parte de su trabajo de fin de grado y que acaba de ser incluido como artículo en el último Boletín de Humanidades y Ciencias Sociales del Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea)

El balneario de Borines

El inmueble, enclavado en un tranquilo rincón junto a la carretera del Altu la Llama, abrió como balneario en junio de 1892 y vivió épocas doradas, con presencia habitual de clientes tan ilustres en la época como Práxedes Mateo Sagasta, presidente del Consejo de Ministros. En 1920 el balneario cerró y el conjunto se destinó al envasado y distribución de agua bajo la marca de Agua de Borines. 

El balneario de Borines el pasado siglo. | Archivo de Aguas de Borines

La guerra civil provocó un paréntesis en esa actividad y el edificio «fue empleado como centro de reclutamiento y cuartel del Ejército Popular de la República», apunta la investigación de Pulido. «También sirvió como asilo para refugiados procedentes de Santander y Vizcaya» y «tras la caída del Frente Norte fue ocupado por las tropas franquistas». 

Por Borines pasaron en esta etapa desde milicianos a refugiados republicanos que utilizaron las paredes para expresarse. En ellas plasmaron principalmente nombres y mensajes (el estudio apunta a que un 87% de los grafitis son inscripciones), pero también motivos figurativos, geométricos y simbólicos.  

El historiador ha documentado 280 grafiis de la guerra civil, de los cuales un 87% son nombres y mensajes

Existen además grabados curiosos, como operaciones aritméticas, calendarios, escenas de guerra… Son llamativos, pero no insólitos; pues lo cierto es que todas esas tipologías son frecuentes en los grafitis de guerra.  

Menos común es lo que Pulido encontró en la buhardilla del balneario:  inscripciones consistentes en puntos y rayas que se revelaron como código Morse. «Es curioso porque, que se sepa en España, solo hay otros dos casos documentados», en «la antigua prisión provincial de Granada». Por tanto, el caso de Borines constituiría «el tercero estudiado en todo España», explica. 

Grafiti que muestras rayas y puntos, traducidos del código Morse como «Prudencio/ FG». | Ignacio Pulido

«Al principio no le di importancia, hasta que revisando las fotos me fijé en esas líneas que al principio me pareció que eran algo aleatorio, pero una vez que me detuve a mirarlo bien, digo, ‘puede que sea código morse’. Y efectivamente, al intentar reconstruir el mensaje, pues salía el nombre de una persona que era Prudencio FG». Investigando el nombre, descubrió que «es posible que su autor sea Prudencio Fernández García, soldado de la 2ª Compañía del batallón Somoza».  

La vida tras el nombre 

Pese a la gran variedad de motivos hallados en Borines, al volumen se impone uno concreto: con más de cien nombres documentados, las inscripciones dominan. Son topónimos, iniciales, fechas; pero también nombres y apellidos completos, acompañados incluso de su lugar de procedencia.  

«A lo largo de la historia de las guerras, como individuos que están en movimiento, siempre hubo una voluntad de los soldados de dejar un testimonio de por dónde pasaron, de dónde estuvieron. También existe un sentimiento de pertenencia a un grupo, a una unidad militar, a una determinada quinta, etcétera. Siempre se repiten casi las mismas temáticas, los mismos patrones», expresa el historiador.  

El trabajo añadido que Ignacio Pulido realizó en su investigación sobre Borines fue ir más allá de la mera documentación para poner rostro a la persona tras el nombre. Recurriendo principalmente al Archivo de Salamanca se tomó la molestia de «identificar a la persona mirando todas las fichas, una por una, hasta encontrar alguna que pudiese coincidir». Quería, ahonda, «darle un componente humano a la investigación», trazar «un retrato de la desesperación de esos días, de esa gente». 

Documentados los nombres, el historiador fue más allá para poner rostro a las personas y trazar un «retrato de la desesperación de esos días»

Entre esas historias con nombre y apellidos se encuentra la de refugiados republicanos procedentes de Santander, ciudad que ya había caído a finales de agosto. Pulido «sospecha» que Borines fue uno de los lugares a los que llegaron huyendo cántabros leales a la República.  

«Juanita Gonzalez (sic) Natividad/ salió de santander (sic) el día 23 de/ agosto y llego (sic) a Borines el día 25/ y […] sali (sic) de aquí el día 12 de/ septiembre de 1937 con destino a sama (sic) de Langreo» es una de las inscripciones que atesora una pared del balneario. El investigador descubrió que existió Juana González Natividad, que «tenía 22 años de edad en aquel entonces», que «era soltera y estaba vinculada a la CNT». 

Pudo incluso establecer una relación entre Juanita y más autores de inscripciones, pues existe otra que reza: «Antonio Pérez Fuentenebro/ de Santander salió de/ aquí el día 12 de septiembre/ con destino a Sama de Langreo”. «Quizá ella y Fuentenebro huyeron a la par de la capital montañesa y —previo paso por Borines— se dirigieron a las cuencas mineras». Cree también «probable» que los «acompañase Aniceto García Toledo», un «adolescente» a quien considera autor del dibujo del zepelín y el bombardeo aéreo. «Coincide todo. Fueron los más satisfactorios de haber encontrado y documentado. La pena es que no pude seguir tirando más allá de la historia porque llegó un punto que no encontré más información. Queda ahí el misterio de qué sería de ellos», comparte. 

Jóvenes y extranjeros 

De las vidas tras los nombres impresiona también la juventud, la presencia de soldados de «muy escasa edad». «Vemos a qué nivel llegó la guerra. La capacidad de reclutamiento ya se había saturado por completo y eran críos yendo a la guerra», indica. 

Para la guerra hicieron falta críos, pero también extranjeros. Y ambas realidades están documentadas en los grafitis de Borines. «Son también muy interesantes los [grafitis] que tienen nombres musulmanes», señala Pulido. En su investigación precisa que «durante las últimas jornadas del Frente Norte, operaron en Piloña y sus alrededores dos tabores de regulares y el batallón B de cazadores de Melilla Nº 3».  

«Vemos a qué nivel llegó la guerra. La capacidad de reclutamiento ya se había saturado por completo y eran críos yendo a la guerra»

La presencia de regulares en Piloña es aún recordada por los vecinos de mayor edad, pero indagando en fondos documentales Pulido halló más: una referencia que los sitúa directamente en el antiguo balneario. Es concretamente una imagen de la fototeca de Asturias «anterior a la contienda y perteneciente al fondo de la revista El Progreso de Asturias». Lo que importa para el caso no es la foto del edificio, sino la información que la acompaña: la «hermosa construcción fue averiada por los moros durante la última guerra, donde un tabor lo tomó por vampa,mento (sic)». 

Entre lo cotidiano y el terror

Además de nombres, en las paredes fueron grabados elementos más cotidianos, propios del día a día. Existen, por ejemplo, cuentas matemáticas, motivos comunes «a todos los conjuntos grafíticos de la guerra civil». El porqué de su existencia «no se sabe muy bien», explica Pulido.  

Pueden ser «cuentas que hacían ocasionalmente para cualquier actividad» o incluso puede subyacer «algún tipo de interés didáctico en ello». «Enseñar a compañeros que no sabían hacer sumas y restas. Los índices de analfabetismo eran elevadísimos», precisa el historiador. 

Calendario de septiembre de 1937 a enero de 1938. | Gloria Pomarada

En Borines se conservan además dos representaciones de calendarios. Uno de ellos corresponde a septiembre de 1937 y otro comienza en ese mismo mes y año y se prolonga hasta enero de 1938. 

Los calendarios, explica Pulido «suelen repetirse mucho en estos contextos y también en contextos carcelarios». El caso del balneario «es curioso porque son meses críticos de la guerra civil en Asturias, con la batalla del oriente de Asturias en pleno auge». Septiembre del 37 fue el mes de la ofensiva de las tropas franquistas contra el territorio republicano que aún resistía en el norte. Entre septiembre y octubre se produjeron hechos tan señalados como batalla de El Mazucu, los bombardeos de la Legión Cóndor contra civiles, el avance de los sublevados desde el oriente y la caída final del Frente Norte. 

Navío de guerra pintado en Borines, que para Pulido coincide en su tipología con la de los cruceros Clase Cervera. | Gloria Pomarada

Fuera de las paredes del balneario se desarrollaba la guerra, una guerra que había llevado a ese espacio a sus moradores temporales y que también plasmaron en sus paredes.  

En Borines el historiador documentó cinco escenas bélicas. Son dibujos que más que por su valor artístico, importan por la «valiosa información» que aportan. Uno de ellos es «una escena marítima en la que se observan dos barcos de guerra que navegan en paralelo» y otro son navíos de guerra. En uno de ellos, el mejor plasmado, la «tipología coincide con la de los cruceros Clase Cervera».  

«Los buques de guerra están hechos al detalle. El que los dibujó los conocía. O los vio en alguna imagen o los vio incluso en vivo», apunta Pulido. 

En Borines se conservan cinco escenas bélicas, desde dibujos de navíos a bombardeos aéreos vinculados a París y Madrid

Existen además escenas de batallas aéreas. Un zepelín acompañado de la palabra ‘París’ que para Pulido representa los «raids aéreos que sufrió la capital francesa durante la Primera Guerra Mundial y en los cuales tomaron parte aviones, así como dirigibles alemanes».

En esa misma pared se encuentra un avión bimotor, acompañado de la inscripción ‘Madrid’. Bajo ese dibujo, la inscripción «Los de España/ en 1936 y 37 en Madrid».  Se ve además otro grabado de «un avión estrellado contra el suelo», junto al cual «reposa el cadáver de un hombre entre escombros», detalla la minuciosa descripción del estudio. 

Grafitis que representas las escenas aéreas del zepelín y el bimotor. | Gloria Pomarada

«Los aviones se dibujan con mucho detalle y las escenas también, yo creo que tienen cierta influencia del cómic, con líneas de movimiento», detalla Pulido.  

Los combates aéreos son «un tema súper recurrente», «aparecen en muchísimos conjuntos», no solo en Borines; lo que evidencia para Pulido el «profundo impacto» que causaron en la sociedad. En la guerra civil española se experimentó por primera vez con los bombardeos masivos sobre civiles. Armas y tácticas nunca antes vistas que despertaron «fascinación y terror a partes iguales», considera el historiador. 

Los combates aéreos son un tema recurrente en los grafitis bélicos, lo que evidencia el «profundo impacto» que causaron en la sociedad

También la destrucción del contrario se trasladó a las paredes. Por el balneario de Borines pasaron ambos bandos, primero los republicanos y tras su caída, las tropas franquistas. Los dos utilizaron las paredes para plasmar consignas: desde un «viva Franco» a vítores a la República o el comunismo.  

Los franquistas no solo pintaron, sino que destruyeron mensajes previos.  «Se lleva el conflicto a las paredes», señala el historiador. 

Conservar y difundir

«Hasta finales de los 90, principios de los 2000, no se les dio importancia a los grafitis de la guerra civil. Estaban como un poco aparcados y no se  consideraba que tuvieran ninguna importancia historiográfica», explica Pulido. 

Sin embargo, «cada vez hay más estudios en toda España de conjuntos grafíticos que pasaron desapercibidos o simplemente ignorados y se están empezando a investigar ahora». En Asturias, continúa, «hay muy poca literatura científica sobre ello. Ahora parece que está cogiendo un poco de fuerza y de interés».  

La investigación conduce al conocimiento y, el conocimiento, a la comprensión del valor de ese patrimonio. Un patrimonio que constituye un testimonio directo de las personas que padecieron la guerra civil, que se vieron atrapadas en cuarteles improvisados, en cárceles, en un momento de total incertidumbre y que hallaron en las paredes un lienzo para expresarse. 

Estancias del balneario de Borines que albergan exposiciones en su nueva etapa como espacio cultural. | Gloria Pomarada

Conservar y divulgar esos conjuntos son los retos que marcan expertos como Ignacio Pulido. En lugares como el antiguo balneario de Borines, los grafitis se han preservado durante décadas y el nuevo uso del edificio apunta en la misma dirección. Desde hace tres años, el inmueble es un espacio volcado en la cultura y algunas de sus estancias -no las que atesoran grafitis- albergan exposiciones artísticas y presentaciones.  

Los grafitis de la guerra civil son, sostiene Pulido, «un aliciente cultural». Y por qué no, como otros tantos vestigios bélicos, también «turístico». 

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