Cruz de la Victoria en amarillo sobre fondo azul
Ondea en edificios públicos, en jardines y ventanas particulares; engalana los pueblos los días de fiesta, adorna camisetas, pulseras, vasos de sidra y todo souvenir imaginable; hay quien se la ha tatuado, quien la lleva en la maleta para enseñarla al mundo en sus viajes, quien incluso se ha metido en algún que otro problema por sacarla en sitios, en lejanas latitudes, donde la bandera no es el símbolo que ven los asturianos, sino la representación de una cruz.
«Cruz de la Victoria en amarillo sobre fondo azul» es la definición oficial de nuestra bandera, la que recoge la ley. Porque la bandera tiene una normativa propia, de 1990, promulgada con «el fin de unificar en colores, medidas y composición la enseña del Principado de Asturias y regular de forma adecuada el uso de la misma; todo ello con el máximo respeto a la historia y a la tradición de la región asturiana».
Historia y tradición tiene también la bandera, así como un día propio: el 25 de mayo, celebrada como Día de la Bandera desde 2021.

Hoy es un símbolo omnipresente, pero no siempre lo fue. De hecho, su extensión es bien reciente, de los primeros años de la democracia.
Pero empecemos unos dos siglos antes, vayamos al momento de su origen.
Disposiciones de Jovellanos
En 1794 está fechada una carta de Jovellanos enviada al «señor marqués de Camposagrado, coronel del Regimiento de nobles asturianos», en la que le responde a las dudas «sobre el blasón que debe pintarse en sus banderas».
En esa misiva, Jovellanos concluye tras un razonamiento minucioso que «el verdadero blasón del Principado de Asturias es la Cruz de la Victoria», la que «don Pelayo, fundador de la monarquía de Asturias, llevó por guión y divisa en las batallas».

Fijado así el «blasón», el propio Jovellanos indicaba en esa carta que «resta determinar la forma en que se debe representar». Pues bien, su «dictamen» fue que debería «ser una cruz de plata exactamente copiada de la de la Victoria que se halla en la santa iglesia de esa ciudad [Oviedo] con el alpha griega pendiente de su brazo derecho y la omega del izquierdo, las cuales pueden ser de oro, y todo en campo azul».
Y el escudo «deberá tener corona real y en su contorno el lema que se halla en la inscripción de la misma cruz, y dice así: Hoc signo tuetur pius. Hoc signo vincitur inimicus» [Con este signo es protegido el piadoso, con este signo es vencido el enemigo].
Apuntaba además que «siguiendo en esto último la opinión de Trelles, bien que pues el adorno de esta cruz será regularmente de oro, pudiera serlo también en representación y colocarse en campo de gules o encarnado según Díaz del Valle». Es decir, la cruz sobre un rojo intenso. Se impuso finalmente, es bien sabido, el color azul.
Invasión francesa
1808 es la siguiente fecha clave en torno a la bandera. El 25 de mayo de ese año, en plena invasión francesa, la Junta General asumió la soberanía y declaró la guerra a Napoleón.
Como el ejército asturiano carecía de enseña, recurrieron a lo dispuesto por Jovellanos catorce años antes. Se decantaron por el mencionado color azul para el fondo y se añadió una frase: «Asturias nunca vencida».
Durante el resto del siglo XIX y el XX su uso tuvo ni la extensión ni la categoría de símbolo que actualmente le atribuimos. Fue con la llegada de la democracia cuando la bandera se convirtió en lo que hoy es: un emblema común de todos los asturianos.
Extensión en democracia
Detrás de su propagación estuvo la labor de colectivos como Conceyu Bable. Tras la muerte de Franco, la bandera fue haciéndose fuerte en las calles. El 22 de junio de 1976, en la primera manifestación regionalista asturiana, las fotos de la prensa dan cuenta de que la enseña lució en las primeras filas, tras las pancartas que rezaban: «Bable a la escuela, autonomía rexonal» y «estatutu autonomía».

El 8 de agosto de 1976 es otro día que suele aparecer citado en torno a la bandera, en ese caso porque se cuenta que Amelia Valcárcel dijo haberla llevado al Día de la Cultura celebrado en la carbayera de Los Maizales, en Gijón. En el Día de la Cultura, que ese año celebraba su quinta edición, también sonó, tal y como relata la crónica de la jornada publicada en la Hoja del Lunes, el «puxa Asturies», lema reivindicado por la misma Amelia Valcárcel.
«Confieso, sí, que de mi autoría es el ‘puxa Asturias’. Y que bordé una de las primeras banderas asturianas en la democracia. Aún la guardo», contó Amelia Valcárcel cuando recibió la Manzana de Oro del Centro Asturiano de Madrid, en 2023.

Abril de 1977 marca otro hito en la historia reciente de la bandera, pues por primera vez colgó de una casa consistorial. Fue en la de Avilés y así lo recogía la prensa el 22 de abril de 1977: «A las diez y media de la noche, terminada la sesión de la Permanente, se procedió a izar en el balcón principal del Ayuntamiento, junto a la bandera nacional, la de Asturias y la de Avilés». Continuaba esa crónica publicada en El Comercio que «el hecho pasó desapercibido», si bien la casa consistorial avilesina se convertía «posiblemente» en el «primer edificio asturiano que iza junto con la enseña nacional la de la provincia».

Ley de la bandera
Con ese progresivo avance experimentado durante la democracia, llega 1990 y la primera ley de la bandera, un texto que regula desde tamaños y colores a protocolo y orden de colocación.
Incluso determina materiales de fabricación: «En su forma de gala o de máximo respeto, se confeccionará en tafetán de seda, con la Cruz de la Victoria de oro, guarnecida de piedras preciosas de su natural color y las letras alpha y omega también de oro. En los demás casos, en tejido fuerte de lanilla o fibra sintética, con la Cruz estampada o sobrepuesta».
Otra curiosidad: en función de la altura del edificio debe colocarse uno u otro tamaño de bandera. Por ejemplo, si el inmueble supera los 25 metros la enseña debe ser de 4.110×2.740 milímetros. Y en el interior, de 750×500.

Y como en toda ley, hay artículos de dudoso cumplimiento, como el 10, que regula su uso como merchandising:
«El uso de la Bandera del Principado de Asturias como distintivo de productos o mercancías exigirá la previa autorización de la Administración del Principado a fin de garantizar que no vaya en menoscabo de su alta significación. En cualquier caso, la Bandera no podrá ser utilizada como distintivo único identificador de productos o mercancías; debiendo, a lo sumo, constituir un elemento accesorio de la marca o distintivo principal de aquéllos».
Tampoco está permitida «la utilización en la Bandera del Principado de Asturias de cualesquiera símbolos o siglas de partidos políticos, sindicatos, asociaciones, entidades privadas o de particulares».
Un símbolo que une
Se use como se use, lo cierto es que la bandera es, junto con el ‘Asturias, patria querida’ y el ‘puxa Asturies’, tríada de la asturianía.
En todos los Ayuntamientos, edificios oficiales y cada vez en más casas ondea día y noche, ya no solo durante las fiestas patronales. Se ha convertido en un elemento indispensable en momentos de celebración, pero también de reivindicación. No importa donde sea el acontecimiento ni de qué tipo, reunión o manifestación: si hay un asturiano, se verá una bandera.
Estuvo en la victoria de España en el mundial de fútbol de 2010, nunca faltaba en los triunfos en la Fórmula 1 de Fernando Alonso, cuando él mismo la portaba en el casco y en las curvas de los circuitos le esperaban entregados aficionados ondeando la enseña. «Sincera es su bandera», cantaba Melendi por aquellos tiempos, al inicio de este siglo XXI.
Nació para quedarse y quizás su mayor virtud resida en la capacidad de unir. ¿Quién en Asturias no siente sus colores y no se emociona, aunque sea un poco, al verla?
Feliz día de la bandera.





